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Las ‘rivereces’ de cada día que asombran al mundo
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Graciano Palomo

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Las ‘rivereces’ de cada día que asombran al mundo

Joven príncipe: lo primero es no creerte que eres de verdad. No estás donde estás porque tengas en tus manos las pócimas mágicas para regenerar lo imposible

Foto: El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera. (Efe)
El presidente de Ciudadanos, Albert Rivera. (Efe)

Tengo especial afecto personal a Albert Rivera, a Jordi Cañas y a Carina Mejías, personas a las que conozco desde aquellos años difíciles (que los siguen siendo) de Cataluña en donde les habían metido en un gueto (aunque menos que al PPC) simplemente por el delito de querer ser dos cosas a la vez.

No deben confundir el señor Rivera y la señora Mejías la crítica o el análisis puntual a algunas de sus variopintas propuestas con las que nos agasajan en cada almuerzo cotidiano, incluida esa de mandar al averno a millones de personas por el simple hecho de haber nacido algunos años antes que ellos, con campañas orquestadas por intereses espurios que no existen. ¡Qué error! ¡Qué inmenso error! ¡Si le aplicáramos siquiera el “método Wasermann” que se ha seguido en los medios contra Pablo Iglesias y su Podemos, qué dirían! ¡Que no! Simplemente que están diciendo muchas paqueiradas; a raudales; a montones. Tabulando insensateces una tras otra. Alejados por completo de la realidad que es la mayor perversión en un aspirante a gobernante.

Vamos por partes. Lo primero, joven príncipe, es no creerte que eres de verdad. Porque no lo eres. Isidro Fainé, por ejemplo, sí; tú no. Lo segundo, es que no se puede estar en la procesión y repicando (ofreciendo el mismo puesto a Jesús Cintora y a la vez a Alfonso Rojo). Lo tercero: estás en la posición que estás (según las encuestas) gracias a Luis Bárcenas, Miguel Blesa, Francisco Correa y Rodrigo Rato. No porque tengas en tus manos las pócimas mágicas para regenerar lo imposible o porque estén en la divinidad de un liderazgo inmarcesible e inabarcable. Un poco de sentido de la realidad.

Creo, modestamente, que la aparición de Ciudadanos es y representa un soplo de aire fresco para el viciado ambiente de la vida política española. Claro. Dicho lo anterior escribo que ya he visto bajar mucha agua bajo los puentes que amenazaban con comerse todo y al final quedaron en meros requiebros ad hominem. Véase el CDS del mítico Suárez; la UPyD de Rosa Díez o Nick Clegg en el reciente Reino Unido.

Mi querido y apoyado Rivera: lo peor que le puede pasar a un dirigente político es que le tomen a chacota. O lo que es lo mismo: que cada vez que abras la boca el respetable al unísono exclame: ¡Ah!, sí… ¡Rivereces!

PD. Este artículo ha sido inspirado, dirigido y escrito, naturalmente, en las calderas oscuras de la Moncloa. ¡Piensa el ladrón…!

Tengo especial afecto personal a Albert Rivera, a Jordi Cañas y a Carina Mejías, personas a las que conozco desde aquellos años difíciles (que los siguen siendo) de Cataluña en donde les habían metido en un gueto (aunque menos que al PPC) simplemente por el delito de querer ser dos cosas a la vez.

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