La tercera dama

Isabel Díaz Ayuso ha cumplido su viejo sueño a sus 40 añitos. Viene a tomar el testigo, tras el breve paréntesis de Ángel Garrido, de las otras damas del PP que no culminaron sus respectivas carreras políticas de la mejor manera.

Seis meses quedan atrás repletos de polémicas; nadie daba un chavo por la periodista que decidió zambullirse en las agitadas y negras aguas de la política. Delante, un sinfín de problemas que resolver donde la mejor arma es, sin duda, la decidida apuesta de su partido (al menos por ahora) por su liderazgo envuelto en todo tipo de dimes y, en ocasiones, diretes.

Íñigo Errejón, que al final será su frontispicio opositor sí o sí, ya sabe cómo se las gasta la señora. A mí, personalmente, me interesan los hechos mucho más que las palabras. No ha sido fácil este medio años para Díaz Ayuso. Al menos, no se ha metido debajo de la mesa en unas acusaciones graves, teniendo en cuenta el marco de juego en el que tiene que desenvolverse. Como Errejón ha decidido judicializar las mismas, serán fiscales y magistrados lo que decidan qué hacer con tales acusaciones.

Seis meses quedan atrás repletos de polémicas; nadie daba un chavo por la periodista que decidió zambullirse en las agitadas aguas de la política

Por el momento, tiene que muñir un gobierno capaz, al margen de las banderías internas, dotar de cohesión a un ejecutivo surgido con fórceps, y cumplir lo prometido: libertades, fiscalidad a la baja y transmitir la sensación de que, en efecto, hay un gobierno. En este punto no puedo por menos de glosar la intención del nuevo y flamante consejero de Transportes: "ha llegado el momento de trabajar por los madrileños sin mirar siglas…".

Hay quien opina que será "Isabelita, la breve". A lo largo de mi ya dilatada vida profesional he conocido dirigentes políticos que llegaron con vitola de caducidad a fecha fija y luego perduraron por lustros.

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