Palo Alto
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No entierren a Iván (todavía)
Redondo es pieza mayor dentro del conglomerado de poder sanchista. Las dos personas que mejor lo saben son el asesor y el asesorado
El medio es el mensaje enseñaba el gran Emil Dovifat en sus años de profesor en la Universidad Libre de Berlín. Nunca mejor aplicado el aserto a Iván Redondo, todopoderoso jefe de la 'fontanería' monclovita de Pedro Sánchez. Y lo es más estos días donde todos los dedos apuntan al guipuzcoano en las idas, contravenidas, contradicciones, requiebros en el tiro del candidato socialista Ángel Gabilondo.
Redondo es pieza mayor dentro del conglomerado de poder sanchista. Las dos personas que mejor lo saben son el asesor y el asesorado. Escribo lo anterior a propósito por algunos (o bastantes) de los damnificados socialistas desplazados por el poder omnímodo del director de Gabinete de la Presidencia –entre otros muchos aditamentos que le rodean– buscan a los creadores de opinión (o lo que resulten) para señalar por anticipado a Iván como máximo responsable del previsible desaguisado que pudiera producirse el 4 de mayo.
De modo y manera que esperen a encargar los responsos y las exequias por un estratega todavía muy vivo y coleando
Escrito por corto y por derecho quieren aprovechar la ocasión (si se produjera) para poner sordina al 'gurú' que llegó del Partido Popular y ahí se hizo con un capitalito. Creo que se equivocan en el tiro; van a consumir una bala que pudieran necesitar tiempo adelante. Iván es para el presidente mucho más importante que cualquier ministro. Le ha llevado 'grosso modo' hasta donde está y es el bastión desde el que descansa tranquilo. Se complementan y aún coinciden respecto a la consideración del poder –como objetivo máximo de la política– y su mantenimiento a toda costa, incluso, en la destrucción del adversario.
El columnista no tiene un arúspice que le alumbre el devenir, pero al día de hoy y con los datos objetivos de los que dispone puede afirmar con justeza que tendría que producirse un maremoto de proporciones bíblicas para que el jefe del Gobierno decidiera cortar amarras. Sánchez no es Felipe González, ni Joaquín Almunia, ni Zapatero, ni Aznar y mucho menos Rajoy en estos menesteres.
Pedro Sánchez, si algo ha demostrado, es que olfatea el poder y que ese poder lo es todo. De modo y manera que esperen a encargar los responsos (políticos, naturalmente) y las exequias por un estratega todavía muy vivo y coleando.
El medio es el mensaje enseñaba el gran Emil Dovifat en sus años de profesor en la Universidad Libre de Berlín. Nunca mejor aplicado el aserto a Iván Redondo, todopoderoso jefe de la 'fontanería' monclovita de Pedro Sánchez. Y lo es más estos días donde todos los dedos apuntan al guipuzcoano en las idas, contravenidas, contradicciones, requiebros en el tiro del candidato socialista Ángel Gabilondo.