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El gran asunto se ventila en Europa
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Graciano Palomo

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El gran asunto se ventila en Europa

Las prensas alemana, holandesa y suiza especulan con que se ejerza alguna especie de "protectorado" económico en algunos países de los que no se fían los que sueltan el jurdó

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez; y la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen. (EFE)

Resulta de todo punto evidente. Ni siquiera hay que remitirse al último debate parlamentario del pasado miércoles para colegir con justeza que el futuro inmediato y largo plazo depende de Europa y sus dineros.

Por fortuna España forma parte de la Unión, el viejo sueño perseguido por tantos españoles de mi generación que, finalmente, pudo alcanzarse. Vuelvo a escribirlo: fuera de Europa no hay salvación. Por ir directamente al grano de aquello que embarga a la actualidad de la hora española. Sin los 140.000 millones que Europa se ha comprometido a transferir —algunos con intereses y devolución— en estos momentos la nación estaría ya chapoteando en el Averno. Eso como lección para aquellos que todavía cuestionan a la primera transnacional política y económica del mundo.

¿Letra pequeña? ¡Claro! Si en la anterior crisis (2008/2011), que también fue salvada gracias a la solidaridad alemana, los países rescatados tuvieron que ajustarse los cinturones, ahora, aunque el sistema es diferente, va a pasar lo mismo. Nadie se puede llamar a engaño. El presidente del Gobierno tuvo que hacer ejercicios malabares en el Congreso de los Diputados para escabullirse a la hora de concretar las reformas —digámoslo claramente, "ajustes"— que Bruselas va a imponer al país para que se produzca el trasvase de dinero sin el cual no es posible abrir el chiringuito nacional cada mañana.

Foto: Rueda de prensa Pedro Sánchez.

Por eso busca Sánchez tan afanosamente la complicidad —él lo llama "unidad", "arrimar el hombro", bla, bla, bla— de Pablo Casado. Porque las presiones de la UE –socialdemócratas europeos incluidos— sobre el Gobierno para que llegue a un entendimiento con el centroderecha son abrumadoras e intimidatorias.

Italia ha puesto al frente del Gobierno de reconstrucción a un tecnócrata, Mario Draghi, que al parecer de los prebostes comunitarios será el hombre clave también para la distribución y vigilancia de unos dineros sin los que España estará en la cuneta. Las prensas alemana, holandesa y, singularmente, la suiza —en asuntos de comer saben un rato— especulan con la idea de algunos altos eurócratas en el sentido de que fuera el primer ministro transalpino parte clave en la reorganización de las maltrechas economías de los países mediterráneos y del sur de Europa. Dicho en román paladino: que ejerciera alguna especie de "protectorado" económico en algunos países de los que no se fían los que sueltan el jurdó. Entre ellos, España.

No lo digo yo. Lo dicen aquellos.

Resulta de todo punto evidente. Ni siquiera hay que remitirse al último debate parlamentario del pasado miércoles para colegir con justeza que el futuro inmediato y largo plazo depende de Europa y sus dineros.

Por fortuna España forma parte de la Unión, el viejo sueño perseguido por tantos españoles de mi generación que, finalmente, pudo alcanzarse. Vuelvo a escribirlo: fuera de Europa no hay salvación. Por ir directamente al grano de aquello que embarga a la actualidad de la hora española. Sin los 140.000 millones que Europa se ha comprometido a transferir —algunos con intereses y devolución— en estos momentos la nación estaría ya chapoteando en el Averno. Eso como lección para aquellos que todavía cuestionan a la primera transnacional política y económica del mundo.

¿Letra pequeña? ¡Claro! Si en la anterior crisis (2008/2011), que también fue salvada gracias a la solidaridad alemana, los países rescatados tuvieron que ajustarse los cinturones, ahora, aunque el sistema es diferente, va a pasar lo mismo. Nadie se puede llamar a engaño. El presidente del Gobierno tuvo que hacer ejercicios malabares en el Congreso de los Diputados para escabullirse a la hora de concretar las reformas —digámoslo claramente, "ajustes"— que Bruselas va a imponer al país para que se produzca el trasvase de dinero sin el cual no es posible abrir el chiringuito nacional cada mañana.

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