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El PP cambia de generación: Madrid como golondrina
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Graciano Palomo

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El PP cambia de generación: Madrid como golondrina

El partido está cambiando de piel, básicamente, allá donde siempre ha demostrado potencia electoral y permanencia. Con una fundada vocación provincialista

Foto: El líder del PP, Pablo Casado, durante una visita a una bodega catalana. (EFE)
El líder del PP, Pablo Casado, durante una visita a una bodega catalana. (EFE)

Imperceptible, en silencio, retomando los cambios con doble llave, el primer partido de la oposición, 15 años al frente de los destinos de la nación, otrora con un poder cuasi absoluto en ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas, está cambiando de piel, básicamente, allá donde el PP siempre ha demostrado potencia electoral y permanencia. Con una fundada vocación provincialista.

Ni podía, ni puede ser de otra forma, porque el paso del tiempo todo lo abrasa. Especialmente si tenemos en cuenta los casos de corrupción que le mandaron al averno y que, con todo el estiramiento interesado que se quiera por parte de la oposición política y mediática, la corrupción existió. Ni siquiera me interesa decir, por sabido, que también la corrupción se encuentra en la acera de enfrente con PSOE, Podemos, PNV, PDeCAT; todos ellos, y algún otro, también llevan lo suyo, lo cual no puede servir ni sirve de excusa para que una formación que lleva en su ADN la cultura del mérito se haya permitido el lujo de navegar sobre oscuridades.

Foto: El presidente del Partido Popular, Pablo Casado. (EFE)

Escrito lo anterior y para que nadie caiga en la tentación de tomarme el número cambiado, ¿eh? “Bogart”, majete, que ya sabemos quién eres y de qué vas, lo sustancial es el presente y el futuro. El tándem Casado/Egea, una vez despejada la incógnita estratégica de optar por el centroderecha, a ser posible en estado puro (si Iván Redondo lo permite con sus exageraciones tácticas a favor de Vox), se ha propuesto renovar el partido con dirigentes de su generación y, a ser posible, que tengan escasa referencia del pasado. Es una operación muy similar a la que llevó a cabo en los años noventa el que fuera su jefe directo, José María Aznar, y que tras seis años en el averno consiguió el poder frente a un coloso de la política como es Felipe González. Caso bien distinto al de Mariano Rajoy, que solo tocó lo imprescindible atendiendo a su máxima aplicada de no “meterse en líos”. Así le fue... ¡Huyendo del lío, terminó siendo fagocitado por un lío de proporciones colosales!

Cierto, por tanto, que las circunstancias son bien diferentes de las de antaño para el centroderecha que aspira justamente a retornar al poder. Por un lado, tiene que derribar a un Gobierno que es un extraño conglomerado de compañeros de cama muy lejos de aquellos gabinetes del dios socialista. En contra tiene, entonces, que desde la derecha extrema, la centroderecha, los conservadores y liberales se cobijaban bajo unas mismas siglas. Hoy, por el contrario, la mamandurria de las urnas hay que dividirla entre tres.

El paso del tiempo todo lo abrasa. Especialmente si tenemos en cuenta los casos de corrupción que le mandaron al averno

Por eso, sorprende –o no– lo que está ocurriendo en Madrid, capital por antonomasia del charrán: dos jóvenes con éxito, pero que acaban de empezar mirando de hito en hito para ver quién tiene la llave de contacto. ¡Lo que faltaba! Bien mirado, se repite aún a menor escala la historia Soraya/Cospedal donde los entornos de ambas damas consiguieron destrozar a sus respectivas jefas.

Tanto es así que Teodoro García Egea, asustado, ha decidido posponer la pelea 'sine die'. Otra vez por medio un tal MAR.

Imperceptible, en silencio, retomando los cambios con doble llave, el primer partido de la oposición, 15 años al frente de los destinos de la nación, otrora con un poder cuasi absoluto en ayuntamientos, diputaciones y comunidades autónomas, está cambiando de piel, básicamente, allá donde el PP siempre ha demostrado potencia electoral y permanencia. Con una fundada vocación provincialista.

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