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El riesgo de prohibir los coches silenciosos
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Marta García Aller

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El riesgo de prohibir los coches silenciosos

A la última tecnología a la que hemos necesitado inventarle un sonido para andar más tranquilos es a los coches eléctricos. Los nuevos automóviles van a tener que hacer ruido por ley

Foto: Foto: iStock.
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Cuando el Empire State abrió en 1931, los ascensores tenían música incorporada. La razón principal, según cuenta el historiador Joseph Lanza en su libro ‘Elevator Music’, es que el sonido de fondo ayudaba a tranquilizar a la gente que montaba en esa tecnología tan nueva que aún generaba mucha inquietud. Subir un rascacielos encerrado en una caja de madera a mucha velocidad era más llevadero con música de fondo. También empezó a incorporarse por entonces en los aeropuertos y las norias un hilo musical como antídoto del malestar que a veces nos producen las máquinas.

A la última tecnología a la que hemos necesitado inventarle un sonido para andar más tranquilos es a los coches eléctricos. Los nuevos automóviles van a tener que hacer ruido por ley, aunque del motor no les salga. Ya no podrán ser silenciosos cuando circulen a menos de 20 km/h para evitar atropellos a los peatones, acostumbrados a escuchar el peligro antes de verlo. Y, por supuesto, no hay duda de que será especialmente de ayuda para invidentes, que hace tiempo reclamaban la medida por seguridad.

Foto: Un peatón se refleja en el retrovisor de un coche. (EFE)

Quién se lo iba a decir a los neoyorquinos de 1929. Hace casi un siglo, los habitantes de la que se consideraba la ciudad más ruidosa del mundo declararon en un estudio de la época que el sonido más molesto con el que tenían que convivir en la Gran Manzana era el tráfico de los recién llegados automóviles. Poco a poco, sin embargo, historiadores del ruido como David Hendy recuerdan que los coches dejaron de resultarnos tan molestos porque los acabamos incorporando con familiaridad a eso que en el siglo XX llamábamos progreso. Y hasta tal punto hemos interiorizado el runrún del tráfico como una parte inseparable del paisaje sonoro, que aunque en el siglo XXI hayamos inventado ya el modo de prescindir de él, no parece que estemos preparados para hacerlo. Al menos de momento.

La contaminación acústica, sin embargo, sigue siendo un problema para la salud y algunos estudios la vinculan con la diabetes, las enfermedades cardiovasculares y la depresión. Según la Organización Mundial de la Salud, el 40% de los europeos estamos expuestos con regularidad a un ruido de tráfico superior al recomendado.

Ya no podrán ser silenciosos cuando circulen a menos de 20 km/h para evitar atropellos a los peatones y ayudar a los invidentes

La ausencia de ruido, además, no es lo único que pone en riesgo a los transeúntes. La falta de atención también. Porque si las muertes de peatones han aumentado un 35% en la última década, según un estudio estadounidense, es en parte porque en estos años hemos incorporado los 'smartphones', y los peatones-zombis pendientes de su pantalla no miran por dónde van. Aislarse del entorno tiene estos riesgos.

Así que al tiempo que los coches eléctricos van a tener que hacer ruido por ley con idea de protegernos, da que pensar que una de las tecnologías superventas de los próximos años vayan a ser los auriculares con cancelación de sonido ambiente. El mercado de estos chismes que te insonorizan de todo crecerá un 6,8% de media anual, hasta los 1.560 millones de dólares en 2024.

Da que pensar que una de las tecnologías superventas de los próximos años vayan a ser los auriculares con cancelación de sonido ambiente

Es decir, a medida que les exigimos a las comunidades que sean más seguras, nos estamos también aislando cada vez más de ellas. A este paso, las calles del futuro estarán llenas de gente escuchando el silencio que fabrican sus auriculares para no tener que oír el molesto ruido del tráfico igualmente artificial. Y todavía habrá quien le quiera echar la culpa a la tecnología.

Cuando el Empire State abrió en 1931, los ascensores tenían música incorporada. La razón principal, según cuenta el historiador Joseph Lanza en su libro ‘Elevator Music’, es que el sonido de fondo ayudaba a tranquilizar a la gente que montaba en esa tecnología tan nueva que aún generaba mucha inquietud. Subir un rascacielos encerrado en una caja de madera a mucha velocidad era más llevadero con música de fondo. También empezó a incorporarse por entonces en los aeropuertos y las norias un hilo musical como antídoto del malestar que a veces nos producen las máquinas.

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