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Nuevo gulag: el silencio
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Graciano Palomo

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Nuevo gulag: el silencio

El poder tiende a expandirse como los gases. Unos gobiernos más que otros, sin duda, como se puede demostrar con las cuatro décadas de sistema democrático (formal) en España

Foto: Imagen de archivo de un homenaje a las víctimas del nazismo. (EFE)
Imagen de archivo de un homenaje a las víctimas del nazismo. (EFE)

A la disidencia política, económica y mediática hay muchas formas de tratarla. Stalin se inventó los gulags siberianos; el nazismo, los campos de concentración y los hornos crematorios; el castrismo, las islas cubanas; el franquismo, Carabanchel o Fuerteventura; el chavismo, el acoso domiciliario y las torturas batientes.

En las democracias formales el nuevo gulag es mucho más sutil, menos hiriente y menos chirriante. Sin embargo, existe. Hoy, aquí y ahora, el poder brujulea entre mandarte los abogados del Estado u optar por una línea más directa: el silencio. Lo que más temen los aprendices del cuasi totalitarismo (tampoco ello es algo nuevo, está muy presente en la historia) es la voz y la palabra. Que alguien ose separarse de la línea oficial marcada por el leviatán, que alguno caiga en la tentación de transmitir los señalamientos al poder constituidos de aquella forma, tienen consecuencias. Mucho más en las actuales circunstancias de penuria económica que embarga a las fábricas de noticias y a los soportes de opinión.

Foto: Celebración del día de la victoria sobre la Alemania nazi en Georgia (Reuters)

El poder tiende a expandirse como los gases. Unos gobiernos más que otros, sin duda, como se puede demostrar con las cuatro décadas de sistema democrático (formal) en España. Antes del fusilamiento sumario del disidente, se apunta con la pistola de lo "políticamente correcto", con el presunto o real, desviacionismo de la cultura imperante. Siempre los intereses de clase (propietarios de medios) terminan por imponerse a la lógica de los hechos y, muy especialmente, a la verdad objetiva.

Silenciar es el nuevo gulag. Y en estos supuestos —que se dan a diario y son descriptibles— afectan a todos y en las distintas estaciones. El poder exige que manifiestes como quiere ser retratado, independientemente de que tengas ojos y oídos. A buen entendedor pocas palabras bastan.

A la disidencia política, económica y mediática hay muchas formas de tratarla. Stalin se inventó los gulags siberianos; el nazismo, los campos de concentración y los hornos crematorios; el castrismo, las islas cubanas; el franquismo, Carabanchel o Fuerteventura; el chavismo, el acoso domiciliario y las torturas batientes.

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