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No es un bulo, es una denuncia ('El País' y la degradación)
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José Antonio Zarzalejos

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No es un bulo, es una denuncia ('El País' y la degradación)

Si, como va a suceder, miles de ciudadanos que han solicitado el voto por correo no podrán votar, la responsabilidad no será suya, lo será de Pedro Sánchez y de los partícipes en la temeraria decisión de convocar las elecciones en plena canícula

Foto: Un hombre observa una papeleta de los candidatos políticos al Senado. (EFE/Daniel González)
Un hombre observa una papeleta de los candidatos políticos al Senado. (EFE/Daniel González)
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Aunque el diario El País, nuestro particular guardián de las esencias democráticas que oficia de modo sacerdotal en sus editoriales, estigmatice a quienes digan (digamos) que el voto por correo no llega a quienes lo han solicitado, habrá que repetirlo porque no es un bulo, sino la denuncia de una realidad incontestable. Miles, cientos de miles de ciudadanos, pueden comprobar en su entorno familiar y social la ansiedad de electores que se preguntan si podrán serlo el próximo día 23 de julio. No estamos ante ningún tipo de pucherazo; no estamos tampoco ante un fraude; no observamos —todo lo contrario— comportamientos reprobables en los muy amables, serviciales y profesionales funcionarios y empleados públicos de Correos. No dudamos tampoco de que en la entidad se estén esforzando en intentar que quien lo solicite pueda votar en las elecciones generales. De lo que se trata es de subrayar la dificultad de una tarea administrativa que requiere de determinados trámites para la validez del voto que exige unos medios materiales y unos recursos humanos de los que Correos carece por más que hayan sido reforzados los ordinarios.

¿Culpa de Correos? No, en absoluto. Si, como va a suceder, miles de ciudadanos que han solicitado el voto a través de esa entidad no podrán votar, la responsabilidad no será suya, lo será del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y de los partícipes de mesa camilla en la temeraria decisión de convocar las elecciones en plena canícula, en medio de las vacaciones estivales y con España bajo temperaturas tórridas. Tampoco esta afirmación es un bulo. Es una denuncia. Una denuncia de la frivolidad, de la falta de escrúpulos y de la inmoderada ambición de Pedro Sánchez que, sin ponderar otros intereses más que los suyos, adelantó las elecciones para evitarse el cuestionamiento a su fracaso el 28-M consecuente con otros anteriores. Pensó en él, solo en él y nadie más que en él. No consideró, siquiera, el estado de ánimo de su partido; ni su capacidad de recomposición tras un trastazo electoral monumental; no tuvo en cuenta el grado de estrés y ansiedad de la sociedad española, cansada y preocupada por la situación de su economía doméstica y por las incertidumbres que él aumentó con otra llamada a las urnas. En definitiva, Pedro Sánchez se comportó como el peor de los Pedro Sánchez posibles, tal y como él mismo se mostró en el debate con Núñez Feijóo el pasado lunes: altivo, soberbio y prepotente.

Foto: El presidente del CIS, José Félix Tezanos. (EFE/Kiko Huesca)

Puede decir misa el editorial de El País, puede seguir predicando que cuestionar una sola decisión de Sánchez, cualquiera, constituye una desestabilización de la democracia, puede reprender, como mi estimada Barceló, a toda la profesión periodística, puede, en definitiva, seguir jugando temerariamente con el sectarismo, pero el voto por correo no está llegando a todos los ciudadanos que lo han solicitado y no llegará a miles de ellos porque es materialmente imposible que lo haga. Y no habrá sido un fraude, ni un pucherazo. Habrá sido la consecuencia inevitable de la decisión de Sánchez de celebrar las elecciones sin ponderar ni uno solo de los intereses del país y de su sociedad, creyéndose habilitado para alterar el descanso de los ciudadanos, además de convocarles a las urnas bajo un penoso, y en muchos casos, disuasorio, calor canicular.

El diario El País puede seguir titulando sus editoriales como el de ayer (Degradar la campaña) para callar a los pusilánimes que reclamaban el voto por correo y que temen que no podrán emitirlo para elegir a sus representantes en el Congreso y el Senado. Pero lo que degrada de verdad la campaña es que se haya celebrado en estas fechas y que se haya debido al capricho del presidente del Gobierno. Lo que degrada la campaña es el CIS de Tezanos entre otras muchas cosas, pero no lo hace, sino todo lo contrario, la razonable queja de centenares de miles de ciudadanos que padecen la desasosegante sensación de que Pedro Sánchez se comporta como un señor feudal de horca y cuchillo ordenando que todos pasemos por su arbitraria decisión de encaminarnos a las urnas en las únicas semanas del año en las que se nos permite evadirnos del duro día a día tras un curso tenso y difícil. Eso degrada la campaña y la propia democracia porque implica el ejercicio irresponsable de una facultad constitucional atribuida al presidente previa deliberación en el Consejo de ministros (la disolución anticipada de las Cortes Generales) que debe ejercitarse con criterios de razonabilidad e interés general.

Este que escribo no es un bulo. No lo es que los sindicatos hayan alertado del exceso que supone cargar a Correos con una responsabilidad para la que el organismo no estaba preparado. No lo es tampoco que lo advierta el líder de la oposición y candidato a la presidencia del Gobierno. Lo que degrada la campaña y degrada la democracia es que desde el púlpito progresista nos aleccionen sobre las verdaderas prácticas democráticas que, por lo visto, consisten en asentir y aplaudir todas las decisiones, hasta las más insensatas, como esta convocatoria electoral, de Pedro Sánchez.

Aunque el diario El País, nuestro particular guardián de las esencias democráticas que oficia de modo sacerdotal en sus editoriales, estigmatice a quienes digan (digamos) que el voto por correo no llega a quienes lo han solicitado, habrá que repetirlo porque no es un bulo, sino la denuncia de una realidad incontestable. Miles, cientos de miles de ciudadanos, pueden comprobar en su entorno familiar y social la ansiedad de electores que se preguntan si podrán serlo el próximo día 23 de julio. No estamos ante ningún tipo de pucherazo; no estamos tampoco ante un fraude; no observamos —todo lo contrario— comportamientos reprobables en los muy amables, serviciales y profesionales funcionarios y empleados públicos de Correos. No dudamos tampoco de que en la entidad se estén esforzando en intentar que quien lo solicite pueda votar en las elecciones generales. De lo que se trata es de subrayar la dificultad de una tarea administrativa que requiere de determinados trámites para la validez del voto que exige unos medios materiales y unos recursos humanos de los que Correos carece por más que hayan sido reforzados los ordinarios.

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