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Los intereses de China en la guerra de Gaza
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Esteban Hernández

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Los intereses de China en la guerra de Gaza

Más allá de los componentes morales y humanitarios, la invasión de Gaza contiene muchos conflictos: políticos, regionales, económicos y geopolíticos. Y anticipa grandes cambios

Foto: Xi Jinping, en la ceremonia inaugural del Foro Belt and Road. (Reuters/Edgar Su)
Xi Jinping, en la ceremonia inaugural del Foro Belt and Road. (Reuters/Edgar Su)
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Durante las llamadas primaveras árabes, los manifestantes, que aspiraban a cambiar las estructuras de poder de sus Estados, se envolvieron en sus protestas con la bandera de sus países. Bajo ese hecho, en apariencia expresión de un sentimiento nacionalista, y como señala Isaías Barreñada, latía un componente simbólico muy marcado: ellos representaban al verdadero país, a las necesidades y aspiraciones de su población, a la gente común, al contrario que esas élites que les gobernaban.

En todas esas manifestaciones, junto con la bandera local, ondeaba insistentemente otra, la palestina. Era un aspecto que iba más allá de la solidaridad entre pueblos. Era un símbolo de los olvidados, de aquellos que eran sistemáticamente ignorados; era una bandera con la que señalaban la hipocresía de sus élites. Ese carácter simbólico se ha redoblado en fechas recientes, dado que buena parte de los países árabes habían normalizado sus relaciones con Israel, mientras que sus poblaciones no podían dejar de lado a los palestinos. La masacre de Hamás del 7 de octubre y la respuesta israelí introdujo una fricción evidente entre ambas direcciones, lo que era también una intención de los ataques. La mayor parte de los regímenes de la zona son autocracias, que no son especialmente sensibles a la opinión pública de sus países, por razones obvias, pero sí lo son al malestar de fondo que puede encauzarse en revueltas, porque pueden provocar que el orden interno se tambalee. Ese hecho ha contribuido a las marchas atrás de países árabes en sus relaciones con Israel tras el 7 de octubre.

La guerra de Gaza también contiene un conflicto geopolítico en el que el poder de EEUU en el mundo está en juego

Estos factores podrían ser manejables en otro momento, pero estamos en un instante de transformación profunda en las relaciones internacionales. La guerra de Gaza contiene un conflicto político en Israel, otro con Hamás y los palestinos, otro regional y otro moral, que nos interpela sobre cómo se debería actuar en esta situación. Pero junto con ellos, también aparece un conflicto geopolítico en el que el poder estadounidense en el mundo está en juego.

Las dos imágenes

Situemos la partida de fondo. Los días 17 y 18 de octubre se celebró en Zhenzhou el III Foro de la Ruta de la Seda. Participaron representantes de 140 países y de 32 organizaciones internacionales y estuvo presente el secretario general de la ONU. La prensa china de esos días dedicó un espacio secundario a Gaza y colocaba en los lugares más visibles las noticias sobre corredores logísticos, construcción de infraestructuras e inversión que su país estaba ofreciendo. China ofertaba comercio, desarrollo e inversión y Xi repetía sonriente que estamos en un mundo de cambios históricos sin precedentes. En Occidente, las portadas la copaban la guerra, los temores a una escalada bélica y las imágenes de violencia. Un Biden tenso se dirigió a los estadounidenses para solicitar más partidas presupuestarias con que apoyar a sus aliados en Ucrania e Israel. Las imágenes se contraponen solas.

El sur global existe y quiere un espacio propio, reforma de las instituciones globales y un nuevo reparto de cartas

Como señalaba Stephen Walt en Foreign Policy, era fácil imaginar a un funcionario chino afirmando: “Permítanme señalar que tenemos buenas relaciones con todos en la región y que nuestro único interés vital allí es un acceso confiable a la energía. Por lo tanto, estamos comprometidos a mantener la región tranquila y pacífica, razón por la cual ayudamos a Irán y Arabia Saudita a restablecer lazos el año pasado. ¿No es obvio que el mundo se beneficiaría si el papel de Estados Unidos disminuyera y el nuestro aumentara?”.

Desde luego, en Occidente lo vemos de otra manera, pero el mundo es mucho más amplio que el de Europa, EEUU, Australia, Japón, Canadá y Corea del Sur. El sur global existe y está volviéndose contra el orden internacional vigente: quiere un espacio, reforma de las instituciones globales y un nuevo reparto de cartas. Lo llaman multipolaridad, pero se refieren al final de la hegemonía estadounidense.

En ese contexto, cuando la bandera palestina ondea en muchos países del mundo, también tiene un evidente carácter simbólico. Señala la falta de coherencia entre unas potencias que dicen apoyarse en un orden basado en reglas, en lugar de un orden basado en la ONU, y que pueden exculpar del cumplimiento de las mismas a quienes tengan por conveniente. Señala la hipocresía occidental. Y cuando ese mensaje, instigado por China y Rusia, penetra en Estados con muchos millones de personas, materias primas y recursos energéticos, y cada vez más capital y tecnología, las cosas tienden a complicarse para el norte global. Las potencias emergentes dicen ofrecer comercio, globalización y desarrollo, mientras que las potencias tradicionales tratan de imponerse por la fuerza. La discusión internacional sobre Palestina también tiene mucho que ver con esto.

La respuesta occidental

La manera en que Occidente está haciendo frente a este nuevo desafío parece particularmente desanclada de la realidad circundante. En parte por divisiones internas, que se hacen expresas en el país hegemónico, EEUU: los conservadores quieren prestar ayuda a Israel, pero no están tan dispuestos a brindársela a Ucrania; los demócratas empujan fuerte para que Ucrania reciba fondos, pero su compromiso con el Israel de Netanyahu no es tan firme, y menos aún entre sus votantes. En otra medida, porque algunos de los errores cometidos tras el 11-S se están repitiendo, y ya sabemos cómo las intervenciones bélicas de aquellos años contribuyeron a desestructurar el mundo en lugar de a asentarlo.

El mundo está fracturándose. Y eso permite que la bandera palestina tenga muchos significados

En el fondo, late una divergencia en el frente occidental que oscila entre un apoyo incondicional al gobierno de Netanyahu y la necesidad de ponerle un freno firme. En parte porque una escalada en la zona, que nadie quiere y que se estima poco probable, puede ocurrir en cualquier instante, con todo lo que eso significaría, pero también porque puede generar consecuencias económicas muy graves. Está cobrando forma el momento en que buena parte del bloque occidental exija a Israel muchos límites en su respuesta militar y que ofrezca una solución política a Palestina al final del proceso bélico. No parece que el gobierno israelí esté muy dispuesto de momento a ninguna de las dos cosas. Es significativo, en este sentido, que un medio tan influyente como el Financial Times publique un editorial pidiendo un alto el fuego.

Pero, una vez más, con todos los componentes morales y humanitarios que nos sacuden con esta llamada guerra del Sucot, las dimensiones van mucho más allá, porque tienen lugar en un momento especialmente complicado para Europa. De esta guerra va a salir un Occidente distinto, pero la conciencia del momento no ha penetrado en los dirigentes y en los expertos europeos, muchos de los cuales siguen creyendo que el sur global no existe, que la desglobalización no ha llegado, que la pax americana sigue vigente en gran medida y que todo volverá, más o menos, a su cauce tras la intervención israelí. No es así, el mundo se ha fracturado. La bandera palestina tiene muchos significados hoy.

Durante las llamadas primaveras árabes, los manifestantes, que aspiraban a cambiar las estructuras de poder de sus Estados, se envolvieron en sus protestas con la bandera de sus países. Bajo ese hecho, en apariencia expresión de un sentimiento nacionalista, y como señala Isaías Barreñada, latía un componente simbólico muy marcado: ellos representaban al verdadero país, a las necesidades y aspiraciones de su población, a la gente común, al contrario que esas élites que les gobernaban.

Xi Jinping Joe Biden Benjamin Netanyahu Conflicto árabe-israelí
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