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La España del esperpento
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Graciano Palomo

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La España del esperpento

Me hubiera gustado por vez primera en mi larga vida contar con acta de diputado para jurar la Constitución por los cangrejos y los caracoles de Villanueva de Gumiel

Foto: Discurso de Meritxell Battet tras ser reelegida presidenta del Congreso. (EFE)
Discurso de Meritxell Battet tras ser reelegida presidenta del Congreso. (EFE)

Debo confesar y confieso que viví la constitución de las nuevas Cortes Generales al lado con una respetada colega francesa, justamente al lado del que suscribe. Observé a la gala en sus aspavientos ostentóreos cada vez que algún marginal o 'marginala' prometía la Constitución con el entusiasmo que solo se persigue el dinero (público, osea el suyo y el mio).

Francamente, me hubiera gustado por vez primera en mi larga vida contar con acta de diputado para jurar la Constitución por los cangrejos y los caracoles de Villanueva de Gumiel, que es mi pueblo natal, y en el que añoro los viejos arroyos y las aguas cristalinas que antaño bajaban por el pequeño afluente Bañuelos, hijo del padre Duero.

Tanto en el palacio de la Carrera de San Jerónimo como en la Plaza de la Marina Española los sucedidos pasarán no solo al libro Guiness, sino a engrosar las páginas más cutres, negras, esperpénticas y reaccionarias de la vieja y cuarteada España. Posiblemente, a mi entrañable fans ESCA -ya va siendo hora que conozca tu pelaje, que lo tienes y es bien visible- todo lo ocurrido le parecerá el paradigma del progreso, la quintaesencia de la progresía y el más preclaro ejemplo del sentido común y de la modernidad.

Las pobres damas al frente del Congreso y del Senado -¡de algo hay que vivir, que diría Echenique!- aceptaron las consignas recibidas por el jefe que las ha colocado ahí -nadie en su sano juicio suele cortar la mano que les da de comer- y oficiaron un guion putapénico, indigno de la representación (teórica) que ostenta y por la que cobran un pastón y, encima, tenen mamandurrias a gogó.

Sólo el diputado Mazarrón, encantando de haberse conocido en su papel 'valleinclinesco', estuvo a la altura de las circunstancias, ¡qué ya es decir!. Perdón debían pedir sus jefes que le han permitido gozar del minuto de gloria porque, no se engañe, diputado barbado, la culpa la tiene su comandante en jefe y el resto de la guardia de corps, bien pagada, que le susurra al oído.

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¿Nos merecemos unos personajes, representando a la soberanía nacional, como los que se van a llevar una pasta que es nuestra? ¿Acaso les pagamos el pastizal que ganan para que perpetren tales comedias con singulares tintes de obscenidad? ¿Acasos esos sujetos representan de verdad al 99 por ciento de los ciudadanos españoles que se levantan, trabajan duro, pagan sus impuestos y sólo aspiran a que les gobierno gente decente y con un mínimo de realismo y sentido común?

Ustedes juzgan.

Debo confesar y confieso que viví la constitución de las nuevas Cortes Generales al lado con una respetada colega francesa, justamente al lado del que suscribe. Observé a la gala en sus aspavientos ostentóreos cada vez que algún marginal o 'marginala' prometía la Constitución con el entusiasmo que solo se persigue el dinero (público, osea el suyo y el mio).