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El problema de la izquierda con las dictaduras amigas
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Graciano Palomo

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El problema de la izquierda con las dictaduras amigas

De Nicaragua apenas se habla mientras el podrido Daniel Ortega, el mismo que derrocó a otro dictador de signo contrario para redimir al pueblo, cubre su país de cadáveres

Foto: El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. (EFE)
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro. (EFE)

Resulta realmente inexportable el rol que adoptan las izquierdas españolas ante hechos contrastados y que afectan a gobiernos y regímenes amigos, especialmente en Iberoamérica. Porque la verdad es la verdad la propine Agamenón o su botarate.

Venezuela y Nicaragua —lo de Cuba lo hemos dejado ya por imposible— son ahora mismo los paradigmas de dictaduras de grueso calibre donde gobiernan sátrapas asesinos. Ni pan, ni leche, ni libertad. De Nicaragua apenas se habla mientras el podrido Daniel Ortega, el mismo que derrocó a otro dictador de signo contrario para redimir al pueblo, cubre las calles de su país de cadáveres y hace imposible la dignidad de su gente. ¿Alguien ha oído a algún dirigente de las izquierdas españolas abrir siquiera la boca?

Mucho más sangrante es el caso de Venezuela que parece vislumbrar ya alguna luz en el túnel bolivariano. Puedo entender más la defensa de Pablo Iglesias y Juan Carlos Monedero —el mismo que escribía manuales presuntamente para Chávez acerca de cómo infiltrar la disidencia y responder a palos en las calles— porque al fin y a la postre recibieron dinero a espuertas. No lo justifico, oiga. Digo que lo entiendo.

¿Alguien ha oído a algún dirigente de las izquierdas españolas abrir siquiera la boca?

No cortes la mano que te da de comer. Les perseguirá este asunto mientras vivan. Lo que no puedo comprender es lo de Pedro Sánchez que hace tan solo semanas se fue a besar la mano del dictadorzuelo inexportable. En este asunto caribeño queda reflejada la auténtica personalidad del primer ministro español. Llama de 'motu proprio' a Guaidó, le felicita por su coraje, pero no le reconoce no sea que Maduro le llame "amariconado". Baste, además, que se lo haya pedido Felipe González, quizá el español que mejor conoce la dictadura chavista.

Las izquierdas españolas tienen, en efecto, un muy serio problema con las dictaduras de izquierdas, algunas las más añejas y acendradas del mundo. La libertad y la democracia no son divisibles. Están anclados en el siglo XIX donde el "hijo puta es nuestro hijoputa".

¡Papelón!

Resulta realmente inexportable el rol que adoptan las izquierdas españolas ante hechos contrastados y que afectan a gobiernos y regímenes amigos, especialmente en Iberoamérica. Porque la verdad es la verdad la propine Agamenón o su botarate.

Dictadura Daniel Ortega Nicolás Maduro