El alegato de Vargas Llosa

La orgía de palabras, la confusión en los mensajes, la superposición de mentiras con las medias verdades es tan atronadora que discernir el grano de la paja no es cosa baladí en los actuales momentos de nuestra vida pública.

Por eso se agradece tanto el atisbo siquiera de mera sensatez y las conclusiones sobre hechos reales. Al respecto me ha interesado mucho la reflexión del Nobel Mario Vargas Llosa que para su desgracia es más noticia por su relación ochentona con Isabel Preysler que por la profundidad de su pensamiento.

Dice el inolvidable autor de 'La ciudad y los Perros' en una entrevista en El Mundo que tras la caída del Muro pensó que la gran utopía colectivista no tenía asidero en nuestra época y, sin embargo, caló en Iberoamérica la perseverancia del fenómeno chavista y los estragos causados por ese alarido. “Hasta España -subraya textualmente- ha llegado la ilusión por ese regreso a las cavernas políticas… Es inquietante”.

Vargas Llosa es un liberal de éxito que comenzó su carrera profesional de redactor en un diario de Lima (Perú). Pero su afirmación responde a hechos, hechos, hechos que podría suscribir cualquier ciudadano del mundo superpoblado con un mínimo de conocimiento histórico y un gajo de experiencia vital.

Desde mi propia experiencia afirmo que la verdad está en el centro, en el sentido común y en el más común sentimiento de justicia. Yo viví la caída del Muro junto a la puerta de Brandenburgo. Fue el pueblo de la Alemania comunista el que derribó aquella vergüenza. Porque el detritus que había creado el traidor Erich Honecker y sus amos de Moscú -el mismo que se dio un beso en la boca con el sátrapa comunista Leónidas Breznev- no se podía soportar por más tiempo. Lo mismo digo de la Cuba de Batista y la Venezuela de Carlos Andrés Pérez. Si aquellas miserias no hubiera llegado ni los Castros ni los Chávez, ni los Maduro. Esta es la cuestión.

Ese fue el éxito de la vieja Europa tras la II Guerra Mundial. La alianza del centro derecha y el centro izquierda creó el espacio más rico, más justo, más noble y libre de todo lo que aparece en el empequeñecido mundo que vivimos. Lo demás es caverna y oprobio más injusticia, so pretexto de combatir otra.

Lo que algunos temen hoy en España tiene dos causas meridianas: corrupción y desempleo. Punto. Mientras haya corrupción y desempleo masivo hay que atenerse a las consecuencias. Punto.

Y la guinda: “Es una monstruosa injusticia descalificar la Transición…”