Podemos: del amor fraterno a la daga

El 'errejonazo', cinco años justamente después del exuberante nacimiento de Podemos, viene a situar a Pablo Iglesias ante su propia momia. Se presentaron en aquellos dramáticos días del 2014 como espíritus puros, amenazando con redimirnos a todos y un lustro después resulta que son hombres y mujeres con una extraordinaria pasión mamandúrrica capaz de engañar a cinco millones de personas y apuñalarse con ferocidad entre ellos mismos.

De Iñigo Errejón podría decirse aquello que acuñaron hace siglos en mi viejo lar castellano: Dios me libre del agua mansa que de la violenta me libro yo. Pero no es el único decapitador de la cosa. Iglesias, con su autoritarismo indisimulado, cada vez se asemeja más a Fidel Castro que bajó de Sierra Maestra con una docena de compañeros/comandantes y en poco tiempo se había cargado a todos. O a Hugo Chávez que tuvo que dejar a un maldito ignorante porque se había laminado todo lo que se encontraba a su paso.

Me sorprende que un tipo que se tiene a sí mismo en tan alta consideración intelectual no sepa que la momia de Lenin se pudre pese al frío reinante en las Murallas del Kremlin. Está fracasando en todos sus propósitos anunciados, sus mitos se desvanecen, sus promesas periclitan y su comportamiento en nada se compadece con el frescor del espíritu que emanaba del 15-M. En torno suyo ha creado el despotismo al nepotismo, la oscuridad cuando prometió luz y los reservados cuando juró por sus muertos taquígrafos y grabadoras.

Yo me pregunto qué deben sentir los millones de parias en tierra hispana que los llevaron en volandas y de buena fe al conocer que, en efecto, lo básico era una gran mentira. Vinieron a redimirlos sobre la base de que eran espíritus inmaculados, fraternales y desinteresados y se han instalado en el puñal y la prebenda.

Cinco años después lo único realmente sustancial que "podemos" llevarnos a la boca es un magnífico chalet en Galapagar y unos miles de nóminas públicas cuyos dígitos no soñaron jamás percibir en mérito en la sociedad civil.

Una vez más, la historia se repite. Se puede resumir nítidamente con otro refrán paladino: dime de qué presumes y te diré lo que no eres.

¡Qué decepción! ¡Qué inmensa decepción! Entre los pobres y desfavorecidos, naturalmente.