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Mucho arroz para tan escaso pollo
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Graciano Palomo

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Mucho arroz para tan escaso pollo

No se puede engañar a todos durante todo el tiempo. Todavía peor: no se puede caminar por el precipicio con tan alta dosis de chulería sin causa

Foto: Pedro Sánchez. (Reuters)
Pedro Sánchez. (Reuters)

"Viene hoy aquí, a pedir de nuevo el voto, con menos apoyos que hace quince días y con menos plumas…". Rufián, atrabiliario portavoz de ERC, fuerza política que llevó a Sánchez hasta la presidencia del Gobierno, espetó lo anterior ante un rostro tumefacto que no puede ocultar su rictus bonapartista y el encorajinado malestar que le produce cuando algún ser caritativo le devuelve a la realidad y le apea de su inconsistente peana. Tanto en lo referido a sus condiciones personales como a su propia situación política.

Es verdad que venía de confundir con éxito a la necesitada Inés Arrimadas… Ese es todo su éxito adobado, repito, con ínfulas napoleónicas. No dejes que la realidad te estropee los besos hermafroditas.

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, tras su intervención en el pleno del Congreso este miércoles. (EFE)

Pero lo que un político y una persona cabal no puede confundir nunca es valor y precio; mucho menos en las actuales y trágicas circunstancias de un país que se le diluye entre las manos.

Lo sustancial no puede dejar lugar a lo accesorio. Lo básico es si este Gobierno, con esos apoyos, con esos tintes socialextremistas, con la deriva confirmada con hechos cada noche cuando se cuece el BOE, de incompetencia ventajista/marrullera, tiene siquiera alguna posibilidad de sacar a España del averno. Lo demás son cuentos tabulados en el ordenador del edecán con empresa propia, agasajada con importantes inyecciones de dinero público.

¿Alguien piensa de verdad que Sánchez, con su cubilete de dados, está en condiciones de garantizar mínimamente que dentro de doce meses el país bajo sus manos estará en mejores condiciones que hoy? ¿Existe algún ganapán apesebrado que apueste su hacienda a esa posibilidad? ¿Acaso algún dedo de frente que arriesgue su dinero y su prestigio afirmando que con esas fuerzas y esos apoyos —hoy aquí, mañana acá— se puede encarar con relativa justeza el futuro de la cuarta potencia de Europa?

Incluso antes de la gran pandemia, las cabezas más sensatas de España y del mundo libre alertaban acerca de muñir un gobierno que representa, al menos, el 70 por ciento de la voluntad nacional. Sánchez dice liderar un Gobierno dividido, rectificado y auto rectificado cada hora, que tiene que dedicar más tiempo a hacer entregas en asuntos fundamentales, que a sentarse serenamente ante una mesa y diseñar con realismo, con solvencia técnica, un ápice de generosidad y talento, un horizonte para sortear la catástrofe en la que ya chapotean millones de españoles.

Como se cree a ratos Napoleón y en otros De Gaulle —lo que en realidad le susurran sus bien engrasados edecanes— la suerte terminará para él cuando Merkel/Rutte/Kurz le bajen de un plumazo a la cruda realidad.

Lo dijo el clásico: no se puede engañar a todos durante todo el tiempo. Todavía peor: no se puede caminar por el precipicio con tan alta dosis de chulería sin causa ("Yo, o el caos"). Lo dice un primer ministro con el agua al cuello.

"Viene hoy aquí, a pedir de nuevo el voto, con menos apoyos que hace quince días y con menos plumas…". Rufián, atrabiliario portavoz de ERC, fuerza política que llevó a Sánchez hasta la presidencia del Gobierno, espetó lo anterior ante un rostro tumefacto que no puede ocultar su rictus bonapartista y el encorajinado malestar que le produce cuando algún ser caritativo le devuelve a la realidad y le apea de su inconsistente peana. Tanto en lo referido a sus condiciones personales como a su propia situación política.

Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) Inés Arrimadas Napoleón