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Feminismo: leyes, hábitos y conducta personal
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Graciano Palomo

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Feminismo: leyes, hábitos y conducta personal

Habrá que cumplir las leyes que existen para que la realidad se compadezca con la legalidad; habrá que hacer otras nuevas, sin duda

Foto: Manifestación del Día de la mujer en Tenerife. (EFE)
Manifestación del Día de la mujer en Tenerife. (EFE)

Me he alegrado mucho del éxito del 8-M. Por mi madre, que siempre mandó en casa, por mi hija (que ya sabe de qué paño está hecha la tela), por mi hermana, luchadora hasta la extenuación, por mi pareja y por todas las compañeras de oficio y existencia.

Si el 8-M ha tenido éxito es por una sola razón: la desigualdad y aún la injusticia existe. Punto. Y como existe, la respuesta ha sido colectiva y multimillonaria. Punto.

Foto: La manifestación del Día de la Mujer a su paso por el centro de Madrid. Foto: Pablo López Learte
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Ahora bien, como dijo el clásico, toda exageración al final conduce a la irrelevancia. Nadie en su sano juicio puede poner en cuestión algo esencial en los tiempos que corren: la igualdad de sexos que implica igualdad de oportunidades en todos los estadios de la vida. Todos.

Habrá que cumplir las leyes que existen para que la realidad se compadezca con la legalidad; habrá que hacer otras nuevas, sin duda. Pero lo esencial, desde mi punto de vista, es el cambio de hábitos sociales y, lo que es más determinante, implicarse cada uno para que el relato tenga una mínima justeza con los comportamientos.

La defensa de la mujer tiene un corolario final: respetar a la que tienes al lado y tratarla de igual a igual

He oído, relativamente sorprendido, a gentes vociferando a favor de la igualdad y condenando las brechas cuando luego en su vida personal cuestionan derechos de sus propias empleadas de hogar o maltratan a sus subordinadas en el trabajo.

La defensa de la mujer tiene un corolario final: respetar a la que tienes al lado y tratarla de igual a igual. Es como la ecología: si no reciclas, no perores.

En este caso hay que aplicar el dicho clásico: las palabras, mueven. El ejemplo, arrastra.

Me he alegrado mucho del éxito del 8-M. Por mi madre, que siempre mandó en casa, por mi hija (que ya sabe de qué paño está hecha la tela), por mi hermana, luchadora hasta la extenuación, por mi pareja y por todas las compañeras de oficio y existencia.

Igualdad de género