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Graciano Palomo

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¿Se merece un gran pueblo este presidente?

Sánchez convierte en fosfatina todo aquello que toca. Bajo su bota las instituciones periclitan: todo lo pone a su servicio personal sin el menor recato, sin guardar las formas

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Congreso. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en el Congreso. (EFE)

Una sociedad de 46,5 millones de ciudadanos —teóricamente libres— encara ya sus dos meses de confinamiento/prisión. Sin rechistar, entregado a su mala suerte, alineado y en perfecta formación ante el ordeno y mando. ¿Hay algo más que los españoles puedan hacer por un Gobierno que se conduce ebrio de incompetencia, deshilachado, que va de la contradicción a la mentira como pollo sin cabeza?

El último y clamoroso engaño lo perpetró hace unos días Pedro Sánchez en sede de la OCDE donde su amigo (por precio) del PRI mexicano, Ángel Gurría, coadyuvó para colar cifras falsas sobre los test realizados en España. La mentira, por burda, sonrojó a ambos políticos guachinangos, dejando la imagen de un país, España, maltrecha y a la deriva entre la sorna y chacota internacional.

Foto: Personal sanitario realiza pruebas del coronavirus. (EFE)

Sánchez convierte en fosfatina todo aquello que toca. Bajo su bota las instituciones periclitan: todo lo pone a su servicio personal sin el menor recato, sin guardar las formas en procederes que ya son pasto de psicoanalistas y expertos en la materia. Desde el CIS a RTVE; desde la Fiscalía al Parlamento; desde la Guardia Civil a Correos donde su antiguo limpiabotas, Juanma Serrano, ha tenido los redaños de conceder 218.000 euros a un conocido publicista televisivo del PSOE, un tal Jesús Calleja, para que se divierta en un rally cuando no hay dinero para pagar los ERTE. ¿Malversación? ¿Corrupción? ¿Pago de favores con tráfico de influencias?

Hechos. Los desastres en la gestión de la pandemia se encadenan uno tras otro. Una especie de orgía continuada donde los errores se tapan unos a otros. Cuando todavía se desconoce la cifra real de muertos, que estimaciones objetivas de profesionales del sector estiman en 45.000, cuando los sanitarios siguen luchando contra el mortal bichito a cuerpo descubierto, mientras los comisionistas son blindados en el anonimato por sus amigos en el Gobierno, cuando los test masivos ni están ni se les espera, el pueblo español sigue encerrado, silente y atemorizado.

Los desastres en la gestión de la pandemia se encadenan. Una especie de orgía continuada donde los errores se tapan unos a otros

Cuando la cifra de nuevos parados amenaza con sobrepasar el 35% de la población activa, cuando la mayoría de los cuatro millones de ERTE no han cobrado, mientras el desplome del sistema productivo no ha conocido históricamente nada igual, mientras nadie sabe cuándo ni cómo abrir sus negocios, el Gobierno chapotea divertido en la ocurrencia y su vicepresidente amenaza con palabras terribles —como antaño sus próceres— a los que osan siquiera preguntarle por su responsabilidad en las residencias de ancianos. Mientras todo esto ocurre, y aún más, el pueblo español, como yunque, sufre y calla.

¿Acaso no se entera de lo que está ocurriendo en su nación, aunque muchos de ellos abreven en las obscenas televisiones de Berlusconi? Creo que se entera. Solo espera la democrática ocasión para opinar acerca de lo que ha visto, oído y padecido durante largos días con sus inmensas noches.
¡Atrévete, Sánchez, a dar voz!

P.D. Señor presidente: algo que no cuesta dinero, ¿o sí? Díganos, por favor, quién o quiénes han sido los agraciados con los contratos del señor Illa para los productos sanitarios. Lo exige la ley y usted se evitaría que hubiera cualquier sospecha...

Una sociedad de 46,5 millones de ciudadanos —teóricamente libres— encara ya sus dos meses de confinamiento/prisión. Sin rechistar, entregado a su mala suerte, alineado y en perfecta formación ante el ordeno y mando. ¿Hay algo más que los españoles puedan hacer por un Gobierno que se conduce ebrio de incompetencia, deshilachado, que va de la contradicción a la mentira como pollo sin cabeza?

Pedro Sánchez Correos