Segundo Párrafo
Por
Juan Carlos I, el rey del 'crowdfunding'
El Estado necesita mecanismos para defenderse de un jefe de Estado corrupto sin tener que esperar a su abdicación. Ni al destierro
Juan Carlos I tiene problemas con Hacienda por unos dineros que a lo largo de los años, no está muy claro a cambio de qué, le han ido regalando amigos cercanos y primos lejanos. Lo mismo un familiar le costeaba viajes en un 'jet' privado por valor de ocho millones de euros o un empresario mexicano le pagaba los viajes en Uber de los nietos, que un rey saudí le ingresaba 100 millones de euros en una cuenta en Suiza. Por mucho 23-F que haya que agradecerle, no parece muy serio haber tenido como jefe de Estado al rey del 'crowdfunding'.
Igual que su hija la infanta Cristina se libró de la cárcel alegando que no sabía que Nóos pagaba Pedralbes, ni cómo es que su asistenta tenía contrato de telefonista, su padre no parece que haya tenido muy claro qué hay de malo en dejarse invitar a cientos de viajes en 'jet' privado. Cómo iba él a saber que la generosidad de sus amigos podía ser delito fiscal, alegan sus defensores, si llevaba toda la vida dejándose agasajar a la vista de sucesivos gobiernos que miraban para otro lado. Quién iba a sospechar que después de décadas cobrando presuntas comisiones de los países del Golfo, de pronto, la Agencia Tributaria se pondría tiquismiquis. ¿Acaso no lo hacía todo por España?
La última vez que subió a aquel 'jet', el emérito se mostraba agradecido, pero incómodo, al caer en la cuenta de que la Fundación Zagatka de Álvaro de Orleans le había invitado a más vuelos privados "de los que pensaba haber realizado", según el propio Rey escribía en 2018 de su puño y letra a su primo en una carta revelada por 'El País'. "Me habrías podido avisar", decía al benefactor el rey Juan Carlos —Juanito para los amigos— a modo de reproche cariñoso (y tal vez también de coartada). Y unos minutos después de reconocer en esa misiva que tal vez había viajado demasiado en el avión prestado, Juan Carlos embarcaba en él destino a Nueva York. Se arrepentía lo justo, porque siempre es más cómodo quejarse de la generosidad de los demás mientras se disfruta de ella. De perdidos, al 'jet'.
Lo de alegar que no se enteraba de dónde salía el dinero, sin embargo, tiene peor justificación en el caso del emérito que en el de la Infanta
Por más que sea tradición familiar, lo de alegar que no se enteraba de dónde salía el dinero, sin embargo, tiene peor justificación en el caso del emérito que en el de la infanta. Al fin y al cabo, a alguien que ha sido jefe de Estado durante 40 años no solo se le presupone que conoce las leyes del país, también que las cumple. De momento, al Rey emérito lo investiga la Justicia en tres causas en las que aún no está claro que le ampare la inviolabilidad. Una es el supuesto cobro de comisiones ilegales en las obras del AVE a La Meca, otra por las tarjetas 'black' vinculadas a las cuentas de su amigo el empresario mexicano Allen Sanginés-Krause, y, en tercer lugar, por presunto blanqueo de capitales detectado por el Sepblac.
Además de estos frentes judiciales en el Supremo, están también los que Juan Carlos I está apresurándose a arreglar con Hacienda. Según la ley española, todos esos vuelos pagados por Orleans a través de la Fundación Zagatka pueden considerarse pagos en especie por los que el Rey debería haber tributado. De ahí que el Borbón haya decidido reconocer el fraude y abonar a Hacienda cuatro millones de euros, a ver si así suma puntos para que le dejen volver a España desde Abu Dabi. Tiene suerte el monarca de que haya podido abonar esa deuda 'in extremis' antes de que la Justicia le notificara que iniciaba la investigación, ya que de haber comenzado el procedimiento habría sido demasiado tarde. Hay que tener amigos hasta en la Agencia Tributaria.
Además de dinero para regularizar sus desmanes, al emérito le falta imaginación. La solución para regularizar todo ese dinero recibido de sus amigos ha sido pedir, claro, más dinero a sus amigos. Los benefactores del Rey le prestan ahora los cuatro millones de euros sin intención aparente de que, a sus 83 años, se los vaya a devolver. Aun así, en vez de como donación, lo han formalizado en forma de crédito personal, con lo que dejan de abonar un 40% en impuestos para las arcas españolas. La devolución de ese préstamo ni está, ni se la espera.
La solución para regularizar todo ese dinero recibido de sus amigos ha sido pedir, claro, más dinero a sus amigos
Cuesta creer entonces que lo que el Rey quiera sea recuperar la ejemplaridad. Ya puestos a intentar hacer las cosas bien, aunque el 'modus operandi' sea abriendo otro 'crowdfunding' entre sus amigos para no perder la tradición, qué le costaba haberles pedido unos pocos millones más para cotizarlos como donación. Así se ahorraría el bochorno de tener que pedir luego otro préstamo más para devolver el anterior y así sucesivamente.
Por más dinero que el emérito pida prestado a sus amigos, con ello no va a resarcir el daño que ha causado a la institución. Si la Corona quiere recuperar la credibilidad y ejemplaridad perdida por los desmanes del emérito, no basta con que el rey Juan Carlos se ponga al día con Hacienda por la puerta de atrás ni con que Felipe VI siga ignorando a su padre. Tampoco sería suficiente con que se terminen despejando las causas del Supremo amparadas en la inviolabilidad o la falta de pruebas. Ni lo arregla que Felipe VI haya renunciado a su herencia y despojado de su asignación al padre, ni basta con que siga impidiendo su eventual regreso a España.
Más convincente sería empezar por dotar de verdadera transparencia todos los gastos de la Corona. Además, la malversación que el rey Juan Carlos hizo repetidamente de la inviolabilidad de la que le dota la Constitución hace muy difícil justificarla para sus herederos. El Estado necesita mecanismos para defenderse de un jefe de Estado corrupto sin tener que esperar a su abdicación. Ni al destierro.
Juan Carlos I tiene problemas con Hacienda por unos dineros que a lo largo de los años, no está muy claro a cambio de qué, le han ido regalando amigos cercanos y primos lejanos. Lo mismo un familiar le costeaba viajes en un 'jet' privado por valor de ocho millones de euros o un empresario mexicano le pagaba los viajes en Uber de los nietos, que un rey saudí le ingresaba 100 millones de euros en una cuenta en Suiza. Por mucho 23-F que haya que agradecerle, no parece muy serio haber tenido como jefe de Estado al rey del 'crowdfunding'.