El año clave de Emilio Botín

Discutir que Emilio Botín, presidente del Grupo Santander -el octavo grupo financiero del mundo-, ha sido el personaje financiero y económico clave durante lustros en España es como negar que los de la ribera del Duero tenemos algo que ver con la montaña burgalesa, salvo la circunscripción electoral.

Pues bien, en 2014 (octubre) cumplirá 80 años y el banquero cántabro puede ya a empezar a escribir sus memorias -sin duda alguna serán jugosas- porque los grandes fondos de inversión que tienen su pasta en el Santander -entidad solvente donde las haya porque lo dejó claro con las 'preferentes'- quieren un horizonte despejado en los liderazgos que suelen sertan sustanciales en el sistema anglosajón que tan bien conoce don Emilio.

Relatan que el consejero delegado Javier Marín, que sustituyó por imperativo legal a Alfredo Sáenz -la vida en ocasiones es muy injusta- está llevando a cabo una auténtica revolución interna con la tijera Montoro style. Ha bajado el bonus a los directivos en un 20%, nada de businessen los viajes, low costa gogó, almuerzos de trabajo incluidos.

Ya se sabe que el ejemplo mueve más que las palabras. La cuestión sucesoria parece ser clave en la primera entidad española -bien es cierto que según se mire- y las apuestas van y vienen acerca de si la presidencia ejecutiva del Santander continuará teniendo apellido Botín. Me refiero, naturalmente, a Ana Patricia, cuya andadura en el mundo de los grandes negocios ha sido de ida y vuelta. Luis Abril recordará bien una famosa portada en la revista dominical del nada sospechoso rotativo El País.

Don Emilio hace tiempo que comprobó que Mariano Rajoy no es precisamente José Luis Rodríguez Zapatero, el muchacho leonés que bebía sus vientos santanderinos.

Nunca es para siempre, señor Botín. Y, como dijo el poeta: también se muere el mar, en este caso, profesionalmente.