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La segunda vez que Pedro Sánchez dobla el brazo a Albert Rivera
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Esteban Hernández

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La segunda vez que Pedro Sánchez dobla el brazo a Albert Rivera

La salida de Toni Roldán y la dimisión de Javier Nart agitan las aguas de un partido que soñó con gobernar y que ahora está sumido en tres crisis. Su estrella se está apagando

Foto: Eran otros tiempos. A la derecha en la foto, Toni Roldán. (EFE)
Eran otros tiempos. A la derecha en la foto, Toni Roldán. (EFE)

La crisis de Ciudadanos se puede leer de tres maneras, y ninguna de ellas es buena para Albert Rivera.

En primera instancia, Ciudadanos está sufriendo los mismos males que han llevado a Podemos a un lugar secundario en la escena política: es un partido construido alrededor de un líder, sostenido por una segunda línea de dirigentes y con una implantación local insuficiente; es más una marca que una estructura. Su principal fuerza electoral se da en determinadas zonas urbanas, las que albergan a esas clases medias y medias altas, modernas, con vocación global, culturalmente liberales y poco o nada religiosas.

El futuro que nos perteneció

Ese ha sido su punto de apoyo, el que ha permitido a Cs tener presencia pública, pero era un espacio que debía trascenderse. Y existía mucha confianza en el crecimiento del partido: las grandes ciudades eran el lugar donde más rápido penetraba la novedad y también el que ejercía de correa de transmisión; era sólo cuestión de tiempo que arraigasen en el resto de España. Pablo Iglesias creía lo mismo y por eso insistía en que la España del futuro le pertenecería. De hecho, hubo un tiempo lejano en el que Podemos lideró las encuestas electorales. A Ciudadanos le ocurrió igual, y en la segunda legislatura de Rajoy, Rivera parecía destinado a ser presidente del Gobierno, según los sondeos. Pero tantas esperanzas parecen estar desvaneciéndose para los líderes de la nueva política.

Rivera se sintió traicionado, comenzó a perder el norte y la aparición de Vox le desató: eligió una mala opción para pelear en las generales

Las ilusiones de ambos tuvieron el mismo verdugo, Pedro Sánchez. Después de las segundas elecciones generales de Rajoy, la presión interna y externa en el PSOE sobre el joven líder fue insoportable. Le montaron un golpe de Estado para colocar a Susana Díaz e investir a Rajoy, lo cual dejaba toda la izquierda libre para Podemos. Es cierto que los de Iglesias decidieron seguir poniéndose piedras en el cuello y en lugar de aprovechar la pista que les habían abierto montaron Vistalegre II para hacer más visibles aún sus problemas internos, pero el puñetazo en la mesa definitivo lo dio el triunfo de Sánchez en las primarias del PSOE. Desde entonces, anunció que el PSOE sería de izquierdas, ganó credibilidad entre los suyos y en la sociedad y cerró la puerta del todo a un sorpasso de Podemos.

Las divisiones de la cúpula

El caso de Rivera fue parecido, porque después de meses de deterioro del Gobierno de Rajoy, las encuestas subrayaban que Cs había sobrepasado al PP y, sobre todo, que estaba en condiciones de encabezar unos pactos, tras las siguientes elecciones, que le llevarían al Gobierno. Pero en ese instante, cuando parecía claro que tarde o temprano el relevo en la derecha ocurriría, Redondo y Sánchez idearon la moción de censura y clausuraron esa posibilidad. Rivera se sintió traicionado, comenzó a perder el norte y la aparición de Vox le desató. Eligió una mala opción para pelear en las generales y no fue capaz de vencer a un PP en plena debacle.

Hay momentos políticos en los que aguantar resulta especialmente complicado y Cs está en uno de ellos

Las semejanzas entre Iglesias y Rivera no acaban ahí. Sus partidos se han roto por el mismo lugar, su cúpula. La división, que se había sobrellevado razonablemente hasta las elecciones, entre varios de los fundadores, Garicano, Valls, Roldán, Nart y la de Rivera y su círculo de fieles, que apostaron por el giro la derecha, se ha dejado sentir una vez que el dictamen de las urnas les ha llevado a una posición subordinada. En Podemos aquello se saldó mal, con purgas varias y la salida de Errejón y en Cs tiene mala pinta, con la sustitución de Roldán por Marcos de Quinto.

El enemigo y las contradicciones internas

La segunda crisis de Ciudadanos es coyuntural y podría tener menos densidad, pero pinta que producirá consecuencias serias, porque si se maneja mal acaba en un difícilmente evitable deterioro del partido, también en lo electoral. Hay momentos en los que aguantar resulta especialmente complicado y Ciudadanos está en uno de ellos. Dado que perdieron las elecciones, se han convertido en un partido subordinado, que debe dar su apoyo al PP o al PSOE, lo cual les obliga a elegir entre una mala solución y otra peor. A Podemos le ocurrió tras las elecciones de 2015, cuando se les empujó a respaldar el pacto entre Rivera y Sánchez, a lo que se negaron. El precio fue elevado, pero no sólo por la repercusión pública, sino por la forma en que profundizó las contradicciones internas. Ahora Cs está viviendo esa misma presión externa.

Si Podemos se arriesga a una nueva convocatoria electoral, a lo mejor se le anima a Errejón a que adelante la creación de su partido

Sánchez tiene en la mano la amenaza, que ni siquiera necesita ejecutar, de la repetición de elecciones: a Ciudadanos se les hace ver que si se enroca en el no, pueden perder aún más presencia en el Congreso y convertir en inviable del todo el liderazgo en la derecha por el que habían apostado; a Podemos se le sugiere que, si se fuerza para volver a las urnas, a lo mejor Errejón adelanta la creación de su partido y también concurre, con el daño que eso causaría a los de Iglesias.

La presión mediática

En el caso de Cs, aguantar esta presión, que implica que las contradicciones internas se multiplican y que la presión mediática se va a disparar, (y el elevado número de alabanzas a Roldán y Valls y de críticas a Rivera forman parte de ella), es bastante complicado, y más aún salir de la trampa sin pagar un elevado precio. No parece que Rivera esté manejándose adecuadamente en este escenario.

Es muy probable que los de Rivera sigan cerrados en banda, pero queda mucho por delante, y no se ven las cosas igual ahora que dentro de dos años

De modo que Sánchez tiene todas las cartas en la mano para que, a medio plazo, pueda apoyarse en dos fuerzas diferentes a la hora de gobernar. Es muy probable que los de Rivera sigan cerrándose en banda, pero queda mucho por delante, y no se ven las cosas igual ahora que dentro de un año o dos. Ese Podemos que se negó repetidamente a apoyar el gobierno del PSOE con Cs, es el mismo que pocos años después se ha vanagloriado de haber dado el Gobierno a los socialistas. Aguantar en una posición subordinada, como es la de Cs, se va a hacer muy difícil.

La posición política

La tercera crisis de Cs es más interesante, aunque menos urgente, porque implica definir el papel político que va a jugar en la política española. Se entiende mejor si en lugar de ceñirnos a lo de siempre (Cataluña, giro a la derecha, etc.) nos fijamos en uno de los aspectos esenciales, la economía. En este instante, y no sólo en España, tenemos tres opciones principales. La primera de ellas consiste en seguir anclados en las fórmulas económicas neoliberales y realizar ajustes (llamados reformas) para que ese proceso pueda mantenerse. En ese marco, que podríamos llamar alemán, se sitúan el PP y Ciudadanos, con pequeñas variaciones en su discurso, pero con pocas diferencias más. Es cierto también que ese modelo se está agotando y tendrán que darse algunos ajustes, quizá neokeynesianos, quizá neoliberales, para que el modelo siga a flote durante algún tiempo en Europa.

Algunos expertos de Ciudadanos resultan difícilmente distinguibles en sus ideas de algunos tecnócratas del PSOE

La segunda opción económica, la que defiende buena parte de la socialdemocracia europea, los verdes y algunos ámbitos liberales, apuesta por lo ecológico y lo digital como elemento de revitalización del sistema. Es cierto que no introducen cambios de fondo y no se salen del modelo económico dominante, pero puede generar un nuevo impulso a partir de la inversión en renovables y digitalización. En esta línea, por el lado liberal, también coinciden algunos expertos de Ciudadanos, difícilmente distinguibles de algunos tecnócratas del PSOE.

La actitud de Vox con el programa del PP

La tercera vía es la de Trump, Boris Johnson o Salvini, la de una retórica nacionalista fuerte con mayor proteccionismo y cierre frente a la inmigración, que favorece los procesos de acumulación de las clases con recursos, pero que en algunos casos, como el de Italia o el de Polonia, se compaginan con ayudas para las clases más necesitadas y, sobre todo, ofrece una mayor defensa de lo nacional.

Cada una de estas estrategias tiene un estrato político que la defiende, la derecha sistémica, la socialdemocracia sistémica y las derechas populistas respectivamente, y lo cierto es que Ciudadanos hoy no tiene claro dónde situarse. Tiene la retórica dura de Vox, pero no defiende una opción económica a lo Trump, y su programa económico no se diferencia apenas del popular, aunque pueda encontrar puntos de conexión referidos a reformas e innovación (no en cuanto a redistribución) con sectores tecnocráticos el PSOE. Esa extraña mezcla de desafío a lo Vox, políticas de derechas y guiños al centro izquierda provoca una indefinición que, más que ampliar su espacio, se los resta.

Si juntamos los tres factores, el estructural, el coyuntural y el ideológico y les añadimos un liderazgo cada vez más enrocado, la opción ciudadana, destinada a gobernar España, tiene ahora un futuro endeble.

La crisis de Ciudadanos se puede leer de tres maneras, y ninguna de ellas es buena para Albert Rivera.

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