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Estamos todos contagiados
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Marta García Aller

Segundo Párrafo

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Estamos todos contagiados

No estábamos preparados para que nuestros médicos tuvieran que decidir qué vidas salvar. Ellos tampoco lo estaban

Foto: Un camarero retira las mesas de una terraza en la Plaza Mayor de Madrid tras la orden de cierre de bares. (EFE)
Un camarero retira las mesas de una terraza en la Plaza Mayor de Madrid tras la orden de cierre de bares. (EFE)

El problema no está en lo que haga el sistema sanitario. En la amenaza del Covid-19 lo más importante es lo que hagamos todos los demás. O nos confinamos en casa o seguirá muriendo gente. Me lo dijo anoche muy preocupado el director de un hospital madrileño, da igual de cuál, que llegaba a casa tras 15 horas ininterrumpidas tratando de salvarle la vida al mayor número posible de contagiados del coronavirus. Y todavía le quedaban fuerzas para advertir que los demás, los que no somos médicos, podíamos salvar muchas más vidas que él. No saliendo. No contagiándonos de este virus invisible cuya repentina letalidad, capaz de poner países enteros en cuarentena, radica en parte en no haberlo temido lo suficiente.

En la UCI de su hospital ya no quedan respiradores para atender a todos los afectados por esta especie de neumonía. Lo mismo me contaba un pediatra que trabaja en la otra punta de Madrid con el que hablé un rato antes. Y una enfermera de guardia me insistía en esto también mismo por la tarde. No dan abasto. Y nos suplican que les ayudemos. No tocándonos. No saliendo. No contagiando. Eso también salva vidas.

Los profesionales sanitarios nos suplican que les ayudemos. No tocándonos. No saliendo. No contagiando. Eso también salva vidas

Los médicos empezaron a pedirnos que nos quedásemos en casa mucho antes que los políticos. Llevan días viéndolo venir. Pasó en China, pasó en Italia y está pasando aquí. Lo peligroso de este virus, además de la rapidez con la que se contagia, es no suponer una gran amenaza para la salud del 80% de los contagiados. Eso extiende, paradójicamente, una amenaza mayor: la de no pararlo. La de no entender que ni esta ciudad, ni este país, ni este mundo, ni siquiera sus países más desarrollados, están preparados para atender a miles de personas que se enferman de repente con los estándares de siempre. Y el 20% de 50 millones de personas son 10 millones de personas. ¿Se entiende mejor así?

En los hospitales madrileños se están empezando a preparar para ver morir a pacientes que hace una semana habrían podido salvar. Porque hace una semana vivíamos en un mundo diferente. En la era de la abundancia. Esa en la que aún nos besábamos al encontrarnos y en las UCIs no se contemplaba dejar sin tratamiento a nadie que lo necesite. Hasta que llegó este coronavirus. Y no fue de repente, llevaba semanas aquí. Al principio se comparaba alegremente con la gripe, porque esta también mata miles de personas cada año. Como si pudiéramos permitirnos la muerte de unos cuantos miles de personas más sin llamarlo tragedia. Como si esta primavera fuera a ser una primavera más.

Los representantes de los comités éticos de los hospitales madrileños ya se han reunido para pensar las directrices con la que los profesionales van a priorizar a los enfermos de Covid-19 que lleguen en estado crítico. Dan por hecho que este fin de semana no todos van a caber en la UCI. No estábamos preparados para que nuestros médicos tuvieran que decidir qué vidas salvar. Ellos tampoco. Sabemos que pasa en las guerras, en las grandes tragedias y en los países en desarrollo. No podíamos creernos que esta semana empezara a pasar aquí.

placeholder GRAF6259. MADRID, 13 03 2020.- Un parque infantil cerrado en la madrileña Plaza de Santa Ana. La Comunidad de Madrid cerrará a partir de este sábado todos los establecimientos menos los comercios de alimentación y farmacias para evitar la propagación del coronavirus en la región, donde hay 64 fallecidos y más de 2.000 contagiados. EFE Kiko Huesca.
GRAF6259. MADRID, 13 03 2020.- Un parque infantil cerrado en la madrileña Plaza de Santa Ana. La Comunidad de Madrid cerrará a partir de este sábado todos los establecimientos menos los comercios de alimentación y farmacias para evitar la propagación del coronavirus en la región, donde hay 64 fallecidos y más de 2.000 contagiados. EFE Kiko Huesca.

¡Algo habrá que podamos hacer! Lo hay. La manera más eficaz de ayudar a los médicos a salvar vidas es dejar de transmitir el virus. Quédate en casa. No en la del pueblo ni en la de la playa. No. Deberíamos quedarnos ya en cuarentena, como si todos estuviéramos contagiados del coronavirus. A lo mejor lo estamos y no lo sabemos. O a lo mejor no lo estamos, pero nada más apretar el botón del ascensor y rascarnos un ojo pasamos estarlo. Y se lo pegamos al vecino. “Todos los madrileños somos positivos en coronavirus hasta que se demuestre lo contrario”, me decía ayer uno de los médicos con los que hablé. Su mensaje a este paso pronto valdrá para toda España.

Mientras se extiende el Covid-19, siguen existiendo los partos, los cánceres y las roturas de cadera. ¿Y si el ginecólogo está en su casa en cuarentena quién atiende el parto? Ya no estamos en la era de la abundancia. Los recursos son limitados. Faltan respiradores, faltan camas y sobran contactos de riesgo. Nuestra mayor esperanza es el personal sanitario. Su mayor esperanza somos nosotros. Quédate en casa.

El problema no está en lo que haga el sistema sanitario. En la amenaza del Covid-19 lo más importante es lo que hagamos todos los demás. O nos confinamos en casa o seguirá muriendo gente. Me lo dijo anoche muy preocupado el director de un hospital madrileño, da igual de cuál, que llegaba a casa tras 15 horas ininterrumpidas tratando de salvarle la vida al mayor número posible de contagiados del coronavirus. Y todavía le quedaban fuerzas para advertir que los demás, los que no somos médicos, podíamos salvar muchas más vidas que él. No saliendo. No contagiándonos de este virus invisible cuya repentina letalidad, capaz de poner países enteros en cuarentena, radica en parte en no haberlo temido lo suficiente.