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El 'síndrome de Hybris'
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Graciano Palomo

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El 'síndrome de Hybris'

Procede de la Grecia clásica, donde servía para describir los actos de los poderosos que, ciegos por el exceso de confianza, trataban a críticos e incluso a colaboradores con desprecio

Foto: El exvicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra. (EFE)
El exvicepresidente del Gobierno, Alfonso Guerra. (EFE)

Recuerda Alfonso Guerra en su último libro de memorias, destinado básicamente a estirar su nada despreciable ego y al ajuste de cuentas con Felipe González, que el "síndrome de Hybris" tiene enorme éxito entre los dirigentes políticos españoles, especialmente entre aquellos que han tenido la dicha histórica de poder dormir bajo el manto del palacio de la Moncloa.

Don Alfonso, hombre de inmensas lecturas e innumerables citas, hace especial hincapié en lo sucedido con Felipe González y José María Aznar tras alcanzar sus mayorías absolutas. ¿Qué es el "síndrome de Hybris"? Procede, en efecto, de la Grecia clásica, donde servía para describir los actos de los poderosos que, ciegos por el exceso de confianza, trataban a sus críticos e incluso a sus colaboradores con desprecio y desdén. Esto es, que se les sube el pavo a la cabeza y, ebrios de éxito, son incapaces de distinguir "lo razonable de lo insensato...".

Hay centenares de ejemplos en la historia de la humanidad. El otrora poderoso número dos de Felipe recuerda a Hitler, Stalin, Kennedy, Nixon, Bush y Mitterrand...

Toda la estrategia gubernamental pasa por apuntalar la figura excelsa del primer ministro, adornarle con las quintaesencias de las que carece

En lo referido al reciente caso de España se olvida de Sánchez, quizá porque su manuscrito fue signado antes de que el de Tetuán arramplase con el poder institucional del Estado sin miramientos ni pudor. Cierto es que los casos de González y Aznar arrojaron síntomas más que evidentes de olor a Hybris; en su descargo, recordar que el primero obtuvo varias mayorías absolutas y el segundo la del año 2000. Pero ¿Sánchez? Llegó al poder con 86 diputados, la cifra de escaños más baja que nunca tuvo la socialdemocracia en España tras la restauración democrática; se encaramó mediante una moción de censura (plagada de mentiras y promesas incumplidas); y luego a lo máximo que le concedió el pueblo fueron 123 diputados, y finalmente se quedó en 120.

¿Sus logros reales después de dos años y medio en el poder le permiten conducirse en ocasiones como un auténtico sátrapa inundando de amigos y allegados todos los intersticios del poder? ¿Acaso su gestión de la pandemia sanitaria le da patente para conducirse como un corso (que viene de corsario) que asalta cualquier línea roja establecida por la Constitución del 78, que utiliza en ocasiones como si fuera un 'kleenex'?

Toda la estrategia gubernamental pasa por apuntalar la figura excelsa del primer ministro, adornarle con las quintaesencias de las que carece precisamente. Nada tiene de extraño que este autoconstituido como jefe de Estado (bis) facilite, a tal efecto, todos los poderes a su mandarín 'marketiniano' que viene de servir a otros señores. Ante este panorama, el observador no puede sino abrir los ojos como platos cuando al referido le oye invocar la humildad, la modestia en sus inmisericordes alocuciones de mañana, tarde y noche.

Recuerda Alfonso Guerra en su último libro de memorias, destinado básicamente a estirar su nada despreciable ego y al ajuste de cuentas con Felipe González, que el "síndrome de Hybris" tiene enorme éxito entre los dirigentes políticos españoles, especialmente entre aquellos que han tenido la dicha histórica de poder dormir bajo el manto del palacio de la Moncloa.

Moncloa José María Aznar