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Lo de Carmena: increíble pero cierto
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Graciano Palomo

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Lo de Carmena: increíble pero cierto

Ada Colau y Manuela Carmena llegaron por caminos retorcidos, vendiendo humo que ahora se transforma en decepción

Foto: La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena. (EFE)
La alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena. (EFE)

Hace unos días oí en el programa de mi amigo y colega Sergio Martín a la alcaldesa Carmena culpar a los madrileños de la suciedad de Madrid. ¡No podía dar crédito a lo que escuchaba! Lo decía la munícipe que siempre vendió —quizá por precio o demagogia— que los ciudadanos somos la encarnación del espíritu puro y la quintaesencia de todas las bondades. Y ahora resulta que a un año y unos meses de estar gobernando, o lo que sea, afirma que somos unos incívicos y unos guarros.

El 'aggiornamento' de doña Manuela era algo más que previsible. Hasta ese momento en su larga vida siempre estuvo en el momio, renegando de la burguesía pero viviendo como una gran burguesa y siendo rentable utilizar la libertad y las posibilidades que ofrece ese sistema liberal. Ha llegado al primer sillón de la ciudad de Madrid y se ha dado cuenta de que son unos inútiles a la hora de solucionar los problemas diarios, pedestres, pero que nada tienen que ver con soflamas hueras y discursos baratos. No son capaces de quitar la porquería en las calles de la capital. Punto. Suben los impuestos para bagatelas y brindis partidarios, encantados de haberse enchufado con fruición a la mamandurria aumentada y nada corregida. Esta es la verdad. Y la verdad es siempre la verdad.

Carmena siempre fue una comunista rica y opulenta. Como jueza se tomaba mucho tiempo para sustanciar sus fallos y ha vivido del famoso despacho de Atocha. Pero gobernar una inmensa ciudad como Madrid requiere otras cosas. Para empezar a saber de qué estamos hablando. Conocimientos técnicos, capacidad de gestión y capacidad de trabajo.

Jamás pensé que Carmena pudiera gestionar una mercería o un estanco. Pero creí que no se atrevería a morder la mano que le da de comer

La alcaldesa, dicen algunos de los que la rodean, desprecia a la muchachada que le asiste en Cibeles. Pero esos chicos y chicas tan desposeídos de conocimientos pero repletos de ambición son los que la han llevado a ella hasta la alcaldía, algo que jamás pudo soñar. Al igual que su colega de Barcelona, Ada Colau, llegaron por caminos retorcidos, vendiendo humo que ahora se transforma en decepción. Una utilizó la vieja palabrería comunista y la catalana los desahucios para hacer carrera. Y en eso están. Ahora ya no les importan ni los excluidos ni los desahuciados. ¡Ya han conseguido el poder! Ahora a durar.

No son los únicos ejemplos. Pablo Echenique, el maño/argentino, contrató a una asistente/cuidador, le daba un sobre con poco dinero y a correr. Ahora pide al presidente aragonés, a cambio de aprobarle los presupuestos, que meta una partida sustancial para contratar cuidadores. ¡Hace falta jeta!

Yo jamás pensé que Carmena pudiera gestionar siquiera una mercería o un estanco. Pero sí, en cambio, creí que no se atrevería a morder la mano que le da de comer.

Pues, oiga, ha hecho lo uno y lo otro. De paso, ha subido el presupuesto municipal casi un diez por ciento. Mejor, le han subido, porque ella ni se entera ni le interesa.

Le quedan dos telediarios. Y lo hará notar. Hasta que eso suceda, Madrid seguirá presentando la imagen de una pocilga.

¡Qué vergüenza, oiga!

Hace unos días oí en el programa de mi amigo y colega Sergio Martín a la alcaldesa Carmena culpar a los madrileños de la suciedad de Madrid. ¡No podía dar crédito a lo que escuchaba! Lo decía la munícipe que siempre vendió —quizá por precio o demagogia— que los ciudadanos somos la encarnación del espíritu puro y la quintaesencia de todas las bondades. Y ahora resulta que a un año y unos meses de estar gobernando, o lo que sea, afirma que somos unos incívicos y unos guarros.

Manuela Carmena Ayuntamiento de Madrid