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La batalla perdida del aeropuerto de Barcelona
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Josep Martí Blanch

Pesca de arrastre

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La batalla perdida del aeropuerto de Barcelona

La Barcelona de Ada Colau y la Cataluña de Pere Aragonès —con la CUP vigilante en una esquina— son los arietes de un nuevo mundo en el que la humanidad se redime de todos sus pecados

Foto: Un avión sobrevuela las inmediaciones del espacio natural protegido de la Ricarda. (EFE)
Un avión sobrevuela las inmediaciones del espacio natural protegido de la Ricarda. (EFE)
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El pacto entre la Generalitat y el Gobierno de España para la ampliación del aeropuerto de Barcelona ha durado cinco semanas y media. Como la mayoría lo fueron de agosto —con toda la clase política estirando los pies en la arena—, podríamos decir que el despropósito ha durado más bien dos días, los que van de recoger las toallas y guardar los bañadores a ponerse delante de un micro para empezar el curso político como se acostumbra: emponzoñando.

La historia es sabida. El 2 de agosto, ambos gobiernos llegaron a un acuerdo que desencallaba la inversión. Por parte del Gobierno catalán, el encargado de anunciarlo fue su vicepresidente, Jordi Puigneró (JxCAT). Y ahí está la clave del desaguisado final.

No por quién lo anunció, sino más bien por quién no lo hizo. ¿Conocen algún presidente que renuncie a anunciar una inversión de 1.700 millones en su territorio? Ahora ya saben de uno, Pere Aragonès. Pero no lo hizo por un ataque de generosidad para con su vicepresidente. Simplemente, no le convenía hacerlo. Sabía que las bases de su partido, y muchos de sus cuadros, se opondrían a la ampliación aduciendo criterios de salvaguarda ambiental. Por eso lo dejó en manos de Puigneró. Se protegía de los suyos.

Aragonès buscaba seguir construyéndose una imagen de gobernante serio, que entiende la necesidad de las inversiones estratégicas, y, por tanto, autorizaba el acuerdo aunque el encargado de anunciarlo fuera el vicepresidente con carné de JxCAT.

Ese resguardarse le permitía al mismo tiempo poder explicar entre los más reacios de ERC a la ampliación —algunos miembros de su propio Gobierno— que la prisa por desencallar la inversión era cosa de JxCAT, esos neoconvergentes que siempre están a favor del dinero y los negocios. Pero que ya encontraría él la manera de modificar el proyecto. En resumen: ganar tiempo, hacer dos discursos a la vez, intentar contentar a todos. En misa y repicando.

Lo que ha pasado por el camino es que Aragonès ha descubierto, si es que no lo sabía ya, que no tiene un partido fácil de manejar. Vamos, que una vez se hizo público el proyecto hace unos días, no había suficientes paños calientes en su despacho para adormecer la oposición de su propio partido al acuerdo de ampliación alcanzado con el ministerio.

Foto: El presidente de la Generalitat, Pere Aragonès. (EFE) Opinión

Así que endureció el tono. Se llamó al ministerio —sin que su vicepresidente y urdidor del acuerdo lo supiese— para solicitar cambios que alteraban lo ya acordado, que era conocido con todo detalle por Pere Aragonès. Cambios que fueron denegados con el argumento de que lo que se había anunciado era absolutamente fiel a lo que había permitido el apretón de manos entre gobiernos. Se volvió a subir el tono. ERC anunció su asistencia y apoyo a la manifestación contraria a la ampliación. Y al Gobierno de Pedro Sánchez se le hincharon las narices y retiró la inversión. Fin de la historia.

El desastre no tiene que ver esta vez directamente con la agenda soberanista. Guarda más bien relación con la agenda social y la fortuna que ha hecho en Cataluña el discurso de que es necesario vivir desde ya mismo de otra manera porque el mundo que conocemos se ha acabado. Así que han dejado de tener sentido inversiones que lo que pretenden es afianzar un modelo económico que se ha demostrado fracasado.

En este planeta, que ha aprendido la última lección con la pandemia, no es importante evitar que el aeropuerto colapse, tampoco es necesario ir por el mundo emitiendo toneladas de CO2 para hacer negocios, la industria turística deja de ser deseable porque esquilma la ciudad a cambio de cuatro divisas y puestos de trabajo mal pagados y, si lo desean, añadan ustedes cuantas consideraciones de este tipo consideren.

Lo único que cambió en la cabeza de Aragonès es entender que su liderazgo no iba a ser suficiente

Barcelona, con Colau, y Cataluña, con ERC más la CUP vigilante en una esquina y el asentimiento de JxCAT, son los arietes del nuevo mundo en el que la humanidad se reconcilia con la naturaleza y se redime de todos sus pecados. Cataluña es el corazón de Pandora a través del cual el planeta entero se regenera. Esta es la literatura casi esotérica —exageramos— que se ha llevado por delante la ampliación del aeropuerto y que subyace en un discurso que, si todavía no es hegemónico, poco le falta en Cataluña.

El anuncio de la ministra Raquel Sánchez suspendiendo la inversión del aeropuerto cogió a Pere Aragonès en Valencia, en una reunión con su homólogo, Ximo Puig, escenificando los compases de una colaboración entre autonomías levantinas para hacer frente común en algunas reivindicaciones de las cosas del comer frente al Estado. No se lo esperaba. Consideraba, el presidente catalán, que en este asunto, como en tantos otros, se podía estar en misa y repicando, alimentando a la vez posturas incompatibles. Sabía, desde el principio, que el acuerdo alcanzado contemplaba la afectación del espacio natural protegido. Y que el compromiso, a negociar en los próximos meses, se limitaba a que esa afectación fuese la menor posible, pero en ningún caso inexistente.

Foto: Aspecto del aeropuerto de Barcelona. (EFE)

Lo único que cambió en la cabeza de Pere Aragonès en estas cinco semanas y media es entender que su liderazgo no iba a ser suficiente para llevar su partido hacia una postura de conformidad con la inversión planteada. Y esa sí es una derivada que hay que tener en cuenta para otros asuntos que están sobre la mesa, como el proceso. Porque una cosa es lo que quiere el 'establishment' republicano y otra la pasta de la que están hechos la militancia de su partido y muchos de sus cuadros. Aragonès ha demostrado que su espalda, firme, lo que se dice firme, no acaba de serlo todavía. Ahora bien, algo ha ganado. Con la ampliación de El Prat en la papelera, la CUP lo tiene más difícil para negarle la aprobación de los Presupuestos. Escaso beneficio teniendo en cuenta lo que pierden —todos— los catalanes.

El pacto entre la Generalitat y el Gobierno de España para la ampliación del aeropuerto de Barcelona ha durado cinco semanas y media. Como la mayoría lo fueron de agosto —con toda la clase política estirando los pies en la arena—, podríamos decir que el despropósito ha durado más bien dos días, los que van de recoger las toallas y guardar los bañadores a ponerse delante de un micro para empezar el curso político como se acostumbra: emponzoñando.

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