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¡Canicucas, Adolfo, canicucas!
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Graciano Palomo

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¡Canicucas, Adolfo, canicucas!

Lo recuerdo como si fuera ayer. Habíamos viajado a Ceuta y Melilla para desactivar en los cuarteles legionarios el clamor militar

Foto: Adolfo suárez y carrillo se saludan en presencia de jesús de polanco.
Adolfo suárez y carrillo se saludan en presencia de jesús de polanco.

Lo recuerdo como si fuera ayer. Habíamos viajado a Ceuta y Melilla para desactivar en los cuarteles legionarios el clamor militar contra el estado de cosas en España. Inmediatamente volamos al País Vasco donde el presidente Suárez fue recibido en medio de una huelga institucional encabezada por el PSOE. El séquito presidencial de periodistas estuvimos acorralados en la residencia del delegado del Gobierno porque no podíamos salir a la calle ante la presión social/abertzale contra el primer presidente de la democracia que había restituido las libertades a los españoles.

Por la noche, durante una cena con militantes de UCD, Adolfo fue interrumpido por una llamada urgente. Salió escopetado hacia una cabina del hotel.

-¿Qué pasa, presidente?, pregunté, en mi calidad de enviado especial de EFE.

-¡Me llama el Rey…!

Unos días más tarde presentaba la dimisión. Han pasado 33 años. Le seguí cultivando cuando fundó el CDS. Luego, la oscuridad.

Recuerdo que en aquellos fascinantes e irrepetibles años viajé 29 veces para cubrir sus desplazamientos presidenciales siendo yo responsable de Información Política de la agencia EFE, es decir, la agencia que controlaba el gobierno y que presidía Luis María Anson. Jamás tuvimos el menor problema de censura o presión que sí hubo, en cambio, en cuanto llegó el PSOE de Felipe González y su mano derecha Julio Feo.

Poco antes de abandonar la presidencia, una de mis redactoras, Consuelo Álvarez de Toledo, cuyo marido Federico Ysart era colaborador íntimo de Suárez, escribió un artículo titulado “¡Canicucas, Adolfo, canicucas!”. Que era como decir: ¡Échale huevos, presidente!

Los echó y dimitió. Nada fue desde entonces igual. Hubo errores, sin duda, pero fue una obra inmensa.

Ahora, donde estés, querido presidente, ¡canicucas, muchas canicucas!

Lo recuerdo como si fuera ayer. Habíamos viajado a Ceuta y Melilla para desactivar en los cuarteles legionarios el clamor militar contra el estado de cosas en España. Inmediatamente volamos al País Vasco donde el presidente Suárez fue recibido en medio de una huelga institucional encabezada por el PSOE. El séquito presidencial de periodistas estuvimos acorralados en la residencia del delegado del Gobierno porque no podíamos salir a la calle ante la presión social/abertzale contra el primer presidente de la democracia que había restituido las libertades a los españoles.

Adolfo Suárez Rey Don Juan Carlos Agencia EFE