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Se busca líder para el mundo libre
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Graciano Palomo

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Se busca líder para el mundo libre

Que un presidente de USA, autoconsiderado "progresista", afirme que lo único que persigue es la seguridad de EEUU y que cada perro se lama sus partes es volver a 1823

Foto: El presidente de EEUU, Joe Biden. (EFE)
El presidente de EEUU, Joe Biden. (EFE)

El tiempo será el encargado de arbitrar la decisión agosteña del presidente Biden. Por de pronto, el último "bluff" demócrata instalado en la Casa Blanca —aún mayor que Carter, el cuáquero que confundió el mundo con un campo de cacahuetes— ha llevado al mundo libre a una descriptible orfandad de liderazgo.

¿Quién se va a fiar a partir de ahora de aquel el senador que hace medio siglo coadyuvó a la derrota de su país en Vietnam? Ni cuando Kennedy fracasó en Bahía de Cochinos, ni cuando Carter fue humillado en Irán por los integristas clérigos de Jomeini, jamás el mundo había asistido a una conferencia tan patética como la de esta semana en boca de un "comandante en jefe" narcotizado que no puede tardar mucho en dejar el sillón del Despacho Oval a Kamala Harris. Culpar a un gobierno autóctono y a un ejército esnifado hasta las trancas de su propia incompetencia le inhabilita 'forever' para liderar a Occidente y a su propio país.

Que un presidente de USA, autoconsiderado "progresista", afirme ante el atónito mundo que lo único que persigue es la seguridad de EEUU y que cada perro se lama sus partes es volver al 2 de diciembre de 1823, cuando James Monroe afirmó aquello de "América para los americanos". Doscientos años después, Biden es hoy su más firme discípulo, renegando “ipso facto” al liderazgo de Occidente, esto es, del mundo libre.

Foto: Foto de archivo de una ceremonia de recuerdo del 11-S en Kabul, en 2017. (Reuters)

Hay una lectura doméstica de los sucesos de Kabul. España entera ha podido ver cómo su primer ejecutivo, Pedro Sánchez, es un presidente en alpargatas. Quizá y subliminalmente con su desdén hacia una crisis que trastoca el orden establecido y pone en cuestión a toda la Alianza Atlántica haya querido vengarse de la afrenta del "paseíllo". Creo, más bien, que hay que entenderlo desde la perspectiva que ofrece su propio perfil psicológico. El "desastre Biden" deja, asimismo, a la intemperie a la recua de farsantas que viven a costa de eslóganes fatuos. Luego, apareció el irreconocible (o sí) Borrell para afirmar que cómo los de las cavernas afganas han ganado la guerra no queda otra que mesarles la barba. ¿Tenías paperas, Josep, cuando en el colegio enseñaban lo que pasó en París o Normandía cuando el nazismo asolaba el mundo? ¡Vivan los principios democráticos!

La ejemplar y meritoria cara hispana la ha ofrecido un embajador (Gabriel Ferrán) en medio del pánico, el caos y el terror. Un capitán que se precie es el último en abandonar la nave.

En la sublime orfandad de Occidente y sus valores eternos la bandera tiene que volver a Europa. Sin embargo, Merkel se jubila, Macron es flor de un día, Boris es el caos desorganizado, mientras Xi Ping es el único que gana. Y eso que Francis Fukuyama escribió cuando cayó el Muro de Berlín aquello del 'Fin de la Historia'. ¿Qué Historia profesor? No nos queda otra que refugiarnos en nuestra "aldea global". Y el que venga atrás, que arree.

Los únicos que han acertado han sido los guionistas de 'Homeland'.

El tiempo será el encargado de arbitrar la decisión agosteña del presidente Biden. Por de pronto, el último "bluff" demócrata instalado en la Casa Blanca —aún mayor que Carter, el cuáquero que confundió el mundo con un campo de cacahuetes— ha llevado al mundo libre a una descriptible orfandad de liderazgo.

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