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Suárez y González 'rectificaron', Sánchez y Guardiola 'mintieron'
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Suárez y González 'rectificaron', Sánchez y Guardiola 'mintieron'

No ha entendido María Guardiola que lo que se vota el 23 de julio es, con prioridad sobre otras motivaciones, proscribir comportamientos políticos como el de Sánchez y como el suyo

Foto: Pedro Sánchez, en una imagen de archivo. (EFE/Mariscal)
Pedro Sánchez, en una imagen de archivo. (EFE/Mariscal)
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No es cierto, como aseveró Pedro Sánchez en El hormiguero, que sus "mentiras" (lo entrecomillo porque no hay ni verdades ni mentiras absolutas) sean meras "rectificaciones" (lo entrecomillo por atribución a los que así definen sus cambios de criterio) como las de Adolfo Suárez al legalizar el PCE cuando dijo que no lo haría o de Felipe González al pasar de la "OTAN de entrada, no" a mantener a España en la Organización del Atlántico Norte.

El primer presidente de la democracia tomó la decisión de legalizar al partido que entonces dirigía Santiago Carrillo el 9 de abril de 1977. Pero el que rectificó fue el PCE porque asumió las condiciones del jefe del Gobierno: aceptar la bandera nacional y la monarquía como factor de consenso. Santiago Carrillo, en la primera comparecencia como secretario general de la legalizada organización, convocó una rueda de prensa el 25 de mayo de ese mismo año y, solemnemente, comprometió la adhesión del PCE a la enseña nacional y a la Corona. Rectificaron él y su formación, no Suárez.

Foto: Pedro Sánchez, en la Moncloa. (EFE/Mariscal)

Felipe González, antes de rectificar su propuesta inicial de sacar a España de la OTAN, en la que ingresó de la mano del Gobierno presidido por Leopoldo Calvo Sotelo el 30 de mayo de 1982, convocó un referéndum consultivo previsto en el artículo 92 de la Constitución y con los trámites que en él se establecen, para conocer el parecer de los ciudadanos españoles. O, en otras palabras: pidió autorización expresa para rectificar su decisión inicial y de no haberla conseguido hubiese renunciado a la presidencia del Gobierno. La consulta se celebró el 12 de marzo de 1986 y, con una participación del 59,40%, la mayoría (56,85%) se inclinó por permanecer en la Alianza Atlántica. González se sometió, democráticamente, al criterio de los ciudadanos.

Nada que ver esas dos decisiones históricas con otras también históricas: las mentiras de Pedro Sánchez, que son rectificaciones, según él, que ha impuesto a su electorado y a toda la sociedad española a las bravas: la coalición de Gobierno que negó que haría; los indultos que aseguró no concedería; la reforma del Código Penal que desprotegió al Estado (supresión de la sedición); los pactos de estratégica importancia (cuatro presupuestos generales del Estado entre otras muchas leyes) con Bildu, con la que afirmó reiteradamente que no acordaría nada… Todo ello y mucho más sin explicaciones, sin argumentaciones, salvo una: la obtención del poder, primero; y el mantenimiento en él, después y hasta ahora. De modo que refugiarse en Suárez y en González, explica por qué, como escribió el pasado sábado Kepa Aulestia (El Correo), "el sanchismo evita pensar que el antisanchismo está en el cansancio por el presidente más que en la ola reaccionaria".

Foto: La líder del PP extremeño, María Guardiola. (EFE/Jero Morales) Opinión
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No ha entendido María Guardiola, lideresa del PP en Extremadura, que lo que se vota el 23 de julio es, precisamente y con prioridad sobre otras motivaciones, proscribir comportamientos políticos como el de Sánchez y como el suyo. En este mismo blog (22 de junio pasado) consideré que el inicial discurso de la extremeña —líneas rojas que dijo no traspasaría acordando una coalición con Vox— era “correcto”, porque el poder tiene un precio, sí, pero no cualquier precio.

Bien porque le ha obligado la disciplina de partido mal entendida, bien porque ella quiere a toda costa ser la presidenta de la Junta de Extremadura, Guardiola no se ha atenido a su palabra y, por lo tanto, se le formula semejante reproche que a Pedro Sánchez: mentir. Parecería muy prudente, muy indicado, muy conveniente, que antes del debate entre el presidente del Gobierno y el del PP, el próximo día 10 de julio, María Guardiola haya renunciado a la investidura y dejado paso a otro dirigente popular. De lo contrario, además de la decepción que ha provocado en unos y otros, le ofrecerá a Sánchez en bandeja un argumento de simetría falsaria que Feijóo no podrá rebatir.

Una de las motivaciones de voto el 23-J consiste en clausurar una época dilatada de falsedades políticas, de engaños y de frustraciones

Una de las más potentes motivaciones de voto el 23-J consiste en clausurar una época dilatada de falsedades políticas, de engaños y de frustraciones. Las de Guardiola se añaden a esas actitudes que tan intolerables se han hecho en la sociedad española. Porque en Extremadura —con todos los riesgos, muchos, que la decisión comportaba para el PP— había que haber resistido o haberse retirado o haber convocado nuevas elecciones. Vox, ahí está la coincidencia de las encuestas, está muy alejado de los 52 escaños que tuvo en las generales del 10 de noviembre de 2019. Su electorado se va al PP por razones de utilidad y de sensatez.

El partido de Abascal, con sus designaciones provocativas (¡qué tres representantes suyos en las presidencias de las asambleas legislativas de la Comunidad Valenciana, Islas Baleares y Aragón!), desafía más allá de lo prudente para sus intereses a un electorado mayoritario en la derecha que está con las tesis del PP y que lo va a estar el 23-J mucho más que en 2019. De modo que María Guardiola, que pudo ser un referente de justa resistencia a según que tesis de Vox, tiene la obligación de no perjudicar a su partido ni a la posibilidad de cambio que se vislumbra. Sencillamente, porque, como Sánchez, mintió.

No es cierto, como aseveró Pedro Sánchez en El hormiguero, que sus "mentiras" (lo entrecomillo porque no hay ni verdades ni mentiras absolutas) sean meras "rectificaciones" (lo entrecomillo por atribución a los que así definen sus cambios de criterio) como las de Adolfo Suárez al legalizar el PCE cuando dijo que no lo haría o de Felipe González al pasar de la "OTAN de entrada, no" a mantener a España en la Organización del Atlántico Norte.

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