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El independentismo civil gripa su motor principal
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Josep Martí Blanch

Pesca de arrastre

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El independentismo civil gripa su motor principal

El engranaje Assemblea Nacional Catalana-partidos-Generalitat está roto y no va a recomponerse

Foto: Jordi Cuixart, y Jordi Sànchez. (EFE)
Jordi Cuixart, y Jordi Sànchez. (EFE)
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La Assemblea Nacional Catalana (ANC) presentó ayer la propuesta de movilización ciudadana para el próximo 11 de septiembre, la Diada, siempre que la pandemia lo permita. La idea es llenar de manifestantes el espacio que va desde plaza Urquinaona hasta el Parlamento. Y el simbolismo que se pretende es unir el “frente de la calle” (representado por la plaza Urquinaona como epicentro de los graves altercados vividos cuando se hizo pública la sentencia del Tribunal Supremo a los líderes independentistas) con el frente institucional y político representado por el Parlamento. Para entendernos: el pueblo soberano, organizado en una gran columna que va de un punto a otro, exige a sus representantes políticos que dejen de poner excusas, apuesten decididamente por la unilateralidad y hagan real la declaración de independencia de octubre de 2017.

La manifestación de la Diada sirve para tomar el pulso del soberanismo desde que en 2012, tras la primera gran manifestación independentista, todo el nacionalismo parlamentario cruzó el Rubicón que dejaba atrás, al menos formal y discursivamente, el autonomismo.

Así que, viendo el trazado escogido por los organizadores para este año, ya puede sacarse alguna conclusión relevante. Por ejemplo, se esperan menos manifestantes que en anteriores ediciones, puesto que el espacio físico a ocupar es mucho menor que en las manifestaciones precedentes (no contamos, por supuesto, la Diada de 2020, afectada por la pandemia).

La entidad ha ido perdiendo fuerza, implantación territorial, capacidad de movilización y, lo más importante, capacidad de influencia política

Pero más allá del número de ciudadanos que acaben acudiendo a la manifestación, lo relevante es observar cómo el motor de movilización e influencia que en su día fue la ANC está gripado. En el quinquenio 2012-2017, la ANC fue el ariete del independentismo más temido. ERC y JxCAT (primero CiU) le tenían miedo. La entidad actuaba como un verificador de cuán sincera era la fe independentista de cada partido político. Y eso daba pánico a las formaciones políticas.

Esto ha dejado de ser así. En manos de su actual presidenta, Elisenda Paluzie, la entidad ha ido perdiendo fuerza, implantación territorial, capacidad de movilización y, lo más importante, capacidad de influencia política. Ya no se la teme e incluso, de puertas adentro, se la menosprecia.

Esto es más relevante de lo que pueda parecer. Buena parte de lo sucedido en Cataluña en el quinquenio 2012-2017 no se explica sin la presión permanente de esta entidad a los dos grandes partidos del independentismo. Ambos llegaron a estar convencidos, y probablemente con razón, de que un posicionamiento claro de la ANC en favor de uno u otro podía decantar el resultado de las elecciones. Como ERC y JxCAT (o antes CiU) competían por una bolsa de votantes que tanto podía decantarse por una como por otra opción, la asamblea actuaba como un acelerador de partículas hacia la unilateralidad de ambos partidos, que no querían perder ni un solo voto ante su rival. Nadie se atrevía a confrontar la ANC y a cuestionar sus planteamientos. Si exigía elecciones, acababa habiendo elecciones. Si pedía un referéndum, había un referéndum. En clave hiperbólica, se resumiría así: la ANC ordenaba y los partidos obedecían.

Foto: La presidenta de la ANC Elisenda Paluzie. (EFE)

Todo eso se acabó. La entidad vive horas bajas y no va a recuperar su esplendor. Sus posicionamientos, que a mediados de la década pasada sonaban épicos a la vez que plausibles en los oídos de buena parte del soberanismo, son ya una posición claramente minoritaria que la mayoría del independentismo escucha como quien oye llover.

Aun así, a partir de ahora y durante todo el verano, veremos a los partidos políticos intentar quedar bien con la ANC de cara a la manifestación del 11 de septiembre. ERC, JxCAT y la CUP acudirán con todo su plantel de jugadores a la marcha convocada. ERC dirá que por supuesto que la unilateralidad es una opción, pero que hay que seguir apostando por la negociación; JxCAT añadirá que claro que hay que agudizar el conflicto con el Estado, y otro tanto explicará la CUP.

Pero más allá de la palabrería, no va a haber grandes esfuerzos de las estructuras territoriales de los partidos por desplazar gente a Barcelona y tampoco desde el Gobierno de la Generalitat va a desarrollarse un excepcional esfuerzo de propaganda para que la manifestación de la Diada de este año se desborde. El engranaje ANC-Gobierno-partidos está roto.

Foto: Los miembros de la Asamblea Nacional Catalana (ANC). (EFE)

La ANC es ya el único actor político de cierta relevancia que todavía no ha despertado del sueño unilateralista de 2017; como sí ha hecho en cambio la otra gran entidad del soberanismo civil, Òmnium. Por eso, desde la ANC se sigue insistiendo en proclamas y discursos que son percibidos como extemporáneos incluso dentro del soberanismo.

A efectos de análisis político, los posicionamientos de la ANC han dejado de ser útiles para averiguar la temperatura que marca el termómetro independentista. Si hace unos años esta era la asociación a la que había que seguir y estudiar para averiguar lo que acabaría pasando en Cataluña, ahora la entidad es un actor menor al que le cuesta incluso alcanzar cuotas de gran protagonismo mediático. Ha dejado de ser el actor central del soberanismo para convertirse en un actor secundario, de segunda fila. Antes mordía más que gritaba, ahora grita más que muerde.

¿Habrá mucha gente en la manifestación que se acaba de anunciar? Sí, la habrá. Aunque mucha menos que en anteriores ediciones

¿Habrá calentón soberanista en septiembre? Lo habrá. ¿Habrá mucha gente en la manifestación que se acaba de anunciar? Sí, la habrá. Aunque mucha menos que en anteriores ediciones. ¿Hay alguna posibilidad de que la ANC arrastre hacia sus posicionamientos a los partidos soberanistas? Ni en broma.

La Diada de este año será una 'perfomance' menor. Como lo fue el encuentro en Waterloo entre Oriol Junqueras y Carles Puigdemont. Tanto ERC como JxCAT saben que la ANC ya no es un prescriptor de primer orden del voto soberanista. Por eso les entra por un oído y les sale por el otro lo que pueda decir o exigir Elisenda Paluzie como presidenta de la entidad. Y por eso ya sabemos hoy, a tres meses vista, que la manifestación de este año no tendrá nada que ver con las anteriores. Ni en número de asistentes ni en consecuencias políticas. De esto último, no habrá ni una.

La Assemblea Nacional Catalana (ANC) presentó ayer la propuesta de movilización ciudadana para el próximo 11 de septiembre, la Diada, siempre que la pandemia lo permita. La idea es llenar de manifestantes el espacio que va desde plaza Urquinaona hasta el Parlamento. Y el simbolismo que se pretende es unir el “frente de la calle” (representado por la plaza Urquinaona como epicentro de los graves altercados vividos cuando se hizo pública la sentencia del Tribunal Supremo a los líderes independentistas) con el frente institucional y político representado por el Parlamento. Para entendernos: el pueblo soberano, organizado en una gran columna que va de un punto a otro, exige a sus representantes políticos que dejen de poner excusas, apuesten decididamente por la unilateralidad y hagan real la declaración de independencia de octubre de 2017.

Esquerra Republicana de Catalunya (ERC) Independentismo Oriol Junqueras
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