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El abuso de poder y la indignidad (el caso de Pedro Sánchez)
El caso de Begoña Gómez es el epítome del abuso del poder por el presidente del Gobierno, pero también por parte de ella porque se prevalió, implícita o explícitamente, de la condición institucional de su marido
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Los politólogos han protocolizado ya la sintomatología del populismo. Pero la definitoria es el abuso de poder. No constituye, salvo en determinados casos, un ilícito penal o administrativo. Es más sutil: es la utilización de los mecanismos de poder en un grado máximo, al servicio de intereses particulares o partidistas, amparado todo ello en la invocación a la legitimación democrática obtenida en las urnas. Es el llamado mayoritarismo, un concepto reciente que define la relativización de los contrapoderes en una democracia mediante su desactivación. Se denomina también la 'banalización del autoritarismo'. Constituye un deslizamiento de los sistemas democráticos a regímenes materialmente iliberales con dirigentes autócratas.
"Cuando un ministro se refiere a Sánchez como el 'puto amo' está haciendo una definición de un abusador del poder"
En España Pedro Sánchez es el paradigma de este comportamiento. Abusa del poder porque es un político débil y por eso utiliza el tacticismo con una perseverancia con la que es difícil competir por aquellos de sus adversarios que disponen de una jerarquía de valores convencionales. El abuso de poder se sustenta en dos pilares: la excitación de las emociones confrontativas (la dialéctica amigo/enemigo y conmigo/contra mí) y un liderazgo hiperbólico que establece una conexión directa con la ciudadanía sin filtros intermedios, sean institucionales o sociales, es decir, el Parlamento o los medios de comunicación. El resultado es siempre el mismo: la negativa a rendir cuentas porque la sociedad, supuestamente, le autoriza a la impunidad y a la privatización del Estado. Conlleva también una gestualidad bronca: las manos en los bolsillos en la recepción al Rey, la falta de respeto en el debate de investidura al líder de la oposición riéndose a carcajadas de él, la ausencia física en plenos parlamentarios que le conciernen, como el de la amnistía, entre otros, y que desembocan en la mejor definición de Sánchez: es el 'puto amo'. Pues bien, cuando un ministro se refiere así al presidente del Gobierno, está definiendo al abusador del poder.
"Sánchez ha cosificado a su cónyuge en un síndrome patriarcal como si ella no tuviera la plenitud de derechos para explicarse"
El caso de Begoña Gómez, manoseado amoralmente por el propio presidente, es el epítome del abuso de poder. Un abuso también de ella porque se prevalió, implícita o explícitamente, de la condición institucional de su cónyuge. El Gobierno se pone al servicio personal de Sánchez en una estrategia de defensa de las conductas impresentables de su mujer (sean o no delito) como si fuese una razón de Estado. Resulta particularmente manipulador cómo el presidente del Gobierno ha cosificado a su cónyuge atrapada por un síndrome patriarcal (o sea, machista) según el cual ella no tiene capacidad de defenderse por sí misma, de comparecer para dar explicación de sus propios actos, de relacionarse con la sociedad como una ciudadana que, aun careciendo de estatuto institucional, es persona con relevancia y en plenitud de derechos y de obligaciones. Su instrumentalización emocional como reclamo electoral ha terminado por convertirla en un constructo denominado Begoña Gómez.
La dialéctica de Sánchez en su segunda y destructiva carta a la ciudadanía ofrece reflejos del discurso de Trump. Arremete contra el juez, contra sus adversarios políticos y contra la prensa (un sector de la prensa). En el populismo las tendencias de izquierda y de derecha se tocan. En el caso del socialista, el daguerrotipo es más latinoamericano que anglosajón y sigue las pautas del 'hackeo democrático' (sic) tan bien descrito por Carlos Granés en su ensayo Delirio americano. Una historia cultural y política de América Latina (editorial Taurus 2022).
Este abuso de poder, por otra parte, es un continuum y se manifiesta también en el engaño de los cinco días de abril de supuesta reflexión, en la política de nombramientos, incluso en el sector institucional de la Administración General del Estado, en la desecación de las Cámaras legislativas mediante los decretos leyes, en el ejercicio de la iniciativa legislativa con proposiciones de ley a través del grupo parlamentario socialista para así evitar la emisión de los informes consultivos, preceptivos y no vinculantes, de los órganos asesores que son obligados en los proyectos de ley, en el manejo de los medios públicos de comunicación al compás de los intereses del Gobierno, en el fraude de Constitución aprobando una amnistía en pago del apoyo para la investidura y cuya entrada en vigor aplaza quebrando los 'usos' con los que ataca al juez que instruye la causa contra su esposa, en la transformación del ministerio fiscal en abogado defensor de la cónyuge presidencial y en el gobierno de la Nación sin Presupuestos Generales del Estado a los que se renuncia en los primeros meses de la legislatura.
"El abuso de poder se acompaña de la falta de dignidad de los prescriptores del presidente que debieran ayudarle y no simplemente adularle"
El abuso de poder se acompaña con la falta de dignidad de los prescriptores del presidente que debieran ayudarle y no, simplemente, adularle. Qué sea la dignidad es cuestión complicada de definir. Carlos Luis Álvarez (1928-2006), conocido por su sobrenombre de Cándido, con el que firmaba sus artículos, publicó el ensayo titulado ¿Qué es la dignidad? Escribió: "El honor, la honra, la fama suelen ceder a la vanidad y a la soberbia, llevan al cuello un cascabel, mientras que la dignidad es silenciosa, hay siempre un poso de amargura en ella y depende de cada uno de nosotros". Y añadía: "Cuando la razón es aplastada o ensordecida, el perfume de la dignidad la sustituye. Es el último agarradero del ser humano cuando la razón es imposible y asegura contra toda esperanza y también contra todas las apariencias la difícil obra de hacerse personas. No hay en la dignidad ruido ni desgarro, sino humildad y pudor. Arrastra consigo la sensación de desamparo (…)". Con motivo de los cinco días de abril que se tomó Sánchez a modo de reflexión hubo quien pensó —y lo escribió— que el presidente había llegado a su "límite". Los hechos posteriores y actuales desmienten esa apreciación. No los tiene.
El abuso de poder es indigno. Son indignos también aquellos que lo secundan con la apariencia convencida de que el autoritarismo persigue un fin noble. Cuando el tiempo político de Sánchez se acabe, pronto o tarde, no solo el PSOE que él dirige se hundirá, sino que los que están arropando y ejecutando sus políticas de erosión de la democracia liberal pasarán a la historia como personajes inanes y olvidables. Son esos secundarios sin los que no hay representación teatral. Son los que sostienen el abuso cesarista del poder de Pedro Sánchez. La dignidad es solitaria y se mantiene por mucho que la derroten las urnas. Su dictamen pone y quita gobiernos, pero no enajena el patrimonio cívico y ético de los ciudadanos. Las mayorías no marcan las reglas éticas ni otras fundamentales en un sistema democrático.
Los politólogos han protocolizado ya la sintomatología del populismo. Pero la definitoria es el abuso de poder. No constituye, salvo en determinados casos, un ilícito penal o administrativo. Es más sutil: es la utilización de los mecanismos de poder en un grado máximo, al servicio de intereses particulares o partidistas, amparado todo ello en la invocación a la legitimación democrática obtenida en las urnas. Es el llamado mayoritarismo, un concepto reciente que define la relativización de los contrapoderes en una democracia mediante su desactivación. Se denomina también la 'banalización del autoritarismo'. Constituye un deslizamiento de los sistemas democráticos a regímenes materialmente iliberales con dirigentes autócratas.