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Goleada a Calviño y Escrivá y no dimiten
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Graciano Palomo

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Goleada a Calviño y Escrivá y no dimiten

Tengo para mí que ambos son ya conscientes de algo obvio: son coartadas para mantener las formas aquí y allá respecto a un poder ejecutivo que se tambalea

Foto: José Luis Escrivá y Nadia Calviño, durante la toma de posesión de la ministra Yolanda Díaz. (EFE)
José Luis Escrivá y Nadia Calviño, durante la toma de posesión de la ministra Yolanda Díaz. (EFE)

En el extraño Gobierno que circula por las Españas, superado por el bichito sanitario y una pandemia económica y social, hay un jefe de Estado bis (Sánchez) que ha dejado las funciones ejecutivas a un primer ministro en ejercicio (Redondo) con el objetivo máximo de permanecer en el machito.

Los que tienen la posibilidad de hacer reservados con los dos ministros que 'a priori' eran la garantía de libertad económica concluyen que tanto Calviño como Escrivá —¡quiénes los vieron!— han perdido toda esperanza de conducir al resto de los colegas del Gabinete por la rúa del realismo. Ahora, se trataría de poner sordina al Gobernador del Banco de España que no hace otra cosa que recomendar lo propio.

Foto: La ministra de Economía, Nadia Calviño. (EFE)

Sánchez cooptó a Nadia Calviño y a José Luis Escrivá no porque resultaran dos personas con ancestro técnico adecuado para entender las cosas de comer. Los incrustó en su Gabinete como excusa para aplacar los excitados ánimos de aquellos poderes fácticos —empresariado y Europa— que veían con preocupación un gobierno con comunistas (del siglo XXI, por supuesto) algo que no parece llevarse en el mundo libre. Pero resulta y está resultando que, diez meses después, los últimos se están merendando con "manteca colorá" a los primeros, entre la carcajada del teórico jefe de todos ellos.

Calviño y Escrivá —en esas conversaciones privadas con interlocutores relevantes preocupados por la deriva gubernamental— reconocen que no mandan nada y que cualquier intento por llevar algo de racionalidad a las llamativas decisiones de un Gobierno rehén de su propia autoestima se estrella contra el poder real que representa Iglesias en el conglomerado de coalición.

Uno de esos interlocutores espetó a la ministra.

—Si eso es así, ¿por qué no dimites?

—¡Sería peor el remedio que la enfermedad…!

Sánchez incrustó en su Gabinete a Escrivá y Calviño como excusa para aplacar los excitados ánimos de los poderes fácticos

Tengo para mí, con informaciones solventes, que ambos son ya conscientes de algo obvio: son coartadas para mantener las formas aquí y allá respecto a un poder ejecutivo que se tambalea y que solo podrá subsistir si Merkel, Lagarde y Von der Leyen consideran —frente a cada vez más decisivas voces en la UE— firmar los talones con destino a España, esos que no tienen que devolverse.

Calviño y Escrivá son muy dueños y personas inteligentes y debe suponerse que saben conducirse con el moderado patriotismo que las terribles circunstancias aconsejan. Tampoco deberían olvidar el viejo dicho hispano que alerta acerca de que siempre es mejor ponerse una vez rojo que veinte colorado. En efecto. Cada día tiene su afán…

En el extraño Gobierno que circula por las Españas, superado por el bichito sanitario y una pandemia económica y social, hay un jefe de Estado bis (Sánchez) que ha dejado las funciones ejecutivas a un primer ministro en ejercicio (Redondo) con el objetivo máximo de permanecer en el machito.

José Luis Escrivá Nadia Calviño