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Josep Martí Blanch

Pesca de arrastre

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El dinosaurio sigue estando ahí

El independentismo sigue ahí. Con un añadido: por primera vez, supera el umbral del 50% de los votos, lo que añade legitimidad democrática a las aspiraciones soberanistas

Foto: Oriol Junqueras. (Diseño: Pablo López Learte)
Oriol Junqueras. (Diseño: Pablo López Learte)
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Como en el microrrelato de Augusto Monterroso, "cuando despertó, el dinosaurio aún estaba ahí". La principal lectura de las elecciones catalanas se resume en la narración de una línea del escritor guatemalteco. Efectivamente, el independentismo sigue ahí. Con un añadido: por primera vez, supera el umbral del 50% de los votos, lo que añade legitimidad democrática a las aspiraciones soberanistas. No es discutible la afirmación, puesto que mientras no alcanzaba esa cifra el argumento contrario era utilizado para deslegitimarlas.

Desde el punto de vista constitucionalista, los resultados no pueden leerse como una sorpresa, salvo para quien crea en los milagros. El efecto Salvador Illa ha funcionado excelentemente y ha dado lo que podía dar de sí: ganar las elecciones y a la par no tener ninguna posibilidad de presidir la Generalitat.

Quien imaginase escenarios más propicios para la candidatura del exministro no conoce lo suficiente las bases del soberanismo, que demuestran una gran resiliencia y son inmunes a los resultados tangibles que pueda ofrecer un Gobierno independentista o a sus cuitas internas. La clave del voto en Cataluña sigue siendo la resolución del conflicto territorial, que imposibilita que pueda fijarse como prioridad cualquier cuestión que no sea esta. Es sobre este hecho que debe realizarse cualquier análisis si no quieren confundirse deseos y realidades.

Hay, para quien crea en las soluciones a largo plazo, una buena noticia. Los dos partidos que desde posiciones antagónicas apuestan por el diálogo son los que se han llevado el gato al agua. Los socialistas han ganado y ERC es la única formación que puede acceder a la presidencia de la Generalitat, haciendo valer su condición de indispensable en cualquier escenario posible. Puede afirmarse que Cataluña ha premiado ahora la voluntad de diálogo igual que en 2017 los dos bloques, independentistas y constitucionalistas, hicieron lo propio con la confrontación, dando la victoria a Ciudadanos y a Carles Puigdemont la capacidad de nombrar al jefe del Ejecutivo. Es un cambio de tendencia que no puede menospreciarse.

Foto: Pere Aragonès, durante su comparecencia ayer para valorar los resultados. (EFE)

La voluntad negociadora ha sufrido, no obstante, también un traspié. El PDeCAT, que se reclamaba heredero de la tradición convergente, ha quedado barrido sin alcanzar representación parlamentaria, quedando abortada la posibilidad de que desde el centro derecha independentista se abriese una vía similar a la que defiende ERC desde la izquierda. Había tantas esperanzas como deseos en el Madrid político de que eso sucediese.

Cosa distinta es si esa voluntad de acercamiento fijada como prioridad por el electorado puede traducirse en cuestiones prácticas. Porque lo más plausible es que ERC y JxCAT repitan la fórmula de Gobierno de los últimos tres años. Ambos partidos andan en estos momentos aparentando la fortaleza suficiente como para intentar doblegar al otro y comprar a buen precio el acuerdo. Los voceros de ambos partidos insisten en que no les asusta una repetición electoral. ERC utiliza para pagar lo menos posible por ese pacto un llamamiento a un Gobierno que incluya, amén de a ellos mismos y a JxCAT, también a la CUP y En Comú Podem.

Tras esta oferta, táctica, está la voluntad de ERC de poner el límite de la reivindicación nacionalista en la autodeterminación, no en la independencia. Ese es el freno que le garantizaría En Comú Podem. Y por eso mismo es inaceptable para JxCAT, que sigue situando el avance inmediato hacia la independencia como objetivo irrenunciable en el presente.

Foto: La candidata de En Comú Podem, Jéssica Albiach, durante su comparecencia para valorar los resultados. (EFE)

En realidad, este 'tetrapartito' es de imposible ejecución por los vetos cruzados entre los de Puigdemont y En Comú Podem. Para JxCAT, el límite aceptable está en la CUP y un tripartito netamente independentista que no incluya 'equidistantes'. Y ojo, porque la CUP ya ha levantado el dedo para anunciar que está dispuesta esta vez a estudiar la asunción de responsabilidades, es decir, gobernar. Si con JxCAT en el Gobierno la negociación con el PSOE ya sería complicada, añadiendo a la CUP lo más probable es que se naufragase antes de soltar amarras.

Será ERC quien decida si se mantiene fiel a su programa, que fija en el debate identitario un escenario de largo plazo y negociado con el Estado (la 'vía ancha') o sucumbe a la presión de JxCAT y la CUP aviniéndose a una legislatura de confrontación y a unos compromisos irrealizables que abocarían nuevamente Cataluña a un escenario de inestabilidad con un Gobierno bloqueado y plenamente inoperativo.

Si esta opción fracasase, podría abrirse paso el segundo escenario, que a medida que pasan las horas se adivina utópico. Buscar a los socialistas para armar un Gobierno de izquierdas con los comunes a los que el PSC diese apoyo desde fuera. Personalidades socialistas de primer orden, conocedoras del avispero catalán, confiesan que llegado el caso estarían dispuestos a hacer “lo que sabemos hacer, que es política”. Pero dan pocas o nulas posibilidades a esta opción. Máxime cuando la Fiscalía recurre el tercer grado de los políticos encarcelados sin dejar pasar 24 horas desde el cierre de los colegios electorales y Oriol Junqueras, entrevistado en TV3, sella todas las puertas con una vehemencia difícil de entender pasadas las elecciones. Que ERC, aun imponiéndose en el campo independentista, no haya puesto suficiente tierra de por medio con JxCAT añade todavía más dificultades.

Foto: Imagen: Learte Opinión

Las consecuencias más allá de Cataluña son fáciles de observar. Póquer para Pedro Sánchez. El PSOE obtiene una cuádruple victoria, al menos en el corto plazo. El PP queda noqueado, mantiene a los podemitas a raya, su apuesta por el diálogo obtiene recompensa y que su candidato fuera hasta ahora ministro de Sanidad permite construir también una narrativa de éxito en la gestión de la pandemia.

Otra cosa es el dinosaurio, que sigue estando ahí. Gritando menos, cierto, pero cada vez ocupando más asientos en el Parlamento catalán. Algún día habrá que atajarlo por una vía que resulte efectiva, toda vez que ya se han puesto en práctica las que no lo son. De lo que no cabe duda es de que por más veces que se acueste quien gobierne España, cuando despierte, el dinosaurio aún estará ahí.

Como en el microrrelato de Augusto Monterroso, "cuando despertó, el dinosaurio aún estaba ahí". La principal lectura de las elecciones catalanas se resume en la narración de una línea del escritor guatemalteco. Efectivamente, el independentismo sigue ahí. Con un añadido: por primera vez, supera el umbral del 50% de los votos, lo que añade legitimidad democrática a las aspiraciones soberanistas. No es discutible la afirmación, puesto que mientras no alcanzaba esa cifra el argumento contrario era utilizado para deslegitimarlas.

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