De Cuba a Gibraltar

Dentro del amplísimo y carísimo (por cuenta del contribuyente) "círculo interior" que rodea a Pedro Sánchez, es sabido que el presidente persigue 'magnis itineribus' (a marchas forzadas) hacerse un hombrecito en la esfera internacional.

En realidad, desde la restauración democrático solo dos de nuestros primeros ministros —González y Aznar— consiguieron hacerse un hueco, bien es cierto que por motivos distintos.

El empresariado es el único que con su creación de riqueza puede hacer cambiar algo en un régimen monolítico y capaz de engañar a todos

Sánchez, con eso de que habla un inglés macarrónico, lo ha buscado desde el primer momento. Quiere ser mediador de algo. Como no lo ha conseguido en Colombia ni en Venezuela lo intenta en Cuba. En su viaje se ha llevado a empresarios y me parece de perlas. El empresariado es, al fin y a la postre, el único que con su creación de riqueza puede hacer cambiar algo en un régimen monolítico y capaz de engañar a todos al mismo tiempo, Obama incluido. Conozco muy bien aquel país. Solo una transformación económica (real) podrá resquebrajar el telón represor que denuncian constantemente los presos políticos en un lugar de donde todo dios quiere huir.

Gibraltar. No me creo que Sánchez sea capaz de vetar el acuerdo sobre el Brexit por la cuestión de la soberanía gibraltareña. Pero estoy dispuesto a aplaudirle si de verdad consigue enfrentarse a la Comisión Europea y a Downing Street hasta que el Reino Unido conceda justeza y verdad a las pretensiones españolas sobre la Roca. Por de pronto, el Gobierno ha sido burlado por la Comisión en un acto sin precedentes por parte de los responsables comunitarios ocultando información necesaria. ¿Le han tomado por el pito de un sereno? Sí. Y España debería responder como se merecen.

Hechos, Sánchez, y no palabras.