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El increíble caso del ciudadano K…oldo
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Rubén Amón

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El increíble caso del ciudadano K…oldo

Ábalos nos invita a un ejercicio de credulidad y de fantasía trasladando una versión de la trama que exonera a la cúpula del PSOE, martiriza al mayordomo, desmiente a la Guardia Civil y subestima la independencia de la Justicia

Foto: Koldo García en una entrevista. (Europa Press)
Koldo García en una entrevista. (Europa Press)
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Debe sentirse Koldo contrariado y orgulloso a la vez respecto al papel nuclear que le atribuye su padrino en las trama de las corruptelas. Ábalos ha pretendido carbonizarlo, utilizarlo de cortafuegos, pero el sacrificio del mayordomo fomenta al mismo tiempo en su autoestima. El portero de discoteca, el chófer, el machaca, el mozo de espadas, el aizkolari sería el cerebro del caso, el gólem que suplantó la identidad de su patrón.

Ha sido elegido Koldo para comerse el marrón. Y puede que acceda a interpretar el papel de puto amo como prueba de lealtad y de sumisión, pero la estrategia de tirar de la manta hacia abajo implica desmentir los informes de la UCO y tiene pendiente convencer a los jueces y fiscales.

La inmolación forzosa y forzada del criado se resiente de un problema de credibilidad, más todavía cuando el relato fantasioso del "ingenuo" exministro alcanza incluso a los asuntos sentimentales. Koldo le presentó a Ábalos a Jessica. Koldo le puso el piso de Plaza de España. Koldo se responsabilizaba de los gastos y de los viajes de la concubina.

Nos encontramos así en un fabuloso ejemplo de ignorancia. Sánchez no era consciente de las anomalías de Ábalos igual que Ábalos desconocía que Koldo se extralimitaba en la representación voraz de su señorito. Y era así como gestionaba los intereses de Víctor de Aldama. No desde la filantropía, sino desde la concepción de una estructura criminal que salpicaba comisiones millonarias, mordidas recurrentes y sensaciones de impunidad al amparo de una trama torrentiana. No hizo un trabajo fino Koldo en su misión de actuar e interceder en nombre de Ábalos, siempre y cuando nos creamos que el secretario de organización del PSOE y el ministro de más presupuesto es y era la víctima del fantasmagórico subalterno.

Foto: El exasesor del exministro José Luis Ábalos, Koldo García. (Europa Press/Eduardo Parra)

Podría haber dicho José Luis Ábalos, señoría, que la culpa fue del chachachá. Y que Koldo había adquirido unos poderes superlativos y polifacéticos. Para comprar tabaco y medicinas. Para negociar a su antojo las partidas de mascarillas. Para dirigirse a los presidentes autonómicos. Para gestionar contratos de hidrocarburos. Para desempeñarse como consejero de Renfe. Para acudir a Barajas cuando aterrizaba Delcy Rodríguez. Para habilitar el chalé gaditano que utilizaba el jefecito. Y para desquitarse de su pasado proletario vistiéndose de Dios.

Ciudadano K, podría llamarse Koldo en su posición de influencia omnímoda y omnívora, aunque bien podría Ábalos haber asumido alguna responsabilidad circunstancial o anecdótica en los episodios menores. Y ha preferido declinarlas, construyendo así un relato de gobierno intachable que beneficia la fantasía de la inocencia y que conforta a la jerarquía del PSOE.

Foto: El exministro de Transportes José Luis Ábalos, a su llegada al Supremo. (EFE/Mariscal)

Se ha portado muy bien JLA. Ha exonerado de toda responsabilidad al Pantocrátor. Ha protegido a los camaradas ministros. Y ha localizado su culpabilidad en el descuido al arribismo de Koldo.

Por esas mismas razones, el partido y el gobierno —y viceversa— han suavizado también la hostilidad y la beligerancia hacia el compañero. Prevalece el adagio de la "presunción de inocencia". Y adquieren vuelo los recelos hacia los tribunales, más o menos como si Ábalos y Sánchez hubieran suscrito un tratado de no agresión que pretende beneficiar a ambos y que requiere el martirio a fuego lento de Koldo.

Es un planteamiento tan ambicioso como voluntarista, una espesa cortina de propaganda, pero la decisión de atribuir a K y a Víctor de Aldama la ingeniería y la arquitectura integrales de la trama degradan las investigaciones de la Guardia Civil, minusvalora las pruebas que ha aportado la prensa —El Confidencial, en cabeza— y subestima las obligaciones de la Justicia, más todavía cuando Ábalos tiene delante a la Fiscalía Anticorrupción y a los magistrados de la Audiencia Nacional y del Tribunal Supremo.

Debe sentirse Koldo contrariado y orgulloso a la vez respecto al papel nuclear que le atribuye su padrino en las trama de las corruptelas. Ábalos ha pretendido carbonizarlo, utilizarlo de cortafuegos, pero el sacrificio del mayordomo fomenta al mismo tiempo en su autoestima. El portero de discoteca, el chófer, el machaca, el mozo de espadas, el aizkolari sería el cerebro del caso, el gólem que suplantó la identidad de su patrón.

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