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Ira (contenida) del pueblo ante el caos, las mentiras y la incompetencia
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Graciano Palomo

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Ira (contenida) del pueblo ante el caos, las mentiras y la incompetencia

¿Por qué el Gobierno actúa así? Solo el pánico irresistible al juicio sumario de un pueblo atemorizado puede hacer que los responsables públicos traten de taponar la tragedia

Foto: El ministro de Sanidad, Salvador Illa, comparece ante la Comisión de Sanidad del Congreso. (EFE)
El ministro de Sanidad, Salvador Illa, comparece ante la Comisión de Sanidad del Congreso. (EFE)

Escribe Alberto Villaverde esto: "Ni calles incendiadas, ni sedes cercadas, ni unidades móviles en las morgues, ni familiares de los muertos entrevistados en las televisiones… ni una sola imagen de los féretros apilados y amontonados, la oposición apoyando, esa es la diferencia entre unos y otros…". Yo añado. Un país en primer tiempo de saludo, disciplinado, comiéndose la rabia, aguantando la indignación y el 'troleo' de un Gobierno de malos feriantes con todo el poder en sus manos, es el que pone las lágrimas, los impuestos, los muertos y paga religiosamente el detritus económico producto en gran parte de la incompetencia y el desmadre de unos tipos superados por la situación.

Y, ¿el Gobierno qué aporta? Hasta la fecha caos, posverdad, mentiras trufadas de verosimilitud e irresponsabilidad. La orgía de despropósitos, contradictorios entre sí, irregularidades manifiestas, abuso descarado de poder, lucha descarnada gubernamental por ese poder, la manipulación 'goebeliana' en los medios que controlan (casi todos), se apilan una tras otra, como los cadáveres en el Palacio de Hielo donde han impedido dar a conocer en imágenes una realidad manifiesta. Las televisiones públicas y privadas del mundo libre están sin descanso ofreciendo imágenes de lo que sucede en sus países.

¿Por qué el Gobierno actúa como se conduce? Solo el pánico irresistible al juicio sumario de un pueblo atemorizado, conteniendo la respiración por todo lo que intuye está pasando (y le escamotean), puede hacer que unos teóricos responsables públicos democráticos traten de taponar la tragedia inmensamás de diez mil muertos, miles y miles de infectados y millones de nuevos parias/parados— con artes propias de la Cuba de los años 60 y la Venezuela actual.

Ese edecán que se las prometía tan felices, creo que responde por el nombre de Iván, sabe que si en lugar del estado de alarma/excepción decretado, acatado en posición de firmes y sin rechistar por los ciudadanos, menos los jerarcas de la 'nomenklatura', las manifestaciones que ellos organizaron el 11-M (confesión hecha del propio Pablo Iglesias), Prestige, el perro 'Excálibur' y toda la retahíla de deslealtades en su conquista hacia el poder, arrojarían cifras a contar por millones. Ese es su problema. El miedo a ser apeados, no por una moción de censura 'fake', sino por el clamor de una mayoría del pueblo que no puede más y que espera confinado a poder dar una cabal respuesta democrática.

Frente a todo ello, con más de diez mil muertos apilados, el jefe del Gobierno sigue con sus triquiñuelas del aprendiz de trilero, tratando ora de engañar a unos, y confundir a la mayoría; en todos los casos tratando de imitar al húngaro Orban, al ruso Putin y en ocasiones al turco Erdogan.

¡La Historia los juzgará!

Escribe Alberto Villaverde esto: "Ni calles incendiadas, ni sedes cercadas, ni unidades móviles en las morgues, ni familiares de los muertos entrevistados en las televisiones… ni una sola imagen de los féretros apilados y amontonados, la oposición apoyando, esa es la diferencia entre unos y otros…". Yo añado. Un país en primer tiempo de saludo, disciplinado, comiéndose la rabia, aguantando la indignación y el 'troleo' de un Gobierno de malos feriantes con todo el poder en sus manos, es el que pone las lágrimas, los impuestos, los muertos y paga religiosamente el detritus económico producto en gran parte de la incompetencia y el desmadre de unos tipos superados por la situación.

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