Palo Alto
Por
Torquemada resucita: vuelven las listas negras de periodistas
Son tan antiguas como Recaredo, pero las de ahora traen por el camino de la amargura a la profesión porque se intuye que si algunos tocan poder desatarán sus odios africanos
Mi amigo Ignacio Camacho me susurra lo que entre la comunidad periodística es ya un secreto a voces y recorre las entrañas de los que tienen la obligación esencial de controlar al poder.
El sevillano Camacho -fino como una daga toledana- suele tener el vicio de acertar en sus ejercicios de prospectiva y me temo que su pituitaria tampoco va a fallar en este asunto. Las “listas negras” en España existen desde Recaredo y alcanzaron su cénit con el fraile Torquemada y llegan hasta ahora mismo. Las hizo el tal Miguel Ángel Rodríguez en la Castilla y León de Aznar y perviven, incluso, en la actual Telemadrid de Cristina Cifuentes e Ignacio Aguado.
¿Asientan sus reales acaso sobre la falta de talento de los que figuran en ese gheto? No. ¡Qué va! Se confeccionan sobre sambenitos fútiles, cuestiones personales u odios africanos. ¿Acaso los criterios para escribir nombres y apellidos en listas negras tienen algo que ver con el venteo de falsedades o mentiras? ¡Qué va! Se tabulan precisamente porque conllevan verdad o en el mejor de los casos porque los candidatos al paredón se niegan a poner puertas al campo. Que me conste uno de los torquemaditas más conspicuos se apellida Monedero y ya empezó a prender la pira cuando Cintora tenía programa en la berlusconiana Cuatro. Tiene acreditada vocación para la cosa: simplemente hay que leer los informes que escribía para Chávez, el dios venezolano. Pero no es el único y si tras el 26-J ocurre lo que intuimos sucederá, asistiremos a un aquelarre grandioso donde las hogueras se podrán ver desde Finisterre al cabo de Gata con fuerte olor a carne humana. Quizá el delator -sin causa- pueda sentarse en la mesa de al lado.
Resumiendo: no hemos aprendido nada.
Mi amigo Ignacio Camacho me susurra lo que entre la comunidad periodística es ya un secreto a voces y recorre las entrañas de los que tienen la obligación esencial de controlar al poder.