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Un ingeniero (Papell) pulveriza a los listos rupturistas
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Graciano Palomo

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Un ingeniero (Papell) pulveriza a los listos rupturistas

La Transición fue una expresión ejemplarizante de cómo el pueblo español determinó lo que quería para su futuro. Por mucho que algunos ahora se empeñen en lo contrario

Foto: Antonio Papell con María Teresa Fernández de la Vega. (EFE)
Antonio Papell con María Teresa Fernández de la Vega. (EFE)

Nada de lo que no es verdad aguanta mucho tiempo. Porque la verdad es la verdad y siempre es la verdad. La Transiciónlo fue. Punto. Aunque lo nieguen todos los porqueros del orbe.

He leído con fruición el libro que por su sistema y método solo podría escribir un ingeniero de Caminos, Canales y Puertos. Además de esa condición (que no conlleva necesariamente ser la alegría de la huerta) une Antonio Papell su oropel de protagonista en aquel extraordinario e histórico proceso que desmontó los hilachos de una dictadura personal y convirtió a España en el asombro del mundo. Les guste o no. Repito: asombro del mundo libre y hasta del esclavizado.

Tengo el privilegio de compartir desde hace casi cinco años rayos catódicos con Antonio en diferentes medios. Y, por ende, conozco de mano primera sus escalones intelectuales y sus derivas básicas. Un cuaderno de bitácora que fundamentalmente asienta sus reales en aquella famosa frase de Indalecio Prieto (el del Vita): “Soy socialista -socialdemócrata- a fuer de liberal…”.

El nuevo libro de Papell ('Elogio de la Transición', Akal, 2016) sería de obligatoria lectura en los colegios y universidades si estos centros cumplieran el papel básico por el que nos cuestan tanta pasta. El sistema que se instauró en la España democrática desde 1978 -copiado por naciones serias de aquí y de acullá- se basó en la moderación, el consenso en asuntos claves y en la determinación de hombres de Estado, alentados por un pueblo que anhelaba paz, libertad y progreso.

Nadie puede negar que algunas cosas de aquel “pacto entre españoles” han quedado claramente superadas. Claro. Pero mucho menos que aquellos regímenes que acudieron a combatir injusticias para implantar otras mayores por la vía de la revolución violenta. De ahí a poner en cuestión todo el andamiaje va un trecho. Aquello fue, en efecto, progreso, democracia, donde el pueblo habló en numerosas ocasiones y autodeterminó su futuro esplendoroso, del que se han aprovechado los mismos que ahora ponen dinamita en sus anclajes.

“Nuestro régimen actual, escribe Papell, es tan venerable como el norteamericano o el francés…Y ahí nadie hace cuestión de gabinete su liquidación a piquetazos…”
Vuelvo al principio, mis queridos amigos. Nada de lo falso aguanta el tiempo. No aguantó la URSS de Lenin/Stalin, ni Pinochet, ni aguantarán los Castro y mucho menos Maduro.

Papell ha reflejado con exactitud y precisión matemática lo que fue el pueblo español en aquellos gloriosos años puesto en pie. Ese pueblo moderado y razonable todavía no ha dicho su última palabra. Y tampoco Antonio ha escrito su última letra.

Nada de lo que no es verdad aguanta mucho tiempo. Porque la verdad es la verdad y siempre es la verdad. La Transiciónlo fue. Punto. Aunque lo nieguen todos los porqueros del orbe.

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