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Las elecciones las pierden los gobiernos
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Graciano Palomo

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Las elecciones las pierden los gobiernos

Están dedicados más a montar dosieres y seguimientos a la oposición y sus dirigentes que en las cosas de comer encomendadas por los ciudadanos que les pagan sus sueldos

Foto: El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. (EFE)

En varias ocasiones he traído a colación en este rincón digital alguno de los pensamientos y consideraciones del gran tratadista Peter F. Drücker, uno de los analistas más señeros en el mundo de la ciencia política.

Lo vuelvo a traer hoy a propósito de una aseveración del austriaco: “Las elecciones las pierden los gobiernos, no las gana la oposición…”. Si alrededor de Sánchez no reinara un desierto intelectual se daría cuenta de algo ya de por sí obvio. Andan empeñados, básicamente para tapar sus vergüenzas e ineptitud, en dar lanzada a moro muerto y, por ende, hacer la oposición a la oposición, como si tal cosa fuere menester para evitar que el pueblo soberano decida quedarse con lo malísimo conocido que lo peor por conocer.

Es comprensible, visto lo comprobado, que todo a su alrededor sea un caos carísimo; el consejero delegado de esa inmensa empresa llamada estado, duraría en su puesto el tiempo en el que un hambriento se zampa un yogur en una corporación privada solvente. Están dedicados más a montar dosieres y seguimientos a la oposición y sus dirigentes que en las cosas de comer encomendadas por los ciudadanos que les pagan sus sueldos y mamandurrias.

Foto: Pedro Sánchez en el Congreso de los Diputados. (EFE)

Alguna mente medianamente amueblada pudo pensar que tras el 4-M el 'sanchismo' hubiera aprendido algo de lo que ocurrió en aquel histórico día madrileño que, según los últimos sondeos, ha prendido a lo largo de toda España. Ayuso representó el 'antisanchismo', incluso para miles y miles de votantes tradicionalmente socialistas. Aún peor que esa derrota aplastante que solo se ha llevado por delante a dos irrelevantes dirigentes -–Franco y Gabilondo– son los corolarios siguientes y en vigor: no saber el porqué de la derrota y despreciar a sus protagonistas.

A Sánchez le han dicho lo que quiere oír. Que solo con la vacunación masiva de la población y un leve repunte económico tiene garantizado el sillón presidencial para que, entre otras cosas, la 'catedrática' Begoña Gómez –sin 'auctoritas' ni mérito alguno– pueda seguir dando lecciones a los restauradores en pro de la 'transformación social'. Un chusco ejemplo de lo que es el 'cambio sanchista' y, sobre todo, de cómo concibe la responsabilidad del poder.

A Sánchez le han dicho lo que quiere oír. Que solo con la vacunación de la población y un leve repunte económico tiene garantizado el sillón

Le han dicho también que con despreciar a sus adversarios y competidores –especialmente a Pablo Casado– el Falcon seguirá aparcado a su conveniencia. Parece que se equivoca. En efecto, se le está quedando una 'cara de Zapatero' que asombro causa aquí y acullá. Los españoles le darán un puntapié por mal gestor, mentiroso, falto de escrúpulos, abusón, nepotismo y 'aprovechategui' con el dinero que no es suyo. Gobernar como un Orbán cualquiera a base de decreto y más decreto-ley.

¿Acaso Rajoy cuando ganó por mayoría absoluta (2011) era un genio de la naturaleza animada? No. Simplemente estuvo antes Zapatero.

En varias ocasiones he traído a colación en este rincón digital alguno de los pensamientos y consideraciones del gran tratadista Peter F. Drücker, uno de los analistas más señeros en el mundo de la ciencia política.

Democracia Pablo Casado