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El cuaderno de Pablo Casado
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Graciano Palomo

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El cuaderno de Pablo Casado

El presidente del PP tiene ahora que enfrentar una ofensiva demoledora de la izquierda —ya solo hay una— para aislarle en su crítica al Gobierno

Foto: Pablo Casado y la portavoz popular, Cayetana Álvarez de Toledo, en el Congreso. (EFE)
Pablo Casado y la portavoz popular, Cayetana Álvarez de Toledo, en el Congreso. (EFE)

Ha sido la primera vez que he visto al jefe del Partido Popular realmente indignado; él, que es la sonrisa del régimen. Fue cuando la de Bildu no dejó títere con cabeza del mismo régimen "autoritario y fascista" que le permitía a ella hacer 'tabula rasa' justamente en la sede de la soberanía nacional española. Venía también de soportar acusaciones que considera muy injustas: ultraderecha, antidemocrático y un largo etcétera. "Hablaremos, incluso, con usted…", apostilló una muy ilustrada Lastra.

Bien. No tiene un rol nada fácil. Sobre todo, cuando si se hubiera aceptado por parte de Ciudadanos la fórmula navarra el país no estaría ahora pagando a cuatro vicepresidentes/as. Está claro que el único camino posible y posibilista es intentar un acuerdo con los naranjas y a ser posible integrar a sus principales líderes —especialmente a Inés Arrimadas— en un nuevo proyecto de centroderecha. Y desde ahí hacer una oposición realista, moderada, con sentido de Estado que es lo que son la mayor parte de los votantes del PP. Tiene también otro reto inmediato: recuperar a los votantes y dirigentes socialistas que en estos momentos se llevan las manos a la cabeza.

El problema es Vox. En Génova 13 están convencidos de que el partido de Santiago Abascal no sería la tercera fuerza política sin el inestimable apoyo del PSOE de Sánchez. Acción/reacción. El radicalismo ultra de Sánchez —lean atentamente sus intervenciones en el debate de su investidura, sobre todo, analicen sus hechos— provoca en la derecha más radicalizada una exigencia a sus líderes para que respondan. Tengo para mí que después de lo visto en el Congreso en esos tres días aciagos donde los hasta ahora los adversarios pasaron a ser enemigos, muchos votantes de Vox se lo estén pensando. Las palabras se evaporan pronto; hoy la política es poder. Y el retorno al poder de la derecha es sencillamente imposible con tres marcas. Imposible.

Las palabras se evaporan pronto; hoy la política es poder. Y el retorno al poder de la derecha con tres marcas es, sencillamente, imposible

Lo ha dejado claro el profesor Michavila. Los votos de los diputados a favor de la investidura de Sánchez (10.900.000); en contra (11.300.000); abstenciones (1.1000.000). La opción de un gobierno en el mes de abril PSOE+Ciudadanos (11.700.000).

Ahora mismo, Casado tiene que enfrentar una ofensiva demoledora de la izquierda —ya solo hay una— para aislarle en su crítica al Gobierno. Esa ofensiva se puede ver ya en la Brunete mediática progubernamental que enfila sus cañones sin ningún tipo de pudor ni objetividad hacia la única posición desde la que se puede articular una oposición al leviatán. Es tan evidente...

Quizá la fórmula casadista para salir del “espanto” sea aplicar el viejo adagio anglosajón: 'Iron hand in a velvet glove'.

Ha sido la primera vez que he visto al jefe del Partido Popular realmente indignado; él, que es la sonrisa del régimen. Fue cuando la de Bildu no dejó títere con cabeza del mismo régimen "autoritario y fascista" que le permitía a ella hacer 'tabula rasa' justamente en la sede de la soberanía nacional española. Venía también de soportar acusaciones que considera muy injustas: ultraderecha, antidemocrático y un largo etcétera. "Hablaremos, incluso, con usted…", apostilló una muy ilustrada Lastra.

Pablo Casado