Palo Alto
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Los Nadal (no Rafa) se van a ganar dinero
Creo que la auténtica razón para abandonar, por el momento, la actividad política tanto de Álvaro como su hermano Alberto, no tiene nada que ver con el dinero
Me encontré hace algunas semanas a Álvaro Nadal, el pitagorín de Soraya, el mismo que fuera jefe de la Oficina Económica de la Presidencia del Gobierno y posterior ministro de Industria y Turismo, cuando se dirigía a su escaño en el Congreso de los Diputados. Me anunció que dejaba la política "porque mi hijo entra en la universidad y tengo que ganar dinero…".
Fue un personaje clave durante los años de "marianismo" en el área económica apoyando al ministro Montoro y tirando de la familia hacia arriba, como lo hacen los que tienen siempre a mano la brújula de eso tan etéreo y a la vez tan tangible llamado poder.
Creo que la auténtica razón para abandonar, por el momento, la actividad política tanto de Álvaro como su hermano Alberto, no tiene nada que ver con el dinero. Tampoco han ido mal servidos durante los años del oropel. Tiene que ver con lo difícil que resulta, después de haber tenido tanto poder y cargos ejecutivos, tener que hacer de secante de sus sucesores en los cargos, por lo general, menos dotados técnicamente, que es una seña de identidad muy común en los cargos de la izquierda.
Tiene que ver con lo difícil que resulta, después de haber tenido tanto poder, tener que hacer de secante de sus sucesores en los cargos
No tengo una opinión cerrada (como en nada) al respecto. Por un lado, está bien que no tengamos políticos profesionales que solo entienden y comen de la mamandurria pública; por otro, no deja de ser un hecho cierto que en esa actividad hay que estar a las duras y las maduras. Ser ministro es un 'desiderátum' fantástico; ir de pueblo en pueblo y de plaza en plaza buscando votos lo es menos. Los Nadal nunca se han prodigado mucho en el magreo con las multitudes; tampoco están dotados para eso. Traigo su caso porque es un buen paradigma de lo que pasa en el conjunto de la derecha, respetando, claro está, la libertad de cada cual.
Ellos y sus conmilitones disponen de tranvía de ida y vuelta. La izquierda, salvando excepciones, solo tiene billete de ida. Y se aferran al cargo como percebe a la roca.
Me encontré hace algunas semanas a Álvaro Nadal, el pitagorín de Soraya, el mismo que fuera jefe de la Oficina Económica de la Presidencia del Gobierno y posterior ministro de Industria y Turismo, cuando se dirigía a su escaño en el Congreso de los Diputados. Me anunció que dejaba la política "porque mi hijo entra en la universidad y tengo que ganar dinero…".