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Pagando la campaña de Sánchez
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Graciano Palomo

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Pagando la campaña de Sánchez

El presidente y su cortejo desconocen el artículo 50 de Ley Orgánica del Régimen Electoral General que prohíbe hacer campaña en actos organizados con dinero público

Foto: Pedro Sánchez durante un acto público en Ciudad Real. (EFE)
Pedro Sánchez durante un acto público en Ciudad Real. (EFE)

Jamás desde la restauración democrática se había visto un espectáculo igual. La falta de escrúpulos éticos en la feroz campaña sanchista podría sacar una primera conclusión: no las tiene todas consigo pese a que domina a placer y a través de la “brunete mediática pro-gubernamental” (tan descriptible) y, por ende, busca arañar voluntades de aquí y de acullá golpeando en las grandes bolsas de votos revestido de la túnica de primer ministro.

La anunciada reclamación de los partidos de oposición (PP y Cs) a la Junta Electoral Central es un mal remedo de impotencia ante unos hechos consumados y, además, irreversibles. Las excusas de buen pagador a cuenta del contribuyente del Secretario de Estado de Comunicación, Miguel Ángel Oliver (Ser / Cuatro), suenan a chacota. Un informador puritano de la limpieza democrática y de la igualdad de oportunidades sabe distinguir sujeto, verbo y predicado. Ignoro lo que pensará su esposa, Charo Dominguez, que lleva toda su vida laboral trabajando para el PP y en puestos muy bien remunerados. No sé qué hará Oliver cuando vuelva a su oficio y tenga que opinar sobre casos como este, que dudo se puedan producir de forma tan “estentórea”.

Sánchez va a ganar…dopado. Ahora entiendo su obsesión por Franco…Los decretos-leyes le privan. Por lo visto y comprobado, Sánchez y su cortejo (a título de corifeo) desconocen el artículo 50 de Ley Orgánica del Régimen Electoral General que prohíbe hacer campaña en actos organizados con dinero público. Punto. ¿Qué es lo que no entiende? Claro que lo entiende, pero estamos ante un primer ministro (en funciones) tosco y grosero en la sensibilidad democrática. Justamente de lo que presume.

La Junta Electoral Central se la pasa Sánchez por el arco de triunfo. Parece mentira que Casado y Rivera no se hayan percatado de ello. Recurrir a esa instancia es igual a nada. Quizá deberían colegir, porque es de libro, que lo único que preocupa a su rival político es su imagen y enfermizo ego. Si denuncian sus prácticas en Europa quizá podrían poner alguna sordina ante tanto desvarío.

Jamás desde la restauración democrática se había visto un espectáculo igual. La falta de escrúpulos éticos en la feroz campaña sanchista podría sacar una primera conclusión: no las tiene todas consigo pese a que domina a placer y a través de la “brunete mediática pro-gubernamental” (tan descriptible) y, por ende, busca arañar voluntades de aquí y de acullá golpeando en las grandes bolsas de votos revestido de la túnica de primer ministro.

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