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Cataluña, ¿cómo hemos llegado a esto?
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Graciano Palomo

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Cataluña, ¿cómo hemos llegado a esto?

El 'procés' se ha ido descontrolando hasta convertir Cataluña en un país sin garantía alguna de poder vivir como uno piensa

Foto: Un manifestante exhibe una bandera de Cataluña con una urna estampada. (EFE)
Un manifestante exhibe una bandera de Cataluña con una urna estampada. (EFE)

Los líderes independentistas catalanes hace tiempo que consiguieron inocular a muchos de los ciudadanos de aquel territorio un 'fake': la secesión, según ellos, es un problema identitario. Mentira. Han hecho creer a muchos de los que incendian las calles eso, pero no es verdad.

El independentismo va de privilegios y de supremacía. Cataluña no amasó su fortuna económica independientemente del resto de España. No. Siempre tuvo un Estado (español) detrás que impulsó, respaldó y aumentó su progreso económico. Apelan a las bajas pasiones hasta extremos que jamás toleraría cualquier nación libre del mundo libre.

Foto: El candidato por el Partido Popular a las elecciones generales, Pablo Casado. (EFE)

Ahora bien, ¿cómo hemos llegado a esto? Todo empezó en la Transición, periodo histórico formidable en lo general. Al que fuera jefe de la Casa Real en tiempos del rey Juan Carlos, Sabino Fernández Campo, le oí decir en cierta ocasión que el gran error del "café para todos" que se impuso en aquellos abigarrados años, es que no contaba a "todos". Se pudo comprobar rápidamente. Los entonces nacionalista catalanes (también los vascos) querían ser "diferentes", tener un escalón por arriba respecto al resto del país. ¿Por qué? Porque "somos diferentes".

El que mejor interpretó la situación fue Jordi Pujol, gracias al poder que le concedía una Ley Electoral absurda y en vigor. Suárez, Felipe y Aznar acudían dadivosos a su botica y cambiaban las arras de sus antepasados con tal de contar con sus votos en el Congreso. En el 2013, con el PP con mayoría absoluta y en plena crisis económica-financiera que amenazaba con dejar a España como un Estado fallido, Artur Mas acudió envalentonado a la Moncloa a reclamar privilegios económicos y un status especial similar al que disfrutan el País Vasco y Navarra. Rajoy le dio calabazas y se echaron al monte. Hasta hoy.

placeholder Artur Mas se abraza al presidente Quim Torra, tras su intervención en el acto de precampaña de Junts per Catalunya (JxCAT) al 10-N celebrado el pasado 12 de octubre. (EFE)
Artur Mas se abraza al presidente Quim Torra, tras su intervención en el acto de precampaña de Junts per Catalunya (JxCAT) al 10-N celebrado el pasado 12 de octubre. (EFE)

El resto de la historia es bien conocida por los lectores. El 'procés' se ha ido descontrolando hasta convertir Cataluña en un país sin garantía alguna de poder vivir como uno piensa. Huyó Puigdemont como un forajido; dejó entonces a un oscuro agente de seguros con la pira ardiendo. Como escribió Allan Chambers la grandes crisis (esta lo es) tienen la ventaja de descubrir el auténtico ser de los mortales.

Los líderes independentistas catalanes hace tiempo que consiguieron inocular a muchos de los ciudadanos de aquel territorio un 'fake': la secesión, según ellos, es un problema identitario. Mentira. Han hecho creer a muchos de los que incendian las calles eso, pero no es verdad.

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