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Jorge Dezcallar

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Ni contigo ni sin ti

Les guste o no a los norteamericanos, ni pueden quedarse ni tampoco pueden irse del todo de Oriente Medio como desean, para no empeorar una situación geopolítica ya de por sí complicada

Foto: Soldados estadounidenses patrullan la frontera entre Siria y Tirquía con las milicias kurdas YPG. (Reuters)
Soldados estadounidenses patrullan la frontera entre Siria y Tirquía con las milicias kurdas YPG. (Reuters)

Dice la letra de una conocida cumbia, y uno les comprende porque en esto no hay grandes diferencias entre Obama y Trump, ambos desconcertados ante las complejidades de un Oriente Medio que no logran desentrañar y que les hace preguntarse por qué rayos se metieron en ese avispero irresoluble. Hoy, son muchos los norteamericanos que piensan que si tras muchos muertos, muchos años y mucho esfuerzo no han logrado que la región esté mejor o sea más segura, tampoco creen que vaya a empeorar si la abandonan, que es lo que quieren hacer para dedicar más atención y más recursos a Rusia o a China, sus verdaderos rivales. Pero aunque tienen razón, también se equivocan porque, como habitualmente se dice, no hay situación mala que no sea susceptible de empeorar. Y esta es una de ellas.

El mes pasado, varios soldados norteamericanos (las otras víctimas cuentan menos en esta macabra contabilidad) han sido asesinados en Manbij, cerca de la frontera turca, en un atentado terrorista llevado a cabo por un comando del Estado Islámico. El hecho es notable por dos razones: la primera es que Manbij está muy lejos del único reducto que aún conserva el Estado Islámico en Siria, en el Valle del Éufrates, junto a la frontera iraquí. Para llegar hasta Manbij, esos milicianos han tenido que atravesar antes todo el país. La segunda razón es que la derrota del Estado Islámico ha sido la razón aducida por Trump para anunciar el regreso a casa de los 2.000 soldados que aún mantiene en Siria, motivando la dimisión de su ministro de Defensa, el general Mattis, al que el presidente no había tenido la amabilidad de anunciar previamente su decisión. En realidad, el Estado Islámico ha sido derrotado pero no ha desaparecido, como todo el mundo sabe y acaba de confirmar la CIA, para disgusto del propio Trump.

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Y hace 15 días, los talibanes han llevado a cabo un brutal atentado a solo 50 kms de Kabul contra un centro de entrenamiento de la NDS, que es el principal servicio de Inteligencia de Afganistan. Un suicida y varios milicianos acabaron en pocos minutos con la vida de un centenar de agentes. Y eso ocurre en un país donde los norteamericanos libran la guerra más larga de su joven historia, 17 años de conflicto que no han logrado pacificar el país y, lo que es peor, que tampoco ofrecen perspectivas halagüeñas de futuro a pesar de las conversaciones que Washington mantiene con los talibanes (se han reunido cinco veces con ellos, cuatro en Doha y una en Abu Dhabi), porque estos no quieren hablar con el Gobierno de Kabul, al que consideran una marioneta, probablemente con mucha razón, y eso complica el desenganche norteamericano.

Ahora, hace apenas una semana, se ha anunciado un principio de acuerdo por el que los talibanes aceptarían un alto el fuego y evitar que el país vuelva a convertirse en santuario de terroristas a cambio de una retirada escalonada de las fuerzas de los EEUU, todo ello a su vez vinculado a unas negociaciones de los talibanes con el presidente Ghani para formar un Gobierno de coalición en Kabul que reforme la Constitución y que convoque elecciones. No parecen condiciones fáciles de cumplir y son demasiados los flecos que aún hay que cerrar como para poder cantar victoria, y por eso Ghani, que está aterrado, les pide que no se vayan y está dispuesto a rebajar los costes de su estancia en Afganistán. Pero si las negociaciones lograran progresar, podría ser un paso adelante para reducir la presencia norteamericana en la región, como desean la Casa Blanca y los líderes del Congreso.

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Mientras, Israel, sin duda preocupado por la retirada norteamericana y con un primer ministro acusado de corrupción, agarrado a una exigua mayoría parlamentaria y con elecciones a la vista en abril, ha bombardeado a cara descubierta varias bases sirias/iraníes cerca de Damasco, desde donde se había disparado el día anterior un misil contra los Altos del GolÁn.

La novedad no es el ataque, porque Israel ha bombardeado en los últimos años decenas de objetivos militares en Siria para evitar que Irán o sus milicias aliadas de Hizbulá puedan afianzarse y amenazar su seguridad. La novedad es que Tel Aviv lo reconozca públicamente, como queriendo advertir de que la retirada norteamericana no menguará su seguridad. Igual que hace pocas semanas también reconoció públicamente un ataque cibernético contra instalaciones nucleares iraníes. Sin miedo y a cara descubierta, porque su superioridad militar es aplastante gracias en buena parte al contrato de suministro de armas que Netanyahu firmó con Obama a pesar de no soportarle.

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Y los que faltaban, los turcos, ya han avisado de que cualquier día de estos atacarán a los kurdos de las milicias YPG por considerar que son aliadas de la organización terrorista PKK, cuyo líder, Ocalán, está en una prisión turca. Ankara no quiere de ninguna manera un Estado kurdo, una autonomía kurda o que los kurdos controlen provincias sirias junto a su frontera, y está dispuesta a impedirlo por las bravas si hace falta. El problema es que el YPG ha sido durante los últimos años el más eficaz aliado de los estadounidenses en su lucha contra el Estado Islámico y por eso Trump, con su sutileza habitual, ha advertido a Erdogan de que "devastará económicamente" a Turquía si ataca a sus amigos kurdos. Erdogan se lo está pensando, pero no hay que hacerse ilusiones, porque el asunto es vital para Ankara.

De momento, los kurdos, que no se fían de Washington y ante la que se les viene encima, se han echado en los brazos de su anterior enemigo, el presidente Bachar al Asad de Siria, ofreciendo lealtad a cambio de protección y de una cierta autonomía para manejar sus asuntos. Los rusos apadrinan estas negociaciones, que tampoco son fáciles.

Aquí los que ganan con la retirada americana son, por este orden, los rusos, los iraníes y los turcos, que se van a reunir otra vez para hablar del futuro de Siria sin los americanos, como acaba de anunciar Putin. No les debe importar lo que piensan.

Los que ganan con la retirada americana son los rusos, los iraníes y los turcos, que se van a reunir otra vez para hablar del futuro de Siria sin EEUU

Los rusos ganan porque están en el centro de todas las combinaciones sirias, extienden su influencia regional, hablan con todos y se aseguran de que el arreglo político que se alcance tendrá en cuenta sus intereses en forma de bases militares y de participación en la reconstrucción del país. Turquía gana porque la retirada norteamericana deja a los kurdos solos ante el peligro y porque, en último término, entre los kurdos y los turcos sabe que Moscú se acabará inclinando por Ankara. 'Realpolitik', le llaman a eso. E Irán, porque a la chita callando sigue extendiendo su influencia en una Siria que lo necesita para mantener la tiranía de los alauíes (10% de la población) en un país de aplastante mayoría suní. La ironía de todo esto es que la retirada norteamericana abre la región a los tres imperios que la han dominado históricamente: el zarista, el otomano y el persa. Nada nuevo bajo el sol.

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Por eso, el consejero de Seguridad Nacional, John Bolton, que no es ninguna 'paloma', ha tenido que corregir a su jefe y advertir de que los soldados norteamericanos no se retirarán sin garantizar antes la seguridad de Israel y de los aliados kurdos, y ahora se habla de reforzar las bases en Irak, desde donde los norteamericanos podrían desplazarse rápidamente adonde hiciera falta, cosa que pone de los nervios al Gobierno de Bagdad, que teme verse arrastrado a problemas que no desea con su vecino iraní, con el que ya tuvo una cruenta guerra y con el que comparte la fé chií.

Por esa razón, Pompeo, durante su reciente gira por Oriente Medio, acaba de firmar con Qatar (que sigue peleado con Arabia Saudí) un acuerdo para ampliar Al Udaid, base de la V Flota. Y es que, les guste o no a los norteamericanos, ni pueden quedarse ni tampoco pueden irse del todo como desean, para no empeorar una situación geopolítica ya de por sí complicada y que puede enredarse aún más. Imposible o, como diría un castizo, ¡áteme usted, si es tan amable, esa mosca por el rabo!

Dice la letra de una conocida cumbia, y uno les comprende porque en esto no hay grandes diferencias entre Obama y Trump, ambos desconcertados ante las complejidades de un Oriente Medio que no logran desentrañar y que les hace preguntarse por qué rayos se metieron en ese avispero irresoluble. Hoy, son muchos los norteamericanos que piensan que si tras muchos muertos, muchos años y mucho esfuerzo no han logrado que la región esté mejor o sea más segura, tampoco creen que vaya a empeorar si la abandonan, que es lo que quieren hacer para dedicar más atención y más recursos a Rusia o a China, sus verdaderos rivales. Pero aunque tienen razón, también se equivocan porque, como habitualmente se dice, no hay situación mala que no sea susceptible de empeorar. Y esta es una de ellas.

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