Segundo Párrafo
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Quién necesita urgentemente una jornada de reflexión
El balance de la campaña es bastante desolador. Más que por la opinión que los ciudadanos tenemos de los políticos, por la opinión que buena parte de los políticos han demostrado tener de los ciudadanos
Esta jornada de reflexión en la víspera del 4-M, más que para que los votantes dediquemos el día a pensar el voto que meteremos en las urnas, debería servir para mandar al rincón de pensar a los políticos. Son los partidos, no los votantes, los que más tendrían que reflexionar sobre lo que han estado haciendo en las últimas semanas, porque como nos paremos a pensarlo mucho los madrileños, cuantas más vueltas demos a lo que nos han estado contando esta campaña, menos ganas darán de votar.
Así que mejor no le demos muchas vueltas. Reflexionemos lo justo. Votar, votaremos. Pero no tanto por la campaña. Más bien, a pesar de ella. Votar siempre será la menos mala de las alternativas que ofrece la democracia. Aunque toque volver a las urnas en un día laborable en medio de una pandemia por unas elecciones adelantadas innecesariamente que habrá que repetir dentro de dos años. Si un mes antes de la convocatoria le parecían una “irresponsabilidad” incluso a la presidenta que las convocó, qué nos van a parecer a los demás.
Vox ya había dejado claro qué clase de partido es cuando centró su mensaje principal contra la acogida de niños inmigrantes
Ayuso no ha dejado en ningún momento de ser la favorita en una campaña que aparentemente le ha salido redonda, y eso que empezó con Toni Cantó y acabó con Nacho Cano. Peor ha ido la del PSOE, que empezó con Gabilondo y casi ha acabado con él. De Hana Jalloul, la número dos socialista que buscaba ser la Kamala Harris española, no ha vuelto a saberse más. Y qué lejos queda la sorpresa inicial del 4-M, que fue la llegada de un Pablo Iglesias convencido de absorber a Más Madrid; al final, la sorpresa se la ha llevado él con Mónica García, una completa desconocida que se ha convertido contra pronóstico en la favorita de esta especie de primarias de la izquierda que ha montado Ayuso a mitad de legislatura. Que cuanto menos se conozca un político mejor se valore resume bien la situación.
También el 4-M está sirviendo de primarias en la derecha. Y Vox, que ya había dejado claro qué clase de partido es cuando centró su mensaje principal contra la acogida de niños inmigrantes, podía haber pasado bastante más inadvertido, eclipsado por el ayusismo, de no haber sido por el protagonismo que le ha brindado el reciente veto en los debates. En este repaso rápido, casi me olvido de Cs. Pues eso.
Cuanto más se ha hablado en esta campaña del fascismo, del comunismo y la libertad, más ganas daban de levantar la mano y preguntar por el abono transporte. Ahora los partidos se culpan unos a otros de haber embarrado el debate, mientras la ciudadanía trata de digerir el bochornoso espectáculo que ha sobreponderado la atención mediática de los partidos más extremistas y con menos representación en la Asamblea. Alguna reflexión tendremos también que hacer los medios.
No dan para mucha reflexión los eslóganes sobreactuados y el escaso contenido con el que buena parte de la campaña del 4-M ha buscado entrar en nuestros estómagos, en vez de en nuestra cabeza. Los alquimistas electorales se han empeñado en agitar las emociones, convencidos de que estas son la panacea de la movilización electoral. Pero algunos pueden haber calculado fatal, porque las provocaciones vacías de contenido pueden terminar provocando asco y apatía, que también son emociones.
La campaña ha vuelto a poner en evidencia que el rasgo más profundo de la política española es su superficialidad
A la espera del resultado de las urnas, el balance de esta campaña electoral es bastante desolador. Más que por la opinión que los ciudadanos tenemos de los políticos (el 90% de los españoles desconfía de ellos), por la opinión que buena parte de los políticos han demostrado tener de los ciudadanos, a juzgar por el nivel de los mensajes con que esperaban movilizar nuestro voto.
En la región de España más afectada por la pandemia, una de las que vuelven a tener las UCI al borde del colapso, ante el gran desafío de impulsar la economía, la educación y la salud, ha habido en toda la campaña una bochornosa ausencia de reflexión sobre la gestión y las propuestas, abrumadoramente reemplazadas por un populismo abstracto siempre pendiente de lo viral. La campaña del 4-M ha vuelto a poner en evidencia que el rasgo más profundo de la política española es su superficialidad, justo cuando más necesitamos recuperar la confianza en las instituciones. ¿Habremos aprendido algo? Ojalá los políticos, sobre todo los políticos, también hoy estén reflexionando.
Esta jornada de reflexión en la víspera del 4-M, más que para que los votantes dediquemos el día a pensar el voto que meteremos en las urnas, debería servir para mandar al rincón de pensar a los políticos. Son los partidos, no los votantes, los que más tendrían que reflexionar sobre lo que han estado haciendo en las últimas semanas, porque como nos paremos a pensarlo mucho los madrileños, cuantas más vueltas demos a lo que nos han estado contando esta campaña, menos ganas darán de votar.
Así que mejor no le demos muchas vueltas. Reflexionemos lo justo. Votar, votaremos. Pero no tanto por la campaña. Más bien, a pesar de ella. Votar siempre será la menos mala de las alternativas que ofrece la democracia. Aunque toque volver a las urnas en un día laborable en medio de una pandemia por unas elecciones adelantadas innecesariamente que habrá que repetir dentro de dos años. Si un mes antes de la convocatoria le parecían una “irresponsabilidad” incluso a la presidenta que las convocó, qué nos van a parecer a los demás.