Dos alcaldes de España: de León a Granada

No ha tenido los honores de la gran prensa nacional, quizá por desconocimiento. Para este columnista es un hecho relevante que por vez primera en el PSOE (sanchista), José Antonio Díez Díaz (PSOE), alcalde de León, se ha enfrentado a un ministro con tanta 'potestas' como José Luis Ábalos, para poner delante de los intereses partidistas y hasta espurios, los intereses de sus gobernados en la inmortal ciudad del viejo reino.

Todo sucedió cuando hace unos días, el señor Ábalos visitaba León —con chacota incluida sobre si se traba de encontrar las maletas de la gran Delcy— y, como siempre ocurre cuando viaja a provincias, toda una caravana de botafumeiros se pusieron en pie para bailar el agua al jefe de Ferraz. El alcalde Díez osó recordar al ministro los compromisos gubernamentales incumplidos con su ciudad. Cara fiera de susto y disgusto en el gran Ábalos. Y a huir. Pero su famoso edecán Koldo se dirige al primer edil leonés en un aparte para amenazarle directamente.

"Frente a los intereses del partido o los intereses de los ciudadanos que me han hecho alcalde siempre me inclinaré por lo segundo…", subraya el alcalde.

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Alejandro Requeijo

¿Cundirá el ejemplo en el Partido Socialista? Difícilmente. La valentía y el coraje político en estos tiempos de dirigentes sobrevenidos es un ingrediente escaso.

En la acera de abajo, está el alcalde de Granada, Luis Salvador (Ciudadanos), que se aferra al cargo como percebe a la roca. Se niega a cumplir el pacto suscrito en su día con el PP granadino y el espectáculo que está ofreciendo para seguir en coche oficial se sustancia en este dato: de 27 concejales, solo le apoyan dos. Uno de ellos es él mismo.

"Al Rey, la vida y la hacienda se ha de dar", escribió Calderón de la Barca, en su universal 'Alcalde de Zalamea', "pero el honor es patrimonio del alma…".

Luis Salvador, qué figura, qué ejemplo de limpieza democrática, él, que fusiló (política y metafóricamente escribiendo) a todos cuando perseguía la moqueta. Se enseña en Harvard la definición de político: aquel que mientras besa a los niños les roba los caramelos.

¡Vivir para ver!