La gira del Rey a los amigos del Golfo

Inocencio Arias (Chencho para los amigos), el diplomático del Renacimiento que lo mismo tutela una embajada que escribe un manual sobre el gol de Zarra, sostiene que Su Majestad está enamorado. De España, naturalmente.

El elefante de Botsuana -ahí nos enteramos de la existencia de una tal Corinna- y un yerno aprovechado destrozaron buena parte de los méritos acumulados por don Juan Carlos desde hace 39 años. Hay algo en lo que coinciden el embajador (jubilado) Arias y el jefe del CNI en activo, general Sanz Roldán: el Rey no está dispuesto a que se lo lleve por delante un mal viento. Trata de demostrar que todavía puede servir a los intereses de España y en ese contexto se circunscribe el roadshow por el Golfo Pérsico, que son los únicos países que tienen jurdó fresco y posibilidades de crecimiento.

Por de pronto, ha recuperado su “agenda” y su “papel” institucional que tanto echó en falta durante esos duros meses agarrado a la cama de un hospital o en la soledad de sus estancias en La Zarzuela. Lo ha hecho en un terreno en el que no tiene rival: las petromonarquías del Golfo donde don Juan Carlos es una referencia internacional de primer orden. El Soberano sabe mejor que nadie que España exige en estos momentos hechos y no palabras. Con el objetivo claro de conseguir el Metro de Abu Dhabi (Emiratos Árabes), la Exposición Universal 2020 en Dubai, la ampliación de la red ferroviaria y carreteras de Kuwait , el Metro de Yeda (Arabia Saudí), el corredor ferroviario Norte-Sur (Arabia Saudí) y la renovación de la flota militar de éste mismo país y de Catar. Estos proyectos y subsiguientes contratos tienen sus corolarios en empresas españolas tales como ACS, Indra, OHL, Airbus, Técnicas Reunidas, FCC, CAF-Talgo, Abengoa, Cepsa, Ferrovial y Avantia.

Nunca un rey estuvo tan pegado a cosas tan prosaicas como las cuentas corrientes y las amistades, incluso personales, con historias de dinero.

¡Es el signo de los tiempos!