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Por qué quieren cargarse al Rey
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Graciano Palomo

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Por qué quieren cargarse al Rey

Si de algo ha hecho gala Felipe VI en su todavía corto reinado es de una prudencia extraordinaria, de una capacidad ilimitada para aguantar desprecios y vejaciones

Foto: El rey Felipe VI dirige un mensaje a los españoles dos días después del referéndum ilegal. (EFE)
El rey Felipe VI dirige un mensaje a los españoles dos días después del referéndum ilegal. (EFE)

Un historiador de oficio, liberal de pensamiento, me ha enviado unas condensadas líneas a propósito de las intenciones de los neototalitarios para cargarse al rey Felipe VI. Especialmente después de su decisivo, determinado y muy puntual alegato del pasado día 3 de octubre en defensa de la legalidad democrática, el sistema de libertades y la unidad de la nación que él, como jefe del Estado, tiene la misión básica de preservar y representar.

Comparto las apreciaciones del catedrático. Escuchando esa noche dramática el desgarrador mensaje del jefe del Estado al que buscan partir el país que representa, visualizando posteriormente su comportamiento como representante máximo de España, uno podría entender el afán de secesionistas, populistas y otras especies políticas por liquidar a Felipe VI.

El pasado jueves tuve ocasión de saludarle durante la recepción de la Fiesta Nacional del 12-O. Ha envejecido extraordinariamente y este cambio descriptible físico tiene su aquel. Imagino los días y las noches que el todavía joven monarca ha pasado contemplando un cierto apocalipsis que se cierne sobre la nación más antigua del mundo. Otro rey llamado también Felipe y que prefirió el frío de El Escorial a la Corte de Madrid tuvo una obsesión: que los territorios que heredó del césar Carlos pudiera testarlos íntegramente a su sucesor en la Corona.

¿Acaso piensan que con un presidente de la república les iría mejor? Sí, eso piensan, porque el Estado entendido como tal sería más débil

Han pasado cinco siglos desde entonces. Si de algo ha hecho gala Felipe VI en su todavía corto reinado –¡no gobierna, oigan, no gobierna!– es de una prudencia extraordinaria, de una capacidad ilimitada para aguantar desprecios y vejaciones, haciendo oídos sordos a los insultos, incluso personales y familiares, y colocando la dignidad de la representación por encima del cualquier otra consideración. Esta es la verdad. Y la verdad es siempre la verdad.

El tal Puigdemont intenta irrisoriamente situarse a su nivel. El tal Esteban blande el argumento en sede parlamentaria del escaso entusiasmo que genera en esos territorios periféricos la figura de Felipe VI. ¡Claro! Nada más hay que ver algunos programas de TV3 y ETB para extraer la conclusión fatua. ¿Acaso piensan que con un presidente de la república les iría mejor? Sí, eso piensan, porque el Estado entendido como tal sería más débil y fungible. Además de esos territorios, existen otros en la España democrática y en un Estado reconocido y apreciado internacionalmente. Desafortunadamente para los secesionistas está Felipe VI. ¿Acaso pensaban que el rey de España podría salir en la televisión para dar carta de naturaleza a los vuelos gallináceos?

Si se sometiera a refrendo del pueblo la figura del Rey –alguna vez habrá que hacerlo–, se podrían llevar alguna sorpresa. No precisamente agradable para ellos, incluso, después de sintonizar los medios públicos de información que controlan.

Un historiador de oficio, liberal de pensamiento, me ha enviado unas condensadas líneas a propósito de las intenciones de los neototalitarios para cargarse al rey Felipe VI. Especialmente después de su decisivo, determinado y muy puntual alegato del pasado día 3 de octubre en defensa de la legalidad democrática, el sistema de libertades y la unidad de la nación que él, como jefe del Estado, tiene la misión básica de preservar y representar.

Rey Felipe VI