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¿Cuándo se jodió el talento que hubo en 'Rubalcaba style'?
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Graciano Palomo

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¿Cuándo se jodió el talento que hubo en 'Rubalcaba style'?

Todos han desaparecido en la hoguera; solo queda el señor de las pompas de jabón, ese muchacho que miente siempre y siempre parece que dice la verdad

Foto: El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez (i), y su antecesor en el cargo, Alfredo Pérez Rubalcaba (d). (EFE)
El secretario general del PSOE, Pedro Sánchez (i), y su antecesor en el cargo, Alfredo Pérez Rubalcaba (d). (EFE)

Si el desgraciadamente fenecido Alfredo Pérez Rubalcaba viviera en estos tiempos aciagos, estaría apuntalando las posiciones razonables, patrióticas y llenas de sentido de Estado del que fuera su líder histórico, Felipe González. Podría Alfredo, entre otras cosas, reivindicar la paternidad semántica del 'Frankestein', que a él le pareciera algo imposible de muñir y unos pocos años después parece ser, en expresión vargallosística, "una nefasta y humillante realidad".

Sánchez, tras su impensable regreso a Ferraz, tomó buena nota de las esencias que desprendía el cuartel general socialista en la famosa calle Ferraz. Piqueta en mano decidió que el 'altísimo' le había confiado decapitar a todo hombre y mujer con un mínimo de talento por el simple hecho de no beber los vientos del nuevo "líder mundial". Rubalcaba y sus estados mayores —el estrictamente político y el otro dedicado a labores de consultoría y comunicación política— tenían una cierta idea del Estado, de la democracia asentada sobre instituciones, de la libertad donde cualquiera puede expresarse en libertad (aún en la militancia); identificaban a los enemigos del Estado, llegaban a acuerdos nacionales con la oposición y, por decirlo todo, respiraban por sus poros responsabilidad a la hora de no traspasar líneas rojas sobre las que se lleva asentando la convivencia durante cuatro espléndidas décadas.

Alfredo Pérez Rubalcaba y sus estados mayores tenían una cierta idea del Estado, de la democracia asentada sobre instituciones

Quiero citar y cito, por ejemplo, a Elena Valenciano, Eduardo Madina, Antonio Hernando, Juan Moscoso, Soraya Rodríguez o Ángeles Álvarez, la feminista del equipo. A profesionales con lecturas deglutidas como Ignacio Varela, Pablo Pombo, Laura Seara o César Calderón, el vasco de origen extremeño, que propinó dos severas derrotas a Iván Redondo (País Vasco con Patxi López y en el 2015 en Extremadura al frente de la campaña de Fernández Vara). Esta última especialmente descriptiva y humillante para el hoy Rasputín de la Moncloa en esos tiempos convertido en factótum absoluto de "Monago, el rojo".

De aquellos polvos aparece hoy el barro que nos circunda. Todos han desaparecido en la hoguera; solo queda el señor de las pompas de jabón, ese muchacho que miente siempre y siempre parece que dice la verdad. En una ocasión, el presidente en ejercicio que fue Mariano Rajoy dijo echar en falta a Pérez Rubalcaba por su inteligencia, sentido de la realidad y, sobre todo, porque entre sus ambiciones como gobernante nunca estuvo el que su nombre quedara grabado en una columna del Arconte de Atenas; más bien hacer cosas por su país con respeto y consideración a los ancestros. Es decir, avanzar, no retroceder.

La ausencia de talento para otear los horizontes desemboca indefectiblemente en el "mesianismo" tan demodé como peligroso

La ausencia de talento para otear los horizontes desemboca indefectiblemente en el "mesianismo" tan demodé como peligroso. Entre otras cosas porque los que están alrededor del que tiene la vara jamás recuerdan aquello tan estrictamente legendario de los romanos: ¡Recuerda que solo eres un hombre!

Sánchez, presidente, si te cargas (y estás en ello) todas las instituciones, ¿qué nos queda?

Yo se lo digo: el humo de Iván Redondo.

Si el desgraciadamente fenecido Alfredo Pérez Rubalcaba viviera en estos tiempos aciagos, estaría apuntalando las posiciones razonables, patrióticas y llenas de sentido de Estado del que fuera su líder histórico, Felipe González. Podría Alfredo, entre otras cosas, reivindicar la paternidad semántica del 'Frankestein', que a él le pareciera algo imposible de muñir y unos pocos años después parece ser, en expresión vargallosística, "una nefasta y humillante realidad".

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