El "caso Espinar" y el leve problema de Podemos

Con lo fácil que hubiera sido comparecer para decir: "Miren, señores, cuando yo tenía 21 años y sin un metro donde caerme muerto, mi padre, preboste del PSOE en Madrid, amigo del entonces alcalde de Alcobendas, José Caballero, me dijo que tenía la posibilidad de adquirir una vivienda para darle el pase y hacer una rica plusvalía… Punto… Hice caso a mi padre… Punto”.

Porque en realidad eso fue lo que ocurrió. En lugar de eso, Ramón Espinar, persona a la que respeto y valoro en su agresividad y enorme ambición política y personal, se ha dedicado a explicar lo inexplicable porque yo soy de los que creen que el derecho a la evolución es uno de los derechos más sagrados en la condición humana. Ahora, el caballo anda desbocado y nadie podrá embridarlo, máxime cuando se convirtió en el paladín de los antiespeculadores del ladrillo.

Bien mirado, el caso de Espinar no tiene más recorrido, salvo por las mentiras y que es el principio de no retorno para su carrera política. Viene a confirmar el viejo refrán “dime de qué presumes y te diré de lo que careces”. Punto.

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José María Olmo

Lo que es mucho más relevante mirando en perspectiva histórica es el tema Podemos y su relación con la prensa. Son ya muchas golondrinas haciendo verano. Eso de fusilar al mensajero cuando trae noticias no gratas es tan viejo que ya Napoleón solía mandar al paredón al periodista incómodo. O arreglan ese quilombo o les irá muy mal.

No tengo simpatía alguna por Cebrián ni sus cuates pero es desconocer por completo cómo funciona la prensa libre, en este caso la redactora de cadena SER. Resultan intolerables, por estultos y bobos, los ataques para esconder la 'merdé'. Porque, además, desde Aquiles el de los pies ligeros o Ulises el taimado, la verdad es la verdad la diga su rey o su concubina.

¡Y todavía no han pisado moqueta! ¡Mare de Deu!