Cuando hay que huir a Portugal...

Quién nos iba a decir a las gentes de mi generación que el bello y 'saudade' país vecino iba a ser en los albores del siglo XXI la tierra prometida para miles de españoles. No se habla de otra cosa en ambientes profesionales y económicos de España.

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Los asesores financiero-económicos tienen a Portugal permanentemente en la boca en estos inciertos tiempos hispanos a Portugal. Ahí manda un socialista, António Costa, apoyado en comunistas, pero sobre todo es un socialdemócrata repleto de realismo, al contrario de lo que sucede con su conmilitón español, Pedro Sánchez.

Ahora el país vecino es puesto como ejemplo de solvencia en la gestión (ya ha devuelto todo el dinero que le fue prestado durante el rescate), seguridad jurídica y campo abonado para desarrollar las libertades. Con tranquilidad, buenos alimentos, sentido común. No es de extrañar que sean muchos los españoles —inquietos ante el Frankenstein que parece irremediable o no— que han decidido desarrollar sus inquietudes en este territorio: desde pequeños inversionistas a grandes terratenientes que ven con preocupación creciente el devenir de la que todavía es cuarta potencia europea, aunque no sabemos por cuento tiempo.

Este pesimismo sobre el futuro inmediato es algo que puede describirse en cualquier rincón del país

Cuando hay que pensar en emigrar, mal asunto. Cuando la propia autoestima como nación está bajo mínimos habrá que preguntarse qué está ocurriendo en nuestro lar. Cuando a nuestro primer ministro no se le puede creer una palabra, en definitiva, es que estamos a las puertas del averno. Este pesimismo respecto al futuro inmediato es algo que se puede describir en cualquier rincón de España. Los envolvimientos y retorcimientos que de la realidad en que chapotean los ciudadanos españoles a diario hacen los medios públicos de información (RTVE/EFE) para presentar una ícara feliz en la España de Sánchez solo produce desprecio y chacota. Difiero con aquellos que sostienen que Pedro Sánchez no ha hecho nada en los muchos meses que lleva durmiendo en el bien regado palacio de la Moncloa. Ha hecho una cosa: convertir la política en un problema.

¡Portugal, por qué te quiero tanto!