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Graciano Palomo

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El desguace

Felipe González ha vuelto a la escena para denunciar algo obvio: el desguace del Estado, trozo a trozo. Otegi ha sido el más claro: para democratizar España se necesita una España rota

Foto: I Foro Económico Internacional Expansión.
I Foro Económico Internacional Expansión.

El que fuera durante catorce años jefe del Gobierno del Reino de España ha vuelto a la escena, algo que saca de quicio a aquel monaguillo que lo fue durante su mandato, para denunciar algo obvio: el desguace del Estado, trozo a trozo, entrega a entrega, parte a parte.

Lo afirmado no es novedad alguna para aquellos medianamente informados del acontecer nacional. Es algo obvio. Otegi ha sido el más claro: para democratizar España se necesita una España rota. Punto. Y, además, saca pecho porque ahora, irónicamente, se le ha situado en la "dirección del Estado" con un par. O dos.

Foto: El vicepresidente segundo del Gobierno, Pablo Iglesias (d), en una reunión el pasado septiembre con los diputados de EH Bildu Mertxe Aizpurua (c) y Oskar Matute. (EFE)

La Unión Europea ha vuelto a dejar claro hace unas horas —una vez más— que el derecho a la autodeterminación no cabe dentro de su proyecto democrático, pero aquí se lleva afecto un día liquidando el castellano como lengua vehicular mientras en China el español se imparte en la educación secundaria, otro día desmontando unidades básicas de la defensa nacional en territorios clave y al día siguiente tratando de que unos territorios impongan sus rencores y sus complejos atávicos sobre otros.

González conoce bien el Estado y no es ningún alarmista. Sobre todo, la Historia de su país. Durante la II República se oía entre los parlamentarios que era preferible una "España roja a una España rota…" Natural, porque los desmanes en diferentes materias de un gobierno entregado y sumiso siempre pueden tener arreglo; la ruptura de un país, no. Ahí está reciente el ejemplo de los Balcanes dentro de Europa, por cierto. Lo realmente excepcional desde un punto de vista español es que sea el PSOE quien propicie todo este quilombo. No me cansaré de repetir que uno de sus principales señas de identidad a lo largo de casi siglo y medio de existencia fue el "jacobinismo" donde deben primar los "ciudadanos/personas" frente a los territorios: "Arriba, parias de la tierra…".

Podrán los socialistas sensatos perorar todo lo que deseen, podrá la oposición parlamentaria poner el grito en el escaño, pueden los medios recordar el peligro de liquidar la democracia. La realidad es que a Sánchez, piqueta en mano, no le para ni monseñor Omella con el hisopo en ristre después de haberse pegado el lote con los secesionistas catalanes.

Esta es la verdad. Y la verdad siempre es la verdad.

El que fuera durante catorce años jefe del Gobierno del Reino de España ha vuelto a la escena, algo que saca de quicio a aquel monaguillo que lo fue durante su mandato, para denunciar algo obvio: el desguace del Estado, trozo a trozo, entrega a entrega, parte a parte.

Bildu Pedro Sánchez