Segundo Párrafo
Por
Vox, la final de la Champions y el Orgullo Gay
Lo mejor es que la capital no tiene que elegir entre celebrar el Orgullo y la Champions. En Madrid cabemos todos. Hasta los prejuicios
Todo el fin de semana esperando a ver si algún portavoz de Vox se quejaba de que los madrileños hayamos tenido que aguantar un fin de semana de olor a pis y cánticos a deshoras en el centro de la capital y ni rastro de indignación por la falta de civismo de miles de hombres medio desnudos y enteramente borrachos paseándose por Gran Vía. No constan quejas del partido de Abascal por la suciedad que han generado los representantes más incívicos de las aficiones del Liverpool y el Tottenham concentrados en Madrid durante el fin de semana para vivir de cerca la final de la Champions.
Cerca de 100.000 visitantes con ganas de fiesta han abarrotado durante el fin de semana los alrededores de la Puerta del Sol, Colón y la plaza de Felipe II. Había muchos aficionados ingleses disfrutando tranquilamente con sus hijos del ambiente y el calor de la Plaza Mayor, con un bocata de calamares en una mano y una caña en la otra, tostándose a la espera de que comenzara la final. Otros eran más de derramarse la cerveza por encima y golpearse el pecho cual orangutanes cada vez que una cámara de televisión se acercaba a saludarlos para el telediario.
No faltó, para más señas, ni la masturbación en público de un hooligan desaforado subido a una verja de la Puerta del Sol. El sujeto en cuestión, de cabeza rapada y totalmente desnudo, se tocaba el miembro ante la atenta mirada del cartel de Tío Pepe mientras cientos de personas le grababan y jaleaban su exhibicionismo con cánticos futboleros. La Policía Municipal dio con él un rato después y lo arrestó, no solo por masturbarse en público, también por abusar de una turista italiana a la que tuvo que atender el Samur.
Altercados como este, sin embargo, fueron la excepción. Pese a que la noche de la final más esperada del deporte europeo se saldara con unos cuantos hinchas arrestados por disturbios y desobediencia, Madrid gestionó con éxito (y un dispositivo policial sin precedentes de 4.700 agentes) la llegada de las aficiones inglesas con ganas de fútbol y fiesta. Los que se pasaron de rosca no representan a la mayoría de aficionados que disfrutaron de la gran acogida del macroevento que hizo la capital. Sería injusto achacarle a las decenas de miles de aficionados al fútbol las salidas de tono de unos pocos, ¿no? No es tan difícil de entender. Al menos, cuando se trata de fútbol.
Podríamos pensar, visto lo visto, que la indignación ante los inconvenientes de albergar un macroevento no se reparte por igual en función de la gravedad de los altercados, sino de quién los organice. La utilización política de los desmadres varía mucho, a la vista de la naturalidad con la que Vox se ha tomado las molestias generadas por la final de la Champions.
Según explicó el candidato Javier Ortega Smith durante la reciente campaña electoral, le parecía inapropiado que la capital celebre por todo lo alto el Orgullo Gay, una fiesta que reúne cada año a más de un millón de personas que reivindican en una ambiente festivo y sin apenas incidentes la igualdad de derechos para la comunidad LGTBI. No lo considera esta formación política que sea un espectáculo para todos los públicos y prefería mandarlo a la Casa de Campo. Ahí tampoco le parecía bien a Isabel Díaz Ayuso, la candidata popular que podría convertirse en la presidenta de la Comunidad con apoyo de Vox, “porque hay familias”.
No se le ha oído a Ortega Smith echarse las manos a la cabeza por el mal ejemplo que han dado a los niños los hooligans borrachos
No se le ha oído a Ortega Smith echarse las manos a la cabeza por el mal ejemplo que han dado a los niños los hooligans borrachos ni ha pedido que los saquen del centro Madrid “porque causan verdaderos problemas y atascos”, como dijo del Orgullo. Prometió mandar la manifestación LGTBi “a la Casa de Campo con un contrato de responsabilidad para que toda la limpieza que luego haya que hacer la paguen los organizadores”. A la UEFA no consta que se haya quejado todavía.
A lo mejor lo que molesta a algunos políticos no es entonces que haya señores con barba y el torso desnudo cantando borrachos por la calle Mayor, sino que lo hagan agitando un abanico arcoiris en vez de una bufanda de 'You’ll never walk alone'.
El beneficio económico de celebrar la final de la Champions en Madrid se estima en torno a los 60 millones de euros. El Orgullo Gay, por su parte, deja cada año más del doble en los establecimientos madrileños. El coste para la ciudad de organizar ambos dispositivos es, según fuentes del consistorio, similar. En torno al millón y medio de euros entre el dispositivo policial, los refuerzos del transporte público y los servicios de limpieza necesarios.
Lo mejor es que la capital no tiene que elegir entre celebrar el Orgullo y la Champions. En Madrid cabemos todos. Hasta los prejuicios.
Todo el fin de semana esperando a ver si algún portavoz de Vox se quejaba de que los madrileños hayamos tenido que aguantar un fin de semana de olor a pis y cánticos a deshoras en el centro de la capital y ni rastro de indignación por la falta de civismo de miles de hombres medio desnudos y enteramente borrachos paseándose por Gran Vía. No constan quejas del partido de Abascal por la suciedad que han generado los representantes más incívicos de las aficiones del Liverpool y el Tottenham concentrados en Madrid durante el fin de semana para vivir de cerca la final de la Champions.